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"Vete a tu país, negro"

El número de ultraderechistas violentos en Alemania aumentó en 1999 un 10% respecto al año anterior

Pilar Bonet

Mohamed Abdoul Razán regresa antes del anochecer a su domicilio en las afueras de Wittenberg, a 100 kilómetros de Berlín. Los dos jóvenes que le golpearon el año pasado cumplen penas de libertad condicional y no se acercan por ahí, pero otros merodean por la noche en torno a su hogar, en un edificio prefabricado donde vivieron obreros de la antigua República Democrática Alemana (RDA). De madrugada, hacen sonar el timbre y le gritan: "Vete a tu país, negro".Mohamed llegó de Togo en 1992 y está casado con una alemana blanca, con la que tiene una hija. Ha cerrado la tienda de objetos africanos que regentaba porque no le daba para vivir. Desde entonces está en paro y compite con sus vecinos por una colocación o un subsidio social en Sajonia-Anhalt, la región que, con un 20% de paro, tiene el índice de desempleo más alto del Este (17%) y del Oeste (7,5%) de Alemania. A Abdoul, como le llaman los amigos, le gusta Wittemberg. Actúa en un conjunto de raegge y en otro de percusión. Estaría contento..., si no fuera por esa "minoría" xenófoba que le impide "relajarse".

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A fines de julio, tres jóvenes en paro le pegaron fuego a un restaurante chino. La extrema derecha local, sin embargo, no está organizada y los incidentes son esporádicos, nos dice un alemán blanco que prefiere guardar el anonimato, pero que también dice haber sido golpeado por ultraderechistas. Extraña normalidad la que aparece en las grietas de la vida cotidiana en provincias.

En Dessau las cosas están más claras. Alberto Adriano, un ciudadano alemán de origen mozambiqueño, murió en junio de una paliza en esta ciudad, también situada en Sajonia-Anhalt. Adriano estaba casado con una alemana blanca y, a diferencia de Abdoul, pertenecía a un contingente de africanos que se consideran integrados en la sociedad porque llegaron en tiempos de la RDA y estaban en Alemania cuando se produjo la reunificación. No le sirvió de nada. Los ultraderechistas le mataron de noche, en un céntrico parque, a pocos metros de su casa.

El racismo, la xenofobia y la violencia contra los débiles, cualquiera que sea el color de su piel, no son fenómenos nuevos ni tampoco exclusivos de Alemania. La profusión de incidentes de las últimas semanas ha centrado la atención de los medios, pero habrá que esperar para saber cuáles han sido los cambios cualitativos que se han producido en el problema. En su informe de 1999, la oficina de defensa de la Constitución de Alemania constataba que la familia ultraderechista con sus diversas subculturas aglutina a menos gente que en el pasado y está más atomizada (52.400 personas en 134 grupos en 1999, frente a 54.100 personas organizadas en 114 grupos en 1998). El informe revelaba, no obstante, que el potencial para la violencia era mayor entre los cabezas rapadas y entre los neonazis. Dicho de otro modo, había 9.000 personas potencialmente violentas (un aumento del 10% respecto al año anterior) en los sectores ultraderechistas.

El peligro que los defensores del Estado de derecho ven en el Partido Nacional Democrático de Alemania (NPD), uno de los tres principales grupos de ultraderecha, no reside en su número de militantes (6.000) ni en su escaso éxito en las urnas, sino en su forma de operar, en su colaboración con los neonazis y en la forma de instrumentalizar el entorno para diversificar riesgos y no poner en peligro la propia legalidad. El uso de explosivos en algunos de los incidentes de este año inquieta a las autoridades, que temen la aparición del terrorismo organizado de extrema derecha.

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A los efectos, poco importa que no se haya demostrado la responsabilidad de la extrema derecha en el atentado ocurrido en una estación de metro de Düsseldorf el 27 de julio, cuando diez personas, mayoritariamente judíos procedentes de países de la ex URSS, resultaron heridas al hacer explosión una granada.

Una novedad de este verano es el enfoque económico que ha desbancado la argumentación moral en la lucha contra la extrema derecha. Matar a patadas a un vagabundo, como el que fue pisoteado en julio en la isla de Usedom (Mecklenburg-Pomerania Occidental) es "políticamente incorrecto", no sólo porque se trate de un prójimo indefenso, sino porque asusta a los inversores y a los especialistas en informática que Alemania necesita para reactivar el Este.

En nombre de "la imagen de Alemania en el extranjero", los políticos, los dirigentes de las asociaciones empresariales, los banqueros y sindicalistas condenan el racismo. También los esclavos del nazismo han sido indemnizados en nombre de la imagen de Alemania. "Buenos son estos argumentos si dan resultado", exclama un alto funcionario del sistema de justicia alemán.

"Los razonamientos económicos y la represión policial no compensan, sin embargo, la falta de valor cívico, la indiferencia ciudadana o emocional ante la violencia", advierte el funcionario. "Los alemanes se quedan tranquilos cuando la autoridad hace algo, y esa tranquilidad es todo lo contrario de lo que se necesita hoy", concluye.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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