30.000 personas esperan desde hace varios años para ser socios del Club de Campo municipal
En la carretera de Castilla, a un paso de la Casa de Campo, se erige el Club de Campo, un recinto del tamaño de 180 estadios de fútbol, con instalaciones deportivas que, a pesar de asentarse en suelo municipal, está reservado a unos pocos. La extrema dificultad para hacerse socio (hay una lista de espera de 30.000 personas) y los altos precios para el que no lo es (entrar a la piscina un domingo cuesta, para un adulto, 6. 675 pesetas, y para un socio, 400), convierten al recinto en un lugar que aún conserva la impronta elitista del año que abrió (1941), cuando el Ayuntamiento cedió el suelo a la Real Sociedad Hípica. Sólo 20.000 personas, los que actualmente son socios, disfrutan plenamente de él.
30.000 pesetas por el hockey
Entrar a ser socio del Club de Campo (y así podar disfrutar de los precios de las instalaciones pagando una cuota anual de 53.000 pesetas) es tarea que requiere una gran paciencia. Ejercicio que llevan a cabo los 30.000 madrileños que se encuentran en la lista de espera. La última persona que entró, en julio de este año, se apuntó a la lista de espera hace 13 años. Y las previsiones no apuntan a que se agilice este ingreso. ¿Por qué se espera tanto? Porque, según la normativa del Club de Campo, sólo se puede admitir un socio nuevo cuando se ha dado de baja otro antiguo. "Es una medida para preservar el nivel de las instalaciones", señala el gerente, Carlos Grande. De este modo, el Club de Campo mantiene, desde hace años, el mismo e invariable número de 20.000 abonados. El año pasado se produjeron sólo 200 bajas.
Hay otras normas que preservan la endogamia de esta institución: si un socio se casa, o tiene hijos, tanto su cónyuge como el hijo (a partir de los 13 años) tienen derecho automático de entrada. "Es lógico", explica Grande, "debido a que en el club se intenta que esté unida la familia".
En teoría, al Club de Campo puede entrar todo el mundo, sea o no socio. Pero las tarifas son tan elevadas para el que no lo es que pocas personas no abonadas lo hacen. Un abonado accede al recinto sin pagar nada; un ciudadano normal, sólo por entrar, debe pagar 1.750 pesetas en los días laborables y 3.525 los festivos. Por utilizar la piscina, el socio paga 400 pesetas. El no abonado, 1.500 pesetas los días laborables y 3.150 pesetas los festivos. Y así en todos los deportes: un abonado paga 760 pesetas por jugar al golf. Una persona que no esté abonada, según las tarifas que se reparten a la entrada, 6.255 pesetas los días laborables y 11.800 los festivos.
Por alquilar la pista de hockey, el socio paga 7.600 pesetas; el no abonado, 15.125. Y si se juega a este deporte con luz artificial, el socio paga 15.250 pesetas y el no socio 30.275 pesetas. La sauna cuesta 600 pesetas, pero si el que la quiere utilizar está dentro de la lista de espera deberá soltar de su bolsillo 1.750 pesetas. Además, los 20.000 abonados pueden beneficiarse de abonos que abaratan considerablemente estas tarifas, sobre todo en el tenis, la piscina y el golf. El no socio no tiene posibilidad de acogerse a estos sistemas.
A pesar de tan poca afluencia de madrileños no socios, la mayor parte del suelo (140 hectáreas) sobre el que se asienta el Club de Campo pertenece al Ayuntamiento de Madrid. En 1941, el municipio se lo cedió a la Real Sociedad Española Hípica, con la condición de que en 1954 revirtiera al pueblo de Madrid. Llegó ese año y el Ayuntamiento de entonces revisó el acuerdo y se decidió que éste se prolongaría otros 30 años. Durante todo ese tiempo, el acceso al recinto estaba completamente prohibido a las personas que no eran socios.
En 1984, con Enrique Tierno Galván, del PSOE, al frente del Ayuntamiento de Madrid, se volvió a revisar el acuerdo. El municipio llegó a un acuerdo intermedio con la Real Sociedad Hípica de España: se crearía una sociedad mixta, de la que el Ayuntamiento tendría el 51% de las acciones. Se permitiría la entrada a los no socios siempre que pagasen la entrada.
Por entonces había 18.000 socios inscritos. 12.000 estuvieron de acuerdo y mantuvieron su condición. Una buena parte todavía la mantiene; 6.000 se borraron. Para cubrir estas plazas, el Ayuntamiento recurrió a un sorteo que, de mano de los niños de San Ildefonso, llevó la ansiada condición a unos nuevos 6.000 madrileños.
Inés Sabanés, concejal de IU y miembro de esta formación en el consejo de administración del Club de Campo, señala que "en 1984, con la izquierda en el Ayuntamiento, se intentó reformar el Club de Campo, pero a la vista está que no se ha conseguido plenamente, y eso es lo que hay que cambiar ahora. Desde entonces no se ha hecho nada y, al final, se ha vuelto a una situación muy parecida a la que había en un principio: un club municipal reservado a muy pocos".
Desde 1984, sólo han conseguido ser socios unas 2.000 personas, según los datos del gerente del Club de Campo.
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