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LAS VENTAS

Cogida menos grave de Alberto Martín

El segundo novillo cogió a Alberto Martín en los primeros pases de muleta y la novillada quedó convertida en mano a mano.No se crea que el mano a mano trajo competencia, que es el único fundamento de los mano a mano. Más bien fue al contrario. Aquí, cada cual a lo suyo.

En la actual fiesta de los toros montan un mano a mano y les sale un rendez-vous. La fiesta actual es pura cortesía.

El ejemplo lo han traído las figuras. Las figuras siempre están hablando del inmenso respeto que les produce cualquier compañero (todo el que se pone delante de un toro, gustan precisar) y lo corroboran en la arena donde no entran a quites, ni compiten, ni nada.

José Montes y Luis González, que quedaron mano a mano por el percance de Alberto Martín, no se iban a saltar la norma en plan heroico. Ni que fueran Daoiz y Velarde. Ahora bien, en sus intervenciones individuales dejaron claro que quieren ser toreros, lo cual no es frecuente y tiene su importancia.

Vázquez / Montes, Martín, González

Cinco novillos de Alejandro Vázquez (uno devuelto por inválido), con trapío, cumplieron en varas, acabaron tardos. 6º de El Serrano, bien presentado, dio juego. 5º, sobrero, de Félix Hernández, bien presentado, manejable.José Montes: media perdiendo la muleta, rueda de peones y tres descabellos (palmas y también pitos cuando saluda); estocada trasera, rueda de peones y descabello (palmas); bajonazo y rueda de peones (silencio). Alberto Martín: cogido por el segundo. Luis González, de Cebreros (Ávila), nuevo en esta plaza: media ladeada -aviso- y se echa el novillo (palmas y también fuertes protestas cuando saluda); cuatro pinchazos bajos -aviso-, estocada corta atravesada trasera y cinco descabellos (silencio); pinchazo hondo, rueda de peones -aviso- y descabello (insignificante petición y vuelta). Enfermería: intervenido Alberto Martín de cornada en cara interna del muslo izquierdo, con dos trayectorias de 10 centímetros, que causan destrozos en abductores. Pronóstico menos grave. Plaza de Las Ventas, 17 de septiembre. Media entrada.

¡Oh sí!, con ínfulas de figuras aparecen muchos, cientos al cabo del año, hechos pinceles en los lujosos ternos que les compran. Pero dar la cara con el toro (primero novillo, naturalmente), presentarle pelea, intentar dominarlo, jugarse la femoral, eso ya es distinto cantar.

José Montes muleteó porfión y valentísimo a los tres novillos que hubo de despachar y que no daban facilidades precisamente. No es que sacaran peligro, mas empezaban a tardear, a los pocos pases se ponían reservones y era muy difícil, casi imposible, conseguir aplicarles suertes de lucimiento.

Las mejores -y más esforzadas a causa de las circunstancias- las consiguió en su primer novillo, que sacó genio, y lo toreó por redondos y naturales con meritoria decisión. Lo malo es que se pasó de faena. Esta es otra de las nefastas influencias de las figuras. Alguien les debería explicar a los principiantes que las faenas largas no sirven para nada excepto para estropear la lidia y aburrir a la afición. A las figuras, sí, les valen para que les regale una oreja su público habitual; gente triunfalista ajena a la fiesta que se precia de asistir a la corrida de más expectación de la feria, y va sólo a esa, y después, si te he visto no me acuerdo. Mas en plazas donde hay una afición que diquela tauromaquia, las faenas interminables, sobre ilógicas de suyo, son contraproducentes.

Lo importante es que los toreros tengan disposición y se les vea. Luis González, la disposición que traía en su debú ante la cátedra era torear hondo, instrumentar rematadas las suertes, ligarlas, dominar las embestidas de aquellos novillos serios que iban a menos y acababan reservones.

No cuajó Luis González faenas brillantes porque los novillos, en efecto, no eran de carril, y él aún está muy nuevo en la profesión que ha elegido (¿sonaría demasiado cursi decir ministerio que ha abrazado?), mas quedaban suplidas por el respeto que impone el toreo cuando se intenta verdadero.

Alberto Martín, segundo espada del cartel, herido a poco de iniciar su faena de muleta, fue, paradójicamente, el que parecía haber llevado a Las Ventas la más generosa entrega y ese espíritu competitivo que caracterizaba a los toreros antiguos y hoy no se lleva.

Entró a quites por verónicas en el novillo que abrió plaza, instrumentó asimismo buenas verónicas al primero de su lote, lo bregó en el primer tercio, y con la muleta pasó por bajo una embestida que le llegaba recrecida. Al ligar un pase por alto, el novillo le derrotó y volteó prendido por un muslo. Llevaba una cornada, que siempre es una desgracia. Aunque -decían los padres de la tauromaquia- también es la medalla que acredita a los toreros verdaderos.

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