Yo tenía un cocker
Mi protesta por la actuación médica llevada a cabo con mi mascota en el hospital Clínico Veterinario de la Univesidad Complutense (historial 18.656/00).Yo tenía un cocker de nueve años de edad, al cual mi veterinario habitual le diagnosticó un problema de corazón, unido a un problema de tiroides. Tras las pruebas pertinentes, comenzó un tratamiento al cual respondió bien. Por lo demás, era un animal de aspecto saludable, con buen apetito y muy feliz.
Para mi tranquilidad, y para contrastar la opinión de mi veterinario con la de otros facultativos, acudí al mencionado hospital, donde aquéllos manifestaron un diagnóstico en términos parecidos al anteriormente expuesto. En esa primera visita, en fecha 25 de mayo de 2000, el animal fue atendido por el doctor Ángel Sainz, quien le realizó un reconocimiento general, remitiéndome posteriormente a la cardióloga.
En la segunda visita a dicho hospital, en fecha 2 de junio de 2000, fue atendido por la cardióloga, quien le prescribió un tratamiento al cual respondió aparentemente bien. Dicha doctora nos remitió, a su vez, a la endocrinóloga de este mismo centro.
En mi tercera visita a dicho hospital, en fecha 7 de junio de 2000, nos recibió la endrocrina, acompañada de tres auxiliares. Me pidieron que les comentara cuáles eran los síntomas del animal y me hicieron prácticamente las mismas preguntas que en su momento me hizo la cardióloga, y que figuraban en el informe que estaba encima de la mesa. En esa visita, la endocrinóloga me indicó que debía volver a consulta en unos 15 días.
Transcurridos los citados 15 días, acudí a consulta el día 21 de junio de 2000. En primer lugar, me comunicó que el resultado de la analítica efectuada a partir de las extracciones realizadas en la visita anterior estaba bien. Asimismo, me comentó que el día 21 quería volver a reconocer al animal y estar presente en su consulta. Una vez en la consulta, la endocrinóloga me contestó, de forma poco correcta y desagradable, que la cardióloga estaba sacando muestras fuera del centro hospitalario. Sin efectuar ningún tipo de reconocimiento sobre el estado de su corazón, después de 15 días, la endocrinóloga indicó a los auxiliares que allí estaban que procedieran a extraerle sangre, abandonando acto seguido la consulta.
Uno de ellos lo intentó llevar a cabo, pero, tras dos o tres intentos, le comunicó a otro de sus compañeros que lo hiciera. Éste, al ver que tampoco podía, le indicó a otro de sus compañeros que lo efectuara él. Ante esta situación, y dado que, según me comentaron, no encontraban la vena, manifesté textualmente: "Ya está bien de hacer sufrir al animal. Padece un problema de corazón. Por favor, que venga una persona experta para llevar a cabo la extracción", a lo que uno de ellos manifestó: "Usted, cuando viene aquí ya sabe a lo que se expone", comentario que no entiendo dado que este centro factura por sus servicios.
Cuando a los pocos minutos la doctora regresó a la consulta, sin mediar palabra y con actitud agresiva, extrajo la sangre a mi mascota. A continuación, la citada doctora procedió a ponerle dos inyecciones seguidas (la protección de plástico de las mencionadas inyecciones la retiró con la boca) de una sustancia cuyo nombre desconozco, con intención de comenzar a tratar el problema de tiroides. Una vez inyectada la sustancia, me dijo que lo bajara de la camilla y, al depositarlo en el suelo, el animal se desvaneció de inmediato.
Tras la sorpresa inicial, la endocrinóloga y su equipo decidieron trasladar el animal a otro lugar, con intención de reanimarlo. Esto ocurrió aproximadamente a las once del día 21 de junio. A las 13.00 del citado día 21, la doctora responsable de la unidad de cuidados intensivos me comunicó que el animal tenía que permanecer en la UCI, que me marchara a casa y que estaríamos en contacto. El día 23 de junio, a las 5.00, me telefonearon para comunicarme que mi mascota había fallecido.
Analizados los hechos, deseo manifestarles mi convencimiento sobre la existencia de un hecho cierto de negligencia médica.
A todo esto tengo que añadirle que el viernes día 23, cuando fui a recoger el cuerpo del animal, el jefe del área me comunicó que los gastos ocasionados los cargaría a su presupuesto. El lunes día 26, a primera hora de la mañana, tras mi llamada telefónica para solicitarle un informe de todo lo ocurrido, me comunica que no está claro que el hospital vaya a correr con los mismos. De nuevo, ese mismo día 26, por la tarde, recibo una llamada del jefe de área para confirmarme que no puede asumir el importe total de los gastos, con lo cual, el hospital me enviará una factura por un importe aproximado de 15.000 pesetas más IVA.- Manuel Regalado Caba. Madrid.
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