Los escondites del traficante de pornografía infantil

La Guardia Civil posee un perfil muy definido del distribuidor español de pornografía infatil. Hombre de unos treinta años, sin antecedentes penales, movido básicamente por el afán de lucro. "Él no suele ser pederasta, pero los que visitan sus páginas, sí. Y gracias a ellos, el primero puede ganarse unas 400.000 pesetas al mes. Ofrece suscripciones mensuales para acceder a sus productos al precio de unas cinco o seis mil pesetas, aunque las hay de hasta cien mil. Se paga siempre en dólares", señala un agente.
"El problema", añade la citada fuente, "es que aunque el tipo opere desde un pueblo de Extremadura, coloca su mercancía en servidores radicados en Rusia o China".
El servidor al que se refiere el portavoz de la Guardia Civil es la compañía a través de la cual se accede a Internet, se navega por la Red y se emite y recibe el correo. "Servidores en el mundo hay más que perros descalzos", indica el citado agente. "Y si conseguir información de los servidores españoles es imposible, a menos que presentemos una orden judicial... con los extranjeros resulta algo kafkiano. Para que China, Rusia o un pequeño país del Pacífico te aprueben una comisión rogatoria se tarda tres años. Y eso en el caso de que te la concedan. Estados Unidos, que es el país más desarrollado en esto, emplea seis meses en concederla. Y muchas veces, cuando te la conceden, el servidor ya ha alertado al pederasta de que está la policía llamando a la puerta y se marchan", lamenta el portavoz.
"Además, la legislación varía mucho según la nación de que se trate. Los países nórdicos europeos tienen bastante manga ancha y los pederastas lo saben".
Tanto la Guardia Civil como los agentes de la Unidad de Delitos Tecnológicos de la Policía coinciden en señalar que el cibernauta medio ha dejado de asomarse a estas imágenes como si fuesen algo exótico y lo miran como lo que es: un hecho flagrante donde se ha manipulado, abusado y vejado a niños indefensos. De ahí que las autoridades cuenten con tantos voluntarios dispuestos a denunciar los escondites de los pederastas.
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