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Compasión y responsabilidad

Soledad Gallego-Díaz

Las campañas electorales en Estados Unidos suelen ser más disputadas en el terreno de las ideas y de puntos de vista de lo que creen algunos analistas europeos. La prueba la están ofreciendo, una vez más, los candidatos a las elecciones del próximo mes de noviembre. El republicano George W. Bush empezó muy fuerte aludiendo a un movimiento denominado conservadurismo compasivo, cuyo principal ideólogo es un profesor de periodismo de Tejas y misionero presbiteriano llamado Marvin Olasky, de 50 años. El candidato demócrata, Al Gore, se siente mucho más próximo a un movimiento que podría denominarse capitalismo responsable, que, según algunas revistas especializadas, va calando en la clase media norteamericana.La proximidad de Bush a Olasky se remonta a principios de los noventa, cuando el gobernador de Tejas leyó su libro The Tragedy of American Compassion y pidió conocerle. Olasky, un judío que se hizo miembro del Partido Comunista de EE UU en los ochenta, escribió su obra tras recorrer el país disfrazado de mendigo y tras haber experimentado lo que él mismo califica de "reconversión a Cristo".

De oscuro profesor universitario pasó a ser considerado un digno sucesor de los filantropistas del siglo XIX y una especie de gurú para los nuevos conservadores norteamericanos. Los herederos de Newt Gingrich necesitaban combinar sus grandes críticas al gasto social con algún tipo de aproximación a los sectores sumidos en la pobreza, y Marvin Olasky ofrecía "base teórica" y propuestas concretas. Bush decidió, pues, incorporar plenamente el "conservadurismo compasivo" a su mensaje electoral.

Mientras tanto, Al Gore miraba hacia otro lado: hacia el capitalismo responsable, objeto de debate desde hace algunos años en medios universitarios. En agosto, en la Convención Demócrata, el candidato provocó una cierta sorpresa cuando pidió a sus compatriotas que se plantaran contra las grandes compañías de tabaco, los grandes del petróleo, los contaminadores, las fabulosas empresas farmacéuticas o las insensibles compañías de seguros médicos. ¿Un posible presidente de Estados Unidos diciendo esas cosas?

La revista Business Week, especializada en el seguimiento del mundo de los negocios y en el funcionamiento de las grandes corporaciones, se hizo la pregunta y encontró una curiosa respuesta: Gore puede ser un populista retórico, pero su discurso estaba conectando sorprendentemente con la opinión del 75% de los ciudadanos de Estados Unidos.

Los estadounidenses son conscientes de que buena parte de su floreciente situación económica es consecuencia de la buena marcha de sus empresas, pero exigen que quien se proclama responsable del éxito se haga también responsable de sus abusos y fracasos. Y se muestran muy desconfiados. La mayoría cree que las grandes compañías anteponen un mayor aumento de sus beneficios a cualquier otra consideración como calidad del producto, seguridad o eficacia; que son cada vez más culpables del deterioro de la institución familiar, por exigir horarios abusivos, y que sus ejecutivos se gratifican con primas desproporcionadas.

Los ciudadanos, advierte Business Week, creen que las grandes empresas no respetan las reglas, se hacen arrogantes y se desconectan de la comunidad a la que pertenecen. Están inquietos porque creen que la mayoría de las instituciones que históricamente han servido como contrapoder de las grandes corporaciones, fundamentalmente Gobierno y sindicatos, han perdido peso y capacidad de actuación.

Hasta el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, llamó la atención el pasado 25 de agosto sobre el mismo tema. Ese creciente malestar, explicó, puede perjudicar a la economía, porque anima a quienes creen que la solución será reavivar la intervención del Estado y la regulación de los mercados. Mejor que cale el mensaje del capitalismo responsable antes de que empiecen a pensar que el péndulo de la desregularización, que tan buenos resultados trajo, ha ido demasiado lejos, parece pensar Gore.

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