La vacante más difícil de cubrir
Nadie quiere ocupar el asiento vacío de Manuel Indiano en el Ayuntamiento de Zumárraga. Su asesinato no ha sido sólo el símbolo de cómo ETA entiende su intervención directa en la escena política vasca; es también la constatación de terror que ejerce su entorno sobre cualquier ciudadano: ninguna de las candidatas a quienes correspondería sustituir a Manuel Indiano en el consistorio guipuzcoano (11.000 habitantes) quiere jugarse la vida a cara descubierta. Bastante tienen las tres, dicen, con vivir amenazadas.Renunciaron sin rechistar cuando el cabeza de lista del PP en Zumárraga, Valeriano Martínez, les transmitió el deseo de Manuel Indiano de ocupar la vacante dejada por el número dos, Faustino Villanueva, quien abandonó la política para ayudar en la rehabilitación de un hijo toxicómano. Así ocupó Indiano el escaño municipal pese a haber concurrido en el sexto puesto de la lista.
El problema con el que se enfrenta ahora el PP para mantener la representación municipal es el mismo que encontraría si el asesinato hubiera ocurrido en cualquier municipio vasco de menos de 30.000 habitantes, donde las candidaturas se han completado con militantes del PP de puntos remotos de la Península. Éstos ni son vascos, ni viven allí; ni muestran tampoco el menor deseo de hacerlo.
Por eso Carlos Iturgaiz, el presidente del PP de Euskadi, comenta: "Probablemente el escaño de Manuel seguirá vacío. Si alguna de las candidatas del tercer, cuarto y quinto puesto aceptan, perfecto. En caso contrario -y nosotros desde luego no les presionamos para que cambien de opinión-, la sustitución es imposible. Los siguientes viven en comunidades autónomas donde hay democracia. Es lógico que se resistan a cambiar democracia por fascismo. La verdad es que les comprendo".
Tres ciudadanos vascos se han ofrecido para sustituir en Zumárraga al décimo cargo electo del PP asesinado por ETA. Lo hicieron en un momento de rabia, poco después del funeral, sin percatarse tal vez de que la ley electoral obliga a que corra la lista. Pero el gesto queda. "Y resulta muy esperanzador", reflexiona Iturgaiz, "porque revela hasta qué punto estamos hartos".
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