Fábrica de Teatro Imaginario y Marcel Gros destacan en el festival
Tàrrega ya estaba llena de bote en bote el sábado por la tarde, lo que causó en el centro de la ciudad notables atascos humanos allí donde los grupos de calle plantaban sus reales. Público sin duda variopinto, mayormente festivo, pero ante el que bastaría una pequeña chispa para que se reprodujeran los incidentes violentos de hace 10 años. Destacaron los espectáculos de los vascos Fábrica de Teatro Imaginario y Marcel Gros.
Entre tanta masificación, resulta casi desintoxicante encontrar en la Fira de Tàrrega un espectáculo tan antiguo y entrañable como el Teatro de Autómatas, único en su género, que continúa funcionando y que es el resultado de la minuciosa restauración de un teatrillo mecánico ambulante de los que abundaban a principios del siglo XX. Con todo, el mejor espectáculo de la segunda jornada de Tàrrega fue el que presentó en la Carpa Euskadi la compañía Fábrica de Teatro Imaginario, 8 Olivettis poéticos, un espectáculo que recoge el aroma de las vanguardias escénicas del siglo XX, tal vez algo confuso, por exceso de juventud, pero tan lleno de ideas e imágenes que se les puede augurar un futuro más que interesante. Predomina la atmósfera, densamente poética y cruel, reelaboración de la memoria en clave onírica, que recuerda el teatro de Tadeusz Kantor. No hay hilo narrativo, y el espectáculo, de lenguaje literario muy elaborado pese a ser de autoría colectiva, resulta imposible de contar, pero proyecta al público hacia un mundo plástico y poético de gran intensidad. Un montaje que busca la modernidad, pero desde los clásicos de la vanguardia. Todo empieza en una vieja redacción de un periódico abandonado donde los personajes aparecen sentados frente a sus destartaladas máquinas de escribir. Ander Lipus, el director coreógrafo, se revela sobre todo como un creador plástico, utilizando a sus actores, con interpretaciones antinaturalistas, casi marionetas, como objetos. Un trabajo francamente interesante.
Marcel Gros, por su parte, presentó con Standby un espectáculo de payasos para adultos ingenioso, divertido, de humor amable, pero que reflexiona inteligentemente sobre el hombre contemporáneo, ese mismo hombre que en su infancia imaginó el entonces lejano año 2000 plenamente robotizado, un tiempo en que los viajes espaciales serían cosa normal y en el que el ser humano se habría transformado en un ser galáctico de refinada espiritualidad.
Pero Tàrrega es más que buenos espectáculos, hay un poco de todo. Hay espectáculos surgidos de buenas ideas pero poco definidos, como Le cirque clandestin, de Les Frères Kazamaroffs, en el que las acrobacias en el trapecio se ejecutan más por su sentido poético que buscando la mayor dificultad posible. O el espectáculo Emigrants, un texto de Mrozek, que supone el salto del teatro de aficionados al profesional, del grupo de Vilafranca del Penedès Teatre N-II. Y algunos pequeños aciertos, como el del grupo de mimo Dodo, junto a buñuelos de difícil catalogación, como el grupo Malum Mali, ambos encuadrados bajo el título de Cabaret Babel.
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