_
_
_
_
_
Reportaje:VERANO 2000ESCUELA DE CALOR

Voluntarios para limpiar Doñana a pleno sol

Reyes Rincón

La idea de que los campamentos de verano son sólo una alternativa para las vacaciones de los más pequeños hace ya algunos años que se quedó obsoleta. Los jóvenes, quizás con nostalgia de las colonias infantiles, se decantan cada vez más por ocupar parte de sus vacaciones entre sacos de dormir, lociones antimosquitos y, sobre todo, rodeados de otros jóvenes con los que, de entrada, sólo saben que comparten generación y algunos intereses. Es el caso de los 20 que este año se han matriculado en el campo de voluntariado que, desde el pasado viernes y hasta el próximo domingo, se desarrolla en el Parque Nacional de Doñana.La mayoría de los jóvenes que se han sumado a este programa lo han hecho para pasar unos días en contacto con la naturaleza. Sin embargo, los organizadores aspiran a más: pretenden que los voluntarios se sensibilicen con el medio y, de paso, contribuyan a su mejora. Para ello, han previsto una serie de actividades al aire libre que van desde la limpieza de las playas de El Rocío al desenterramiento del cráneo de una ballena. Según Roberto Martín, monitor ambiental de la empresa Doñana Educa y coordinador del campo, el trabajo que realizan estos jóvenes es bastante duro, sobre todo, debido a las altas temperaturas que se están registrando durante los últimos días, por lo que no tienen más remedio que alternar las jornadas más arduas con otras más relajadas.

"Por la mañana es cuando más te cansas porque salimos a andar para hacer el trabajo que toque ese día, lo que pasa es que también es lo más bonito", asegura Mariángela Guinda, estudiante de tercero de Medio Ambiente en Sevilla. Como ella, la mayoría de los jovénes que participan en este programa estudian los últimos cursos de carreras relacionadas muy directamente con la naturaleza, como Biología, Ingeniería forestal o agrícola, aunque el campo estaba abierto a todos los españoles de entre 18 y 30 años.

Muchos de estos estudiantes se plantean esta experiencia como unas prácticas de verano complementarias a la saturación de teoría que reciben en la Facultad. "Al que le gusta el campo quiere verlo, no mirar las cosas en libros, laboratorios o cajitas con escarabajos disecados" asegura Eva, que acaba de terminar cuarto de Biología. "Lo que pasa es que eso es más cómodo para los profesores y más barato para la Universidad", sentencia.

En el campo de voluntariado también hay tiempo para las charlas magistrales, pero, según Eva, de ahí parte otra de las grandes diferencias entre la Facultad y estas jornadas: mientras en las clases "los profesores se van mucho por las ramas", los técnicos de Doñana tienen la capacidad de mantener "con la boca abierta" a los jóvenes durante varias horas seguidas.

La mayoría de estas charlas tienen lugar por la tarde, antes de que empiecen las actividades más relajadas del día: juegos, observación de las estrellas, fiestas, pernoctas en la playa y alguna que otra salida nocturna hasta altas horas de la madrugada. "Creo que ninguna noche he dormido más de tres horas, pero ni lo noto. Ya dormiré cuando llegue a mi casa", comenta Eva. Desde el primer día, los monitores les dejaron claro que podían divertirse lo que quisieran, pero que los horarios de trabajo hay que cumplirlos y eso significa madrugar bastante.

La mayoría de las jornadas comienzan a las 8.30, aunque todo depende de las actividades programadas. Ayer, por ejemplo, a las 6.00 ya estaban en planta para acudir al Cerro de los Ánsares a recoger plomo procedente de perdigones empleados en caza y evitar así que las aves de la zona se envenenen con su ingestión. "Hacemos y conocemos cosas que yo no sabía ni que existían, y lo mismo pasa con los lugares a los que vamos", comenta Mariángela Guinda, que reconoce que uno de los privilegios de asistir a este campo es la posibilidad de acceder a espacios de Doñana vetados para el público común.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Por muchos de estos lugares pasan sólo de visita o de camino a otro destino. Otros, sin embargo, se convierten en sus centros de trabajo y son los que esconden las mayores sorpresas: el sábado, por ejemplo, mientras limpiaban las marismas del Rocío, encontraron más de una corona de flores y algún que otro cofre con las cenizas de un rociero fervoroso.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Reyes Rincón
Redactora que cubre la información del Tribunal Supremo, el CGPJ y otras áreas de la justicia. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora de información local en Sevilla, corresponsal en Granada y se ha ocupado de diversas carteras sociales. Es licenciada en Periodismo y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_