Dandismo 'progre' JOSEP RAMONEDA
Al acabar la carrera, éramos cinco los que teníamos derecho al premio extraordinario. Lo echamos a suerte. No tenía sentido pelearnos en un examen simplemente para conseguir un adorno para el currículo. Por aquel entonces, la competitividad no era todavía el patrón ideológico universal, y el paro no era el horizonte de futuro de las promociones universitarias. La Universidad vivía en el caos del tardofranquismo. Algunos economistas empezaban ya a descubrir el paraíso de los campus americanos, que fueron trampolín de muchos futuros. Pero el orgullo de territorios marginales como la filosofía era todavía plenamente continental. Las promesas aún eran colectivas, el hilo que vinculaba lo privado con lo público no se había roto aún.Desde entonces han pasado muchas cosas. Tantas que jugarse una mención académica a suertes forma parte de lo impensable. El paro ha descolocado a un par de generaciones. Y la nueva cultura enseña que permitirse exquisiteces morales requiere dinero para poderlas pagar. La nueva utopía se llama crecimiento, deficit cero e inflación mínima, y al hombre nuevo que la circunstancia exige se le conoce como ciudadano Nif y se redime por la competitividad. En estas circunstancias es difícil regalar media línea de currículo. Todo suma, aunque a menudo no se sepa para qué.
La generación del milenio es poco numerosa. Serían menos a repartir si no fuera que sus mayores, impertinentes ellos, se resisten a morir. Con un ciclo largo de crecimiento económico quizá podrán volver a pensar en ejercicios de dandismo progre: por ejemplo, jugarse un premio extraordinario a suerte..
Josep Ramoneda es periodista y filósofo
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