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El ojo de Polifemo

Lo mítico suele ser algo fabuloso e inexistente. Nunca devoró el águila el hígado de un Prometeo encadenado en el Cáucaso; nunca se le escurrió el agua al Tántalo que la buscaba sediento; las dos caras de Jano, mirando una hacia delante y otra hacia atrás, nunca existieron, aunque su doble rostro se grabó en las monedas de la antigua Roma y fueron los romanos quienes bautizaron con su nombre el primer mes del año. Las leyendas míticas, eso sí, intentan explicar unos determinados comportamientos humanos o fenómenos naturales cuyos orígenes se desconocen. El barro del Génesis que configuró al primer humano es un barro mítico, y explica la unión del hombre a la tierra; la caña de azúcar está en el primer hombre según algunas culturas precolombinas, cuyos miembros tenían la caña de azúcar como sustento básico. Son mitos lindos y explican. En otras ocasiones, esos relatos míticos sirven como exposición de unas determinadas doctrinas filosóficas, y Platón y su caverna son sugerentes a este respecto.Los mitos siempre explican, aunque sean fábulas y aunque no existan. Fábulas que tienen como protagonistas a divinidades o héroes, que uno imagina sin ver ni tocar. Los protagonistas míticos de otras realidades más cotidianas y cercanas, sí se ven, se tocan y se oyen. Porque puestos a imaginar, la última semana valenciana de julio se convierte en semana mítica, e imaginamos en el País Valenciano el poder autonómico como el ojo único que la fábula situó en medio de la frente de Polifemo; un ojo y una frente en cuyo interior no aparece preocupación alguna que no sea la simbiosis del ocio y del negocio, cuyo máximo exponente es la recién inaugurada Tierra Mítica de Eduardo Zaplana.

El ojo mítico de Polifemo y su interior, el ocio y el negocio de la derecha en el poder, la obsesión única de estos últimos años: mundos de ilusión, parques acuáticos y campos de golf, que necesitan de un agua que se escurre y distancia porque es escasa. Y míticamente, esta derecha de ojo único es rápida y eficaz. Apenas piensa y proyecta el vial lúdico Cabanes-Oropesa, encuentra usted vecino las excavadoras en acción; en 1996 se esboza la idea de Tierra Mítica, en el 98 se ocupan los secos terrenos y hoy se inaugura, porque es una "ilusión colectiva" de nuestro presidente autonómico. Qué eficacia y qué velocidad de crucero, apuntan fielmente los cronistas del evento.

Apuntan también las decenas de miles de millones invertidos por el erario público valenciano -ese sí es de todos y colectivo- en tan mítico como mercantil negocio, e indican también los beneficios que míticamente podrán generar las instalaciones en un futuro próximo. Ese futuro próximo y mítico en el que el País Valenciano vendrá a ser un referente de la fábula, del agua escasa y del ocio. De la fábula que no existe, del agua que preocupa, y del ocio ligado al negocio como el rosto de Jano en una moneda.

Tanta eficacia y tanta inversión lúdica tienen, como el dios que le dio nombre a enero, otro rostro con visos de ineficacia y dejadez: infraestructuras que llegan tarde y mal, travesías de Vinaròs de la N-340 que sacan pancartas a la calle pidiendo por enésima vez la gratuidad de la A-7; escuelas que nunca llegan y míticas aulas prefabricadas como barracones, que son 185 en las comarcas castellonenses para el próximo curso. Ejemplos míticos grabados en la otra cara de la moneda de Tierra Mítica. Esa que con tanta rapidez y eficacia levantó el ojo único de Polifemo.

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