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57º FESTIVAL DE VENECIA

Isabelle Huppert multiplica su talento dirigida por Chabrol

Los actores sostienen un filme de Sally Potter

Si Gracias por el cholocate, la última película de Claude Chabrol, hubiera concursado, no supondría ningún riesgo vaticinar que su protagonista, Isabelle Huppert, ganaría de calle el premio a la mejor actriz. Como siempre que actúa con Chabrol, esta eminente actriz francesa saca de su mínima figura una endiablada energía expresiva que le da arrestos para adueñarse sin esfuerzo aparente de la pantalla. Y la altísima inteligencia del filme se multiplica gracias a ella.

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Desde que en 1988 ganara en este festival, con el filme dirigido por Claude Chabrol Un asunto de mujeres, el premio a la mejor interpretación femenina, Isabelle Huppert ha vuelto a protagonizar otras cuatro películas dirigidas por este gran cineasta, que parece encontrar en ella a la médium inquietante, contenida y secretamente explosiva que su discurso cinematográfico requiere para alcanzar el máximo de su elocuencia y de su eficacia persuasiva. Son estos filmes Madame Bovary (1991), La ceremonia (1995), No va más (1997) y ahora esta Gracias por el chocolate, en la que la pequeña y gigantesca actriz francesa alcanza una de sus cumbres.Pocas veces se ha visto en el cine reciente una representación tan concisa, certera, convincente y, a ratos, casi paradójicamente conmovedora de la absoluta maldad de una mujer como la que alcanza a componer Isabelle Huppert en esta notabilísima -aunque no totalmente redonda, pues contiene dos graves imprecisiones en el guión, que dañan la credibilidad del personaje del marido, muy bien interpretado por Jacques Dutronc- película de indagación en los recovecos malvados de una mente erosionada por las carencias enquistadas en la sociedad que la cerca. La capacidad de la actriz para reducir a la máxima simplicidad ecuaciones muy complejas y tortuosas del comportamiento no deja lugar para la duda: es una de las más grandes intérpretes del cine europeo, una actriz siempre inmensa pero genial cuando se mueve dentro de una imagen ideada y organizada por Chabrol, que ahora, con más de setenta años y medio centenar largo de películas a su espalda, está alcanzando, como su actriz, la cima de sí mismo, la plena posesión de su inteligencia y su mirada.

Dice Chabrol, para radiografiar el fondo de su filme y de su personaje: "La maldad absoluta, la perversidad, es el asunto principal que propone la película, y he intentado contarlo mediante la representación del progresivo desmoronamiento de las certezas más sólidas sobre las que se sostiene nuestra sociedad: los hijos y la familia. La idea de fondo del filme es hacer comprender, o al menos hacer percibir, que las que se consideran realidades más firmes y seguras de nuestro mundo, a medida que el tiempo pasa, se están pulverizando literalmente". De nuevo asoma la matemática maquinaria de la inteligencia subversiva de Chabrol. Su demoledora ironía trágica se pone otra vez en marcha, se filtra por los poros de la pantalla de Gracias por el chocolate e Isabelle Huppert, ya dueña de esa pantalla, absorbe la inteligencia corrosiva de su director, la hace suya y, desde sí misma, desde la mágica química de su gesto y de su genio expresivo exacto y esponjoso, multiplica el ácido escéptico de Chabrol con una rara suavidad, con una sorprendente dulzura que endurece aún más el duro filme.

La compleja sencillez del trabajo de Chabrol y Huppert contrasta con la complicada simplonería que la británica Sally Potter despliega para resolver The man who cried, que comienza muy bien, con fuerza, buen gusto y dolor lírico, pero que poco a poco -debido a la tendencia, por lo visto superior a su sentido autocrítico, de esta elegante cineasta a dejarse seducir por la tentación de la estampita y degradar así lo bello a la condición inferior de bonito- pierde vigor, emoción y, lo que es más grave, calidad de construcción y sentido vertebral, hasta quedarse arrugada, sin esqueleto que la sustente, en la media hora final. La película se sostiene gracias a un excelente cuarteto de intérpretes: Christina Ricci, John Turturro, Johnny Depp y Cate Blanchett. Pero, pese a ellos, la bella musicalidad de este inicialmente bello y finalmente sólo bonito filme acaba desembocando en el mal silencio de la mudez.

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