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A la altura de septiembre

JAVIER UGARTELas cosas se presentan extremadamente complicadas en el escenario político vasco para septiembre. Eso lo ve un ciego. Y, más que complicadas, dramáticas. Dramáticas porque, lamentablemente, violencia y muerte se enredan hoy con lo político hasta extremos nunca antes conocidos. No es que haya más violencia, es que ésta condiciona completamente la vida pública. Eso lo enturbia todo, todo lo pervierte un poco, aparte de la tragedia personal de quien lo sufre.

Se presentan dramáticas porque la situación es de tal gravedad que exige un desenlace más o menos inmediato si se quiere evitar un deterioro irreversible del ámbito político vasco (sea éste "de decisión" o no, y perdóneseme el guiño). No hay hoy en occidente otra entidad política más o menos soberana que esté pasando por una trance así. Quebec no es comparable, y el Ulster ha vivido en abierta guerra civil, en un estado prepolítico que aquí nunca se dio.

Así las cosas, no queda sino una meta deseable: recobrar o rehacer el originario contrato social (algo más que las instituciones, con ser éstas pieza angular). Y, para ello, sólo hay un instrumento útil a considerar: un gobierno tranquilo de concentración y concordia contra la tiranía. Un gobierno de los partidos democráticos (articulando Gobierno vasco y diputaciones). Un gobierno que visualice ante la sociedad un escenario de entendimiento sustantivo y discrepancia leal. Un gobierno que restituya el valor noble de lo político y aplique la ley como reguladora de la convivencia y, cómo no, protectora frente a la tiranía. Esto produciría un efecto esperanzador inmediato e implicaría una pedagogía política y moral de largo alcance.

Claro que ése es un desideratum, algo que está en el terreno de lo deseable y alcanzable, pero más allá del juego político que hoy se hace. Descendiendo a la política efectiva, las cosas están ciertamente de otro modo. El PNV está metido en una dinámica infernal que difícilmente va a resolverse de forma no traumática, como aún se pretende; el PSE no acaba de marcar una política propia y al PP, el tercer partido llamado a entenderse, le va demasiado bien hoy por hoy.

Las iniciativas políticas en marcha resultan todas partidistas y de escaso calado estratégico. La oferta del lehendakari, hecha hace demasiado tiempo, no busca aún sino perpetuar una situación favorable propiciada por una tregua que, está claro, nunca se produjo en realidad. La exigencia de elecciones anticipadas, con ser democráticamente impecable e incluso interesante, pilla en evidente situación comprometida al PNV; es correcta pero inoportuna (estas cosas también cuentan en política). La propuesta de diálogo del PSE nació muerta. Y el nuevo foro que parecen auspiciar sectores del PNV y EA no es sino un balón de oxígeno ante el fracaso de Lizarra y un vacuo intento de centrarse (más topológica que realmente: a un lado, HB, al otro, el PP) evitando con ello un acuerdo parlamentario.

Para corregir ese estado de cosas harían falta políticos de raza con espíritu de estadistas y no meros aficionados de la política o personajes con ínfulas carismáticas. Uno echa de menos aquella pugna de 1982-1983 sobre la LTH, en la que los actores estaban a la altura del drama y defendían con inteligencia posiciones interesadas o no, pero comprensibles (con un solo efecto que muchos lamentamos: la ruptura del PNV). Aún más los años de la transición y la negociación del Estatuto. Hoy, sin embargo, la política se ha hecho casi pueril.

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Quedaría el ciudadano. Pero la virtud cívica resulta muy costosa (y no siempre deseable). Hace tiempo que en Euskadi no se potencia la ciudadanía activa; más bien ocurre lo contrario (Gesto o Víctimas han nacido siempre a contracorriente). Hoy la vasca es una sociedad especialmente desapegada de lo político, más ocupada de la vida privada y social. Pero no por encontrarse saludablemente tranquila respecto a sus cotas de libertad, sino por hastío.

Así las cosas, aunque lo deseable es renovar un acuerdo social básico a través de un gobierno de concentración, las posibilidades de que eso se produzca son más bien remotas.

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