FERNANDO TRUEBA RETRATA CON PASIÓN LA MÚSICA DE LOS GRANDES DEL JAZZ LATINO
'Calle 54', el documental de Fernando Trueba sobre el jazz latino presentado ayer en Santiago de Compostela, es un retrato de ritmos, rostros y leyendas como Cachao, Tito Puente, Paquito D'Rivera y Michel Camilo.
Entre las múltiples y variadas manifestaciones que Santiago de Compostela está desarrollando a lo largo de este año como capital europea de la cultura, el jazz, en su flexible y rica variante latina, va a constituir uno de los platos fuertes indiscutibles. Para darle aún mayor realce, estaba previsto que el ciclo de conciertos programado se abriera, al filo de la medianoche de ayer en la plaza del Obradoiro, con el esperado estreno de la película que Fernando Trueba ha consagrado a esta música.La elección de escenario no ha sido arbitraria. Según el director, la organización compostelana confió en la idea mucho antes de que se empezara a rodar y ese acto de fe merecía justa correspondencia. Para cumplir la promesa, Trueba ha tenido que apretar a fondo el acelerador, porque apenas a dos días vista del estreno, todavía se encontraba talonando el color en un estudio parisiense. "La copia número uno está tan calentita que estamos aquí casi de milagro", admitió.
El título por el que hasta ahora se conocía el proyecto, Latino jazz, ha sido descartado en favor del de Calle 54. Trueba ha preferido evitar términos restrictivos para plasmar con más precisión el talante abierto y polifacético de las músicas improvisadas de raíz latina. Al mismo tiempo, también ha encontrado el modo ideal para preservar el espíritu de las intensas emociones experimentadas en los Sony Music Studios -los únicos con dotación técnica suficiente para afrontar una empresa de esta envergadura-, ubicados en la citada calle neoyorquina.
En declaraciones previas a la proyección, Trueba insistió en que el director cinematográfico era, al menos en esta ocasión, la figura menos importante porque lo fundamental era captar la música en estado puro y espontáneo. "La película no es más que la reproducción de la realidad, y la realidad son los músicos", afirmó, "quería que el cine estuviera al servicio del sonido y no al revés. No soy un especialista en jazz. Sencillamente me muevo por el principio del placer y huyo de cualquier cosa que me levante dolor de cabeza. Llevo años disfrutando con esta música y quería devolverle de alguna forma lo que me ha dado a mí. Me parecía que ya era hora de que el cine le prestara algo de atención al jazz. En muchos aspectos ha sido un desafío, porque me tenía que situar en paralelo con la música para captar algo que iba a suceder de forma espontánea. La toma buena siempre era la escogida por los músicos, aunque hubiera otras con mejores planos. Lo que quiero es que esta música llegue a más gente para que aprenda a amarla". Trueba también salió al paso de las posibles sospechas de oportunismo tras el éxito de la película de Wim Wenders Buena Vista Social Club. "El proyecto de Calle 54 es muy anterior a que Wenders conociera siquiera la existencia de Compay Segundo. Aquí no hemos partido de un éxito de ventas discográfico, sino de la calidad y del amor a esta música".
Resulta evidente que el director y el resto del equipo responsable de la idea no han regateado esfuerzos. La película, rodada con un presupuesto aproximado de 400 millones de pesetas, recoge entrevistas como complemento a las actuaciones en estudio de músicos del calibre de Chico O'Farrill, Chucho Valdés, Paquito D'Rivera, Gato Barbieri, Michel Camilo y Chano Domínguez, único representante español de la muestra. Buena prueba de que la realidad superó las previsiones más exigentes, es que durante los dos meses y medio que duró el rodaje se acumularon más de 70 horas de material, de las cuales sólo 100 minutos han sido seleccionados para la copia definitiva. "Tengo más que suficiente para hacer una historia del jazz latino puesta al día y algo que habrá que hacer con el resto", continuó Trueba, "la película ha sido un auténtico regalo para todos los que participamos. Al empezar, ningún técnico del estudio conocía a los músicos, pero al tercer día todos aplaudían al final de cada pieza y nos preguntaban cómo podían conseguir sus discos. Cuando acabábamos una sesión especialmente buena pensábamos que aquello no se podía mejorar, pero al día siguiente volvíamos a sorprendernos".
Algunos de los verdaderos protagonistas del filme también mostraron su plena satisfacción con el resultado final. El saxofonista cubano Paquito D'Rivera recordó que la influencia latina en el jazz no es reciente, sino que se remonta casi a principios de siglo, aunque advirtió que los ingredientes de la mezcla actual deben sopesarse con especial cuidado. "En caso contrario se puede caer en lo que yo llamo síndrome Carmen Miranda", concluyó. En la misma línea, el pianista gaditano Chano Domínguez señaló que "el jazz tiene la virtud de impregnar todo lo que toca, y de permitir a la personalidad de cada uno manifestarse en libertad", y elogió la filosofía de trabajo de Trueba: "Cuando asistí a las primeras pruebas tuve la impresión de estar viendo lo mismo que había visto desde la banqueta del piano".
Como resaltó el pianista dominicano Michel Camilo, la película tiene el valor añadido de recoger una de las últimas apariciones del gran Tito Puente antes de su muerte. Otra pincelada de nostalgia, bien viva y activa esta vez, procede del compositor y director de orquesta Chico O'Farrill, filmado en blanco y negro con clara intención conceptual, en una versión reducida de su emblemática Afrocuban suite. Esa oportuna mirada al pasado es una de las pocas licencias históricas que se ha permitido Trueba. Si acaso, también cabe incluir en este apartado la íntima alianza del pianista Bebo Valdés y el contrabajista Cachao en un abrazo musical entre veteranos entrañables, y el dúo del propio Bebo con su hijo Chucho. El resto se orienta al futuro con sugerentes encuentros entre músicos jóvenes que no habían grabado anteriormente, y hasta propone felices recuperaciones de instrumentistas, caso de Gato Barbieri, alejados en los últimos tiempos de su calidad de antaño.
Trueba considera que aunque su película quizá no se parezca en nada a Cantando bajo la lluvia, todavía tiene aires de musical. "Un musical no tiene necesariamente que salir de Broadway, ni tener a Judy Garland cantando. Podría pensarse que las escenas más frecuentes en la historia del cine son de besos o de tiros, pero lo cierto es que probablemente sean las de músicos tocando", dice, "así que filmar por enésima vez a un grupo de instrumentistas desde una perspectiva original fue uno de los retos principales de la película, sobre todo porque, además, esta música tiene una personalidad definida que requiere una forma de narrar determinada. La solución fue mover la cámara, huyendo del concepto estático de la televisión y de la retransmisión convencional de conciertos. Como preparación para afrontar este proyecto me sirvieron mucho los trabajos anteriores con Michel Camilo; él ha sido mi cobaya para conseguir una experiencia, tanto en el plano visual como en el sonoro. En general, me interesa el cine que tensa el pecho de emoción y aquí las imágenes están al servicio de una música que la transmite de verdad".
Este lujo de medios reciente contrasta con el trato, a menudo algo paternalista, sufrido por los primeros músicos latinos al llegar a EE UU. Camilo dio su versión de los hechos remitiéndose a sus principios en la tierra del jazz: "En Santo Domingo todos los músicos queríamos sonar bebop", recordó el pianista, "pero cuando en 1979 me trasladé a Nueva York procuré colar de vez en cuando algún montunito que a los músicos de allí les encantó. De hecho, solían pedirme que insistiera por ese camino, y yo me aferré a esa entidad para sacar fuera mi melancolía por haberme alejado de mi familia y de todo lo demás. Así conseguí evitar convertirme en un simple clon de los estadounidenses. Lo bonito de la película de Fernando es que muestra toda una acuarela de colores y confirma que el jazz no tiene una sola cara".
Podría resumirse que el propósito de Calle 54 es reclamar un lugar bajo el sol de la música hecha por latinos. Los tiempos en que los emigrantes querían sonar igual que los modelos estadounidenses han pasado, y Trueba se ha propuesto dar fe de ello.
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