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Amigos y cómplices evocan la palabra desnuda y habitable de Valente

El Círculo de Lectores acoge un homenaje al poeta en Madrid

Perplejos y conmovidos como si acabaran de enterarse de la noticia de su muerte, nueve amigos y cómplices de José Ángel Valente (Ourense 1929-Ginebra 2000) recordaron ayer en Madrid la figura, la palabra desnuda y la búsqueda vital del poeta. También sus odios y sus contradicciones, pero, sobre todo, su incesante amor por la palabra. Fue en el Círculo de Lectores ante unas 150 personas, entre ellas su viuda, Coral, y con una nueva ausencia del Ministerio de Cultura.

Acaban de cumplirse dos meses del 18 de julio, el día que Valente murió en Ginebra. Unas semanas antes, el poeta estuvo en esta misma sala madrileña en lo que luego fue su último acto público. Se comprende bien que muchos de los participantes en el acto de ayer sintieran escalofríos por volver allí para hablar del poeta pero sin el poeta. Lo dijo Antonio Gamoneda, con quien Valente solía "contemplar la muerte", con la voz velada por la emoción. Igual que Blanca Varela, su amiga peruana que no se sintió capaz de escribirle un poema y a cambio leyó uno que Valente le escribió a Rosalía de Castro.Junto a ellos estuvieron el filósofo José Luis Pardo, que ofició de moderador y habló del silencio como primera condición de la memoria valentiana; sus amigos gallegos Carmen Blanco y Claudio Rodríguez Fer, que leyeron sendos textos poéticos con los ojos de la tierra que vio nacer al escritor. O Eduardo Millán, que glosó "la palabra desnuda, habitable, desasida y culpable" del poeta, y añadió que el autor siempre buscó un lugar para el hombre y que lo encontró en el cuerpo de la mujer, lugar metafórico, utópico y mítico situado "fuera de la geografía del poder que todo lo vuelve imposible".

"Fue un poeta de la sombra que se atrevió a meter la mano en esa sombra, para darnos la luz, para aceptarnos, para ofrecernos la palabra que nos otorga el lugar", afirmó Millán. Pardo completó ese pensamiento con una cita de Nietzsche que habló de "algunas personas cuyas vidas rozan el prodigio", gente que nos da alegría y empuje, gente en la que luchan dos instintos enemigos, el de la pasión por el conocimiento y el que quiere la vida y busca "un nuevo lugar en el que establecerse".

Ese lugar, según Andrés Sánchez Robayna, podría ser la música polifónica de Thomas Tallis, que tanto gustaba a Valente; para José Guirao, en cambio, quizá fuera la pintura, con la que tanto dialogó y que siempre vio con ojos distintos a todos.

Fernando Lázaro Carreter terminó tomando los ojos del lector. Dijo que Valente se nutrió de la inseguridad, del odio a una vida inexplicable, del canto a la frontera desconocida que divide la vida de la muerte, ese desierto que le sigue. "Valente, siempre tan dudoso, en esa incierta divisoria, no supo si existía. Pero ante otra muerte escribió: 'Murió, es decir, supo la verdad'. Él, por ventura nuestra y de la poesía, ahora la conoce también".

Sordera oficial

Carmen Blanco, joven amiga gallega de Valente, dijo ayer que el poeta siempre estuvo contra lo totalitario, lo institucional, que nunca tuvo miedo de decir las verdades y que su figura de chico sabio con flequillo creció para adentro disolviendo las máscaras y convirtiéndose en el otro, el extranjero, el que no está. Su intervención, un poema lleno de afecto, terminó afirmando que Valente es ya sólo objeto de amor, y no de juicio.No debe pensar lo mismo el Ministerio de Cultura. Nadie fue al entierro de Valente. Nadie apareció en el de Carmen Martín Gaite. Ayer, nadie, salvo el director de la Residencia de Estudiantes, representó al Ministerio de Cultura en el homenaje al poeta gallego. Sus amigos volvieron a lamentar la sordera de un ministerio que parece absolutamente insensible a los tributos que merecen los autores que escriben en castellano.La ausencia de cobijo oficial deja el legado de Valente en manos privadas que demuestran mucha más sensibilidad. El Círculo de Lectores, por boca de su director, Albert Pélach, se comprometió ayer, ante la viuda del poeta, a publicar, "respetando todo el rigor y la exigencia que él reclamaba", toda la obra póstuma del autor de Las palabras de la tribu. El club editorial publicará en breve los últimos poemas bajo el título Fragmentos para un libro futuro y la antología de poetas en español nacidos después de 1950 Las ínsulas extrañas, que Valente preparaba con Sánchez Robayna, Millán y Varela.

Además, según anunció Pélach, se editarán todos sus ensayos y la antología titulada El fulgor (poemas escritos entre 1953 y 1996) aparecerá en versión rústica.

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