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Últimas lecciones sobre Oriente Medio

En relaciones internacionales es preciso extremar la objetividad y ponderación en el análisis histórico para valorar justamente la realidad. La intromisión en nuestros hogares a través de nuestros televisores de un asunto como el Proceso de Paz de Oriente Medio nos puede hacer perder a veces perspectiva y olvidar que estamos ante esfuerzos evolutivos cuyo progreso histórico se mide en unidades de tiempo ajenas a la actualidad. La historia, por mucho que se empeñen determinadas cadenas televisivas, no se retransmite. Y además, cualquier evaluación se vuelve ineluctablemente parcial -o falaz- cuando se reduce a la elección de uno o dos adjetivos para la descripción que se pretende.Estos días hemos vivido estas inevitables interpretaciones ante la cumbre de Camp David. Pretendo con estas líneas huir de cualquier simplificación y reflexionar sobre el significado de esta reunión en términos de Proceso de Paz. Ante todo, debo decir que me resisto a analizarla como si nada hubiera ocurrido en los meses precedentes, fuera de su "contexto histórico". La cumbre refleja tanto la dificultad de lograr un acuerdo final que, sin embargo, hoy está más cerca que nunca, como la voluntad decidida de los Gobiernos israelí y palestino de alcanzar la paz. Ambos aspectos son fruto de un largo periodo de maduración.

Para quienes hemos estado en contacto a diario con los negociadores palestinos e israelíes y el equipo norteamericano, resulta imposible coincidir con quienes señalan que la cumbre ha sido un fracaso . Prácticamente, cada jornada hemos asistido a interminables reuniones entre las partes para tratar de obtener acuerdos en cuestiones sobre las que hasta ahora existían múltiples divergencias. Se había progresado a través de los distintos canales negociadores, en Estocolmo, en Washington o en la región, y era necesario hacer un balance de los avances y de los obstáculos para así poder lanzar mejor el impulso final.

A pesar de las fluctuaciones propias de este tipo de negociaciones, acentuadas por la necesidad de alcanzar un acuerdo marco global sobre la suma de los distintos capítulos del Estatuto Permanente, puedo afirmar que el camino recorrido desde Sharm el Sheij es impresionante. Se ha avanzado notablemente en asuntos fundamentales, como agua, refugiados, seguridad o fronteras, e incluso Jerusalén.

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Tal vez pocos esperaban que se pudiera avanzar tanto y tan rápido , y por ello en el debe del contexto histórico actual se acusa una cierta falta de preparación interna, de reflexión sobre la posición de la otra parte, de sensibilización de las respectivas opiniones públicas y de la movilización y concertación de la comunidad internacional.

Ahora estamos más cerca que nunca de la paz. Es una estimación que está presente en nuestro ánimo como en el de los enemigos del proceso. Por ello, el programa de trabajo para las próximas semanas debe concentrarse en explorar los caminos para acercar posiciones entre las partes y reanudar las negociaciones. Y hay que hacerlo pronto, las partes ya saben que siempre que hablamos de plazos queremos hacerles sentir que no se pueden desaprovechar las ocasiones propicias.

La Unión Europea ha querido retomar su acción de inmediato, la presidencia de la Unión y su alto representante, Javier Solana, expresaron inmediatamente su apoyo a las partes y manifestaron el compromiso europeo de contribuir a una solución definitiva del conflicto. Además, tras una primera evaluación con el presidente Arafat en Washington, el pasado viernes, tuve oportunidad de reunirme con las dos partes en la región. A ambas he transmitido este mensaje, y he encontrado en las dos la determinación de concluir cuanto antes el proceso de negociación. Tanto israelíes como palestinos han pedido el apoyo de la Unión en esta fase final, en el esfuerzo creativo para poder alcanzar fórmulas sobre Jerusalén y otras cuestiones que puedan facilitar la conclusión de un acuerdo final.

A vuelapluma podríamos esbozar algunas ideas sobre el momento actual del Proceso de Paz en la banda israelo-palestina:

En primer lugar, debe tenerse en consideración que en el último año hemos pasado de la negociación sobre los asuntos interinos -que permiten una mayor flexibilidad y maleabilidad- a las cuestiones de estatuto permanente. Los acuerdos sobre los que trabajamos sellarán un compromiso definitivo, histórico, lo que impone especiales reservas y cautelas. Las partes van a decidir sobre su destino común.

Por otra parte, la falta de un acuerdo global no refleja tanto la dificultad de esta fase final como la decisión de que todo debe integrarse en un solo conjunto y no en una pléyade de acuerdos parciales. Éstos, fuera del contexto general, siempre resultarán insatisfactorios.

Las propuestas discutidas sobre Jerusalén están más cerca de un acuerdo final que de una ruptura definitiva. Las partes han de mostrar responsabilidad ante esta realidad y ser activas en esta fase: no valdrá ni esperar a que la solución llegue ni pensar que el actual status quo es sostenible a medio plazo.

El debate sobre los posibles culpables de la ausencia de acuerdo resulta tan innecesario como estéril. Hemos comenzado una cuenta atrás en la que siempre hemos de mirar hacia el futuro.

En las próximas semanas se hace imprescindible intensificar la coordinación internacional. Israelíes, palestinos, junto a los norteamericanos, árabes y europeos, estamos llamados a impulsar con decisión esta fase final, en la que todos hemos de asumir nuestra responsabilidad en estrecha coordinación, ya que nuestro trabajo aislado no será suficiente. No existe un monopolio para la paz.

Pero, sin lugar a dudas, la lección que más claramente hemos aprendido todos es que tanto la comunidad internacional como las opiniones públicas, cada vez más protagonistas de la historia, rechazan cualquier lenguaje que se aleje del diálogo como única vía de solución de cualquier problema, por espinoso que sea. El vacío que debieron sentir los negociadores de ambas partes ante la primera interrupción en Camp David, y la decisión de continuar, así lo demuestran. Por encima de exigencias históricas o políticas, se impone como única opción una lógica del diálogo para alcanzar una paz global, justa y duradera.

Se puede hablar de un "antes" y un "después" de Camp David . Esta cumbre puede calificarse como la de la superación de los múltiples tabúes que atenazaban al conflicto israelo-palestino. El tabú de los tabúes, Jerusalén, es la próxima cita.

Miguel Ángel Moratinos es el Enviado Especial de la Unión Europea para el Proceso de Paz de Oriente Medio.

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