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A vueltas con el Medpark

Nada menos que el equipo de gobierno de la Universidad de Alicante, aunque sin cabeza visible en su nombre, ha tenido la cortesía de replicar en horas 24 a las observaciones críticas que este columnista dedicó el domingo pasado al asunto del Medpark en estas mismas páginas. Confieso que me siento abrumado y debería añadir que, después de tan docto como diligente correctivo, lo más prudente sería dar la callada por respuesta. Sin embargo, a mi pesar y sin el menor ánimo de polémica con los animosos y anónimos claustrales, he de confesar que sus prudentes razonamientos no han conseguido otra cosa que adensar mis dudas y alguna que otra certidumbre. O sea que, como los buenos maestros, han suscitado cuestiones y no soluciones. Tal es su oficio cuando lo atienden.Con propósito pedagógico y clarificador, mis ilustres replicantes abordan ordenadamente distintos aspectos del tan traído y llevado proyecto de parque científico, acerca de los cuales y uno por uno subsisten mis discrepancias. Así, se refieren a la superficie requerida para esa suerte de Silicon Valley y la establecen en 1.300.000 metros cuadrados (¿y de la segunda fase no hablamos?) en lugar de los dos millones que le adjudicamos. Súmese a este solar los 900.000 metros que ocupa la Universidad de Alicante y consideremos que ninguno de los demás campus valencianos alcanza el medio millón, con excepción de la Politécnica, tan libérrima ella, que se sitúa en los 700.000. O sea, mucho terreno para no se sabe exactamente qué.

En punto a la financiación y viabilidad económica seguimos en mantillas. Culpa nuestra por no estar informados. ¿Pero dónde se ha reseñado el coste de esta iniciativa y su plan financiero, que no sea apelar a la Providencia o el ya se verá, como sugiere el equipo de gobierno? ¿Serán 25.000 millones o el doble, si se consumase el proyecto? Los fondos Feder y los del plan plurianual apenas si cubren la puesta en marcha para tan vasto camino o, como mucho, cubren la adquisición de unas cuantas parcelas y la inauguración del animalario, tan necesario para el tejido productivo de esas comarcas.

Pero admito que estos son quizá aspectos secundarios para los que, además, han de haberse previsto recetas no divulgadas, pero bien meditadas, como corresponde a tan rigurosos promotores del tinglado. Incluso no se me oculta que cuenten con un plantel de empresarios interesados en ponerle alas a este proyecto que debiera ser suyo antes que de la universidad, pues han de ser los primeros beneficiarios.

En realidad, la única objeción en la que hemos puesto el énfasis es en el modus operandi, que en puridad se resume diciendo que se trata de un proyecto de extraordinarias dimensiones que se ha concebido a espaldas de la Administración autonómica, a la que se ha recurrido in extremis -por más que el equipo de gobierno diga otra cosa- para que saque las castañas del fuego, so pena de ser reputada de enemiga del progreso, del rector Pedreño y de los alicantinos en general. En este sentido, me reitero afirmando que la propuesta, formal y políticamente hablando, es una chapuza. O tal es el criterio de un contribuyente y observador imparcial en la medida posible.

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