De la barbarie a la reconciliación
El Museo Gernika es la constatación gráfica de los avances tecnológicos del siglo aplicados a la guerra, primer terreno en el que se experimentan los descubrimientos que realiza la humanidad. La pequeña localidad vizcaína, sede de la Casa de Juntas, uno de los símbolos de los fueros vascos, tiene el trágico honor de ser la primera población civil sometida a un bombardeo aéreo, desde que aquel 26 de abril de 1937 los aviadores de la Legión Cóndor alemana que luchaba junto a las tropas de Franco arrasasen durante tres horas el casco urbano de la villa. Aquella matanza, que dio lugar a la que posiblemebnte sea la obra más famosa de Picasso, no cayó en el olvido en ningún lugar del mundo y menos en Gernika, cuyo Ayuntamiento abrió hace dos años este centro destinado a su recuerdo.Ubicado en el antiguo edificio de los juzgados, todo el recorrido por el museo gira alrededor de aquel bombardeo, en el que fallecieron unas 1.500 personas. Pero los responsables del museo no han querido remitirse únicamente a los hechos de aquel lunes de mercado, sino que han buscado que se convierta también en un centro por la paz. La exposición que en estos días (hasta el 30 de septiembre) se ubica en su planta superior es buena muestra de ello: la colectiva Arte hacia la reconciliación en la que participan 50 artistas de todo el mundo. Entre ellos, se encuentran Günter Grass, con uno de sus grabados, y Nick (Huynh Cong) Ut, con la famosa fotografía tomada en 1972 de una niña vietnamita desnuda y quemada por el nalpalm corriendo delante de soldados norteamericanos.
O esa otra colección de fotografías de ciudades masacradas como Gernika. Imágenes de Dresde, Hiroshima o Nagasaki, herederas directas de Gernika; y otras de Guanghi (Vietnam), Bagdad (Irak), Grozni (Chechenia) o Tuzla (Bosnia) que muestran la barbarie contemporánea.
Así y todo, el núcleo duro del museo lo conforma el ataque de la Legión Cóndor. A partir de una cuidada colección de fotografías acompañadas de pequeños textos explicativos, el visitante recibe una completa información de aquella matanza, con la introducción de detalles que buscan contextualizar el acontecimiento para quienes acuden hasta Gernika de fuera del País Vasco.
El primer capítulo, bajo el título Entre la realidad y el símbolo, repasa la situación y la historia de la villa hasta llegar a mediados de los años treinta, cuando se había convertido en una localidad con un importante mercado y una industria de armas floreciente. Sin olvidar, que es uno de los referentes simbólicos para los vascos por la Casa de Juntas y su roble centenario.
Una vez que el visitante ya se ha puesto en contexto, se entra en la explicación de los acontecimientos que se iniciaron el 18 de julio de 1936 con el golpe de Estado de Franco y la guerra civil. En 1937, Gernika tenía 7.000 habitantes, más unos 3.000 refugiados que escapaban del frente de guerra, situado a sólo 25 kilómetros. Aquel 26 de abril era un lunes de mercado y la localidad se encontraba todavía mas poblada por las numerosas personas que habían acudido a esta famosa feria.
La fuerza aérea alemana necesitaba un campo de pruebas para los aviones de última generación que completaban el concepto de guerra total diseñado por los nazis. Y en el País Vasco se aplicó por vez primera: el 31 de marzo en Durango, como refleja el panel número 12 de la exposición, y casi un mes después, en Gernika, como se desarrolla en los siguientes paneles que hasta el número 29 recorren minuciosamente los hechos de aquel día, con especial atención a los tres ataques que realizó la aviación alemana. El primero fue con bombas destructoras, al que siguió un segundo con proyectiles incendiarios. El tercero consistió en un ametrallamiento generalizado de la ciudadanía.
En tres horas, los aviones alemanes y algunos italianos, arrasaron la localidad, que, además de esta masacre, tuvo que sufrir la ignominia difundida por el franquismo durante casi 40 años de que aquella destrucción había sido obra de sus propios habitantes. Así se recoge en la última parte de la muestra que incluye documentación sobre los días posteriores a la tragedia.
La reconstrucción de Gernika, a partir de las directrices de Manuel María de Smith e Ybarra, a la que siguió -bastante más tarde en el tiempo- la colocación del mausoleo en el cementerio para conmemorar a todos los fallecidos aquel día aciago, ponen el punto final a este repaso por una excepcionalidad que nunca buscó la ciudad que acoge este museo.
LO QUE HAY QUE VER
La exposición fundamental del Museo Gernika se completa con otras que tratan de recoger la memoria de la villa foral y la de sus habitantes contemporáneos, así como el recuerdo de aquellos que fueron víctimas del fascismo en el País Vasco en los años treinta y cuarenta. Así, se repasa la historia de Gernika a través de una serie de acuarelas de Fernando Hierro en las que se trata de seguir la evolución de la villa hasta principios del siglo XX, desde aquel puerto comercial de la Edad Media (ubicado justo debajo de donde el visitante disfruta de la exposición, hoy centro del pueblo y que en el siglo XVI era parte de la ría de Urdaibai).Otra de las muestras paralelas es la que presenta la copia de los bocetos que realizó Pablo Picasso para su mundialmente famoso cuadro Guernica. Los originales de dichos bocetos se pueden ver en la actualidad en el Museo Reina Sofía, de Madrid, junto al óleo que llevó el artista malagueño a la Exposición Universal de París del mismo año 1937.
Pero también se ha contado en la instalación con la colaboración de artistas locales, como Sofía Gandarias, que ha realizado un mural de siete por dos metros en forma de tríptico con el que pretende reflejar la desolación que siguió a aquellas tres horas de bombardeo infernal, que paró el reloj de la iglesia de San Juan hasta hoy.
Otro artista convocado por el Museo Gernika es el australiano William Kelly, quien, a lo largo de cinco meses y dos estancias en la localidad vizcaína, creó el dibujo Gernika Lekukotasuna, un reflejo foráneo de un acontecimiento por el que pasaron algunos de los protagonistas de Espetxean 1937-1942, exposición que albergará el museo durante los próximos tres años y que recoge la vida de los prisioneros vascos en las cárceles franquistas (especialmente en los penales de Santoña y de Burgos) después de que cayera el frente del Norte en la guerra civil en el año 1937. Esta muestra fue organizada por la Fundación Sabino Arana.
DATOS PRÁCTICOS
Dirección: Foru Plaza, 1. Gernika.Teléfono: 94 6270213.
Horario: de lunes a sábado, de 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 19.00; domingos, de 10.00 a 14.00. Del 15 de junio al 31 de agosto, de lunes a sábado, horario continuado de 10.00 a 19.00; domingos, de 10.00 a 14.00.
Entrada: 350 pesetas; 300 pesetas (estudiantes, jubilados y grupos); los menores de 16 años pueden entrar gratis.
Fecha de inauguración: El Museo Gernika se abrió, de forma continua, el 7 de abril de 1998 con la intención de ser el museo de la Gernika del pasado -símbolo de la libertad, los fueros y la democracia- y de la Gernika del presente, del tal modo que a partir del bombardeo de 1937 sea un símbolo de la paz y la reconciliación.
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