¿A salvo?. Artículo de Javier Mina
El Riau riau donostiarra se llama Salve, es decir ese espacio público que no se puede utilizar sólo porque unos cuantos partidarios de las fiestas muy participativas se empeñan en sembrarlo de cascotes y tornillazos tal vez para que con ello brote alguna planta rara. Bueno, a decir verdad, Salve habrá -la Salve constituye toda una salvedad-. Lo que no tendremos es el paseíllo que la corporación realizaba entre la casa consistorial y la de Dios, que por estrictas razones teológicas también es de Santa María. Nunca ha estado mal aprovechar las contadas ocasiones en que la autoridad se exhibe con toda su pompa y circunstancia para burlarse un tanto de ella a fin de que no se le suban los humos durante las fases de latencia, o sea cuando manda y administra sin ningún esplendor. Pero una cosa era bajarles los humos y otra muy distinta convertirlos en humo, como empezaron a hacer los celebrantes del fanatismo a base de lanzar pirotécnicas botellas de gasolina en aras de una sociedad... ¡más justa!Frente a semejante política de tierra quemada parecía sensato suprimir la ocasión, a menos que los munícipes desfilaran con trajes ignífugos y extintores aún a riesgo de parecer menos un cuerpo consistorial que uno de bomberos. Sin embargo, no deja de tener su chispa que los más hayan de ceder ante los no ya menos, sino ínfimos. Sería oportuno recordar que aquello del menos es más sólo funciona en algunas parcelas del arte por lo que quienes así piensan y actúan mejor harían en dedicarse al macramé, o al esoterismo puesto que tan familiarizados están con las transmutaciones, la levitación -¿no quieren hacer volar un país?- y las oscuridades. De hecho, deberían haberse ido con el séptimo salón del ídem que se celebró hasta ayer mismo en el palacio Miramar.
Y ahí le duele. Donosti se precia de su gran oferta multicultural y no tiene empacho en meter en el mismo saco -y emplazamien-to- la Universidad de verano y el salón del esoterismo, a lo mejor porque aquélla tiene mucho de mejunje mágico -quien la toma, alucina- mientras éste enseña más de lo que parece. Porque así es para perdición de incrédulos y escépticos.
Entre las muchas purgas de Benito ofrecidas por los superpoblados tenderetes -de creer más en sus semejantes que en los talismanes, los allí reunidos daban para sacar dos concejales- destacaba una muy apropiada para las fiestas en general y éstas en particular: "Eligiendo una fracción de botellas puedo acceder a los mensajes de tu alma. Y tú puedes elegir la botella terapéutica que necesites". Antes a eso no se le llamaba brujería sino bar, pero con tanta globalización cualquiera sabe.
Lo que resulta indudable es que hay una muchachada que no hace falta que meta el mensaje en la botella y nos lo lance a la crisma para descubrirles lo más hondo, por no decir que la botella de sus terapias ni siquiera contiene kalimotxo, sino octanos y plomo. Nada tiene de extraño, pues, que corporativos y feligreses reivindiquen la Salve en vez de tan ardiente magia, ello sin empacho de que algunos prefiramos la madresalve, digo, la madreselva.
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