Olía a hule
La novillada de Arganda olía a hule. No es que fuera mala sino que traía gran trapío, casta que se traducía en genio, y a poco que erraran en la lidia los matadores los novillos se recrecían y pegaban arreones.Sucedió mucho lo de errar, menudearon los acosones y batacazos, y hubo fortuna, ya que ninguno de los espadas acabó en el hule de la enfermería, mas se lo gastaron en esparadrapo.
Mediada la corrida, los tres iban parcheados para tapar las averías que les habían producido los novillos en el vestido de torear; sobre todo Ángel González, con vendas por la cintura y por una pernera de arriba abajo, como si volviese de la guerra.
El peor roto se lo produjo en el trance de matar al tercer novillo. A toma y daca la suerte, el novillo respondió a la estocada con un testarazo bestial y gracias a que el pitón sólo rozó la taleguilla y la partió por gala, pues si llega a dar de lleno en la pierna del torero, se la descuartiza desde la rodilla hasta la ingle.
Sánchez / Barea, Oliveira, González
Novillos de José Luis Sánchez y Sánchez, muy bien presentados y armados, algunos con trapío de toro; 4º recibió tres varas; en general con casta, dieron juego.Antonio Barea: estocada corta traserísima perdiendo la muleta y descabello (silencio); estocada trasera y descabello (silencio). Luis Alfonso Oliveira: estocada caída (silencio); estocada baja (silencio). Ángel González: estocada saliendo empitonado (oreja); dos pinchazos y estocada (vuelta). Plaza de Arganda del Rey, 5 de septiembre. 2ª corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Este dramático pasaje le valió a Ángel González la oreja pues la faena en sí ni valía tanto ni había proyectado en el público especiales sensaciones estéticas. Pudo apreciarse, sin embargo, que Ángel González poseía una excelente disposición para intentar el toreo puro. En las verónicas de recibo se le vio cargar la suerte a modo, ganar terreno paso a paso, y con la pañosa, pues lo mismo.
Templanza faltó a la faena de González con el tercer novillo y también con el sexto, ambos encastados y nobles. En cambio explayaba pinturerías, muy al estilo del matador malagueño Javier Conde. Por el aspecto físico (esparadrapos a salvo) y por los aflamencados modos Ángel González recordaba a Javier Conde.
Los parecidos son inevitables en el arte de Cúchares ya que las jóvenes promociones se miran en las veteranas figuras de éxito. Podría ser el caso de Luis Alfonso Oliveira, que para porfiar los derechazos y los naturales adoptaba las posturas de Enrique Ponce. Luego, claro, le faltaba la veteranía del modelo, su indiscutible oficio, los recursos elementales (como es lógico en un principiante) y la casta de los novillos le desbordaba.
Los de Antonio Barea resultaron dificultosos en grado superlativo, si se comparan con los anteriores, y el joven novillero allegó pundonor y valentía para no dejarse apabullar por las embestidas codiciosas. Arrollado par de veces, empitonado otra, volvía siempre a la cara de los novillos con renovados bríos.
No hubo triunfos, es verdad;pero los tres novilleros evidenciaron que quieren ser toreros. Y si -según se demostró- no les amilana el toro íntegro, es que poseen las condiciones precisas para serlo con todas las de la ley.
Además, hubo emoción. La feria de Arganda, que organiza el ayuntamiento, refrendó su bien ganado crédito de seriedad y respeto por la fiesta. Hay, sin embargo, disconformes con la gestión municipal. Y expusieron sus razones en lo alto del graderío, mediante una pancarta sutil que rezaba así: "El Ayuntamiento no tiene cojones, ni respeta capea, ni defiende tradiciones".
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