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El Juan XXIII de l'Horta

El Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII y reunido en Roma de 1962 a 1965, significó una apertura de la Iglesia al diálogo social y una revisión de sus postulados tradicionales. En la archidiócesis de Valencia, el Concilio no fue asumido por la jerarquía eclesiástica, anclada en el nacionalcatolicismo de la dictadura, pero fue la base que guió la actividad apostólica de movimientos seglares como la Juventud Agrícola Rural Católica (JARC) durante los años sesenta y setenta.El régimen franquista y la cúpula de la Iglesia no podían imaginar que de un grupo de jóvenes excursionistas formados en las escuelas nacionales y dirigidos por un modesto cura de pueblo, Josep Alba, nacerían muchos de los futuros líderes democráticos. La JARC abrió desde el campo una fisura al inmovilismo. El libro L'alba d'un poble: Biografia de mossén Josep Alba (1913-1998), publicado por la editorial Denes, recoge con concisión este capítulo poco conocido de la historia valenciana. Su autor, el filólogo e historiador de Alaquàs, Rafael Roca, analiza la vida de este sencillo sacerdote nacido en Paiporta que, además de ejercer su ministerio en Tàrbena, Agullent, Benidorm y Massanassa, fue el primer consiliario diocesano de la JARC, en la que formó a muchos jóvenes en la cultura de la tolerancia y de un catolicismo abierto. "Alba consagró su vida a dos causas: la fe y la cultura", afirma Roca.

Fue en Massanassa (l'Horta Sud) donde desarrolló la mayor parte de su actividad parroquial y social entre 1950 y 1978. Este pueblo fue su base de operaciones desde donde pondría en marcha, por orden del entonces arzobispo de Valencia Marcelino Olaechea, una rama juvenil agraria de Acción Católica: la JARC. El objetivo de Olaechea era fomentar el apostolado de laicos, pero no intuyó en qué derivaría este experimento. Como afirma el obispo auxiliar de Valencia Rafael Sanus en el prólogo del libro, "Alba era un sacerdote preconciliar y tradicional al que le produjo un profundo impacto el Vaticano II", cuyos preceptos puso en práctica.

Alba contó con la ayuda del también sacerdote José Vila. Juntos recorrieron los pueblos de la archidiócesis creando grupos jarcistas. Las actividades principales de la JARC fueron los campamentos y seminarios; hablar de religiones no cristianas, de libertad en democracia, de ateísmo o de una Iglesia al servicio del pueblo, causó gran influencia en la formación de unos adolescentes acostumbrados a entonar himnos triunfales ante la foto de Franco.

Josep Alba también inculcó a sus alumnos las ideas del cooperativismo y un incipiente nacionalismo basado en la fidelidad al valenciano y en la convicción de la unidad de la lengua catalana. Les estimuló también en el compromiso social. Alba, quizá sin quererlo, fue un maestro de líderes. En los campamentos de la JARC creados por él se formaron algunos políticos conocidos, como Albert Taberner (ex portavoz de EUPV en las Cortes), el alcalde de Meliana, Vicent Ahuir, del BNV, así como el ex alcalde de Aldaia, Enric Luján, del PSPV. También participaron jóvenes que hoy son importantes ejecutivos como Josep Maria Soriano, director de Caixa Popular, o Josep Ferris, presidente de la Fundación Caixa Torrent.

De la JARC surgió también el embrión del cooperativismo de l'Horta. Jóvenes como Francesc Pons, o el mismo Soriano y Vicent Diego, impulsarían lo que hoy es el Grup Valencià Cooperatiu donde están integrados Consum y Caixa Popular. También fue importante la presencia de jarcistas en la constitución de la Unió de Llauradors, así como de los periódicos comarcales más emblemáticos de la transición: L'Horta y 7 Dies de la Comarca.

"Alba era consciente del valor de la palabra escrita como documento histórico y como medio de transmisión de ideas", afirma Roca. Publicó numerosos artículos en Aleluya, Adelante y La Roda, y participó junto a Josep Antoni Comes en la creación de la revista Saó. Toda esta impronta religiosa y cultural que dejó Josep Alba le valió en Massanassa el sobrenombre de "el Juan XXIII de l'Horta".

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