Derecho a recordar
Durante años, las víctimas del terrorismo han sido escondidas. Una vez celebrado el funeral, despedidas las autoridades, desaparecidos los periodistas, los próximos del muerto se quedaban a solas con su dolor y nunca nadie volvía a ocuparse de ellos: inquietaba su presencia porque recordaba lo que se quería olvidar.Para paliar esa situación surgieron las asociaciones de víctimas, pero tuvieron que pasar años hasta que obtuvieran un mínimo reconocimiento social: no se sabía qué hacer con ellas, cómo encajarlas en las iniciativas de todo tipo en torno al terrorismo. De vez en cuando, algún periodista se les acercaba para preguntarles si estarían dispuestas a perdonar. A un padre le plantearon por televisión hace años si había perdonado a los asesinos de su hijo, de dos años de edad. "No entiendo su pregunta", respondió, "nadie se ha dirigido a nosotros pidiéndonos perdón".
El año pasado, con la tregua vigente, el Parlamento aprobó por unanimidad una Ley de Solidaridad con las Víctimas del Terrorismo que incluía la celebración de un acto parlamentario como el que ayer tuvo lugar en el Congreso. Cerca de 300 personas, víctimas sobrevivientes o parientes de víctimas, recibieron ayer el reconocimiento institucional en un acto que contó con la asistencia de la presidenta del Parlamento Europeo. Un mínimo reconocimiento si se compara no ya con su dolor, sino con su contribución a la convivencia: resistiendo la tentación de la venganza. Mínimo reconocimiento también si se repara en las heridas abiertas por quienes han añadido al crimen la afrenta de las declaraciones municipales de hijos predilectos a favor de los asesinos.
El reconocimiento planteado por la ley sólo tenía sentido si era aprobada por todos los grupos parlamentarios, evitando convertirla en pretexto de batallas políticas. Ese espíritu debe manifestarse en todas las iniciativas, evitando la tentación de la capitalización partidista. Algo que no sucedió exactamente ayer.
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