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Muere Claude Sautet, el 'pintor' de la Francia de Pompidou y Giscard

El último filme del cineasta fue 'Nelly y el señor Arnaud', de 1995

El cineasta Claude Sautet murió el sábado en París, a los 76 años, víctima de un cáncer de hígado, según dio a conocer ayer su productor, Alain Sarde. Sautet ha sido considerado como el pintor de la Francia de Pompidou y Giscard, como un especialista de los retratos de grupo, como un cineasta de cámara y como un virtuoso del detalle psicológico. De alguna manera encarnaba como nadie la continuidad de una corriente denostada por la gente de la nouvelle vague, un cine bien construido, basado en el guión, en el que las motivaciones de los personajes eran básicas y estaban hechas de pequeños detalles.

Actores

Claude Sautet, nacido en París en 1924, prefería sentirse continuador de Jacques Becker y Jean Renoir, y tenía razón también, pues del primero conservaba la modestia y el gusto por un tipo de realización "invisible", mientras que del segundo había heredado una cierta idea del tiempo. "El concepto realismo es ilusorio... la duración de un filme prueba que no hay realismo", decía Sautet casi parafraseando a Renoir.Se le ha presentado como el cronista de la nueva burguesía pos-Mayo 68, la del pompidolismo y el giscardismo, porque ésta es la protagonista de Les choses de la vie (Las cosas de la vida, 1969), Max et les ferrailleurs (Max y los chatarreros, 1971), César et Rosalie (Ella, yo y el otro, 1972), Vincent,François, Paul... et les autres (Tres amigos, sus mujeres y... los otros, 1974) o de Mado (1976), pero eso equivale a quedarse en la superficie de las cosas.

Sautet intentaba hablar de algo más profundo, subterráneo, de corrientes que unen y separan sus criaturas, de pronto capaces de hablar a coro, pero inmediatamente después necesitadas de un solo. La comparación con la música no es gratuita. Sautet tenía una sólida formación musical, y sus últimos filmes -Quelques jours avec moi (1987), Un coeur en hiver (Un corazón en invierno, 1992), Nelly et monsieur Arnaud (Nelly y el señor Arnaud, 1995)- estaban concebidos como composiciones para cuartetos, tríos o dúos de intérpretes.

Estupendo director de actores y actrices, Sautet había hecho de Romy Schneider la heroína de cinco de sus películas y, desde hacía una década, Emmanuelle Béart la sustituía de manera satisfactoria. Michel Piccoli, Yves Montand y Daniel Auteuil son los tres hombres a través de los cuales mejor parece haberse expresado Sautet, aunque Lino Ventura y Michel Serrault también hubieran podido convertirse en asiduos de su cine si la muerte no lo hubiese impedido.Sautet, que dirigió su primer largo personal -Classe tous risques (A todo riesgo)- en 1959, había empezado como ayudante y tenía tras sí una sólida tradición artesanal. Otros directores -Franju, Rappeneau, Cavalier, Deray, De Brocca, entre otros- se habían beneficiado de su amistad al contar con él como "médico" de sus guiones. Culto y secreto, educado y exquisito, Sautet debe ser el cineasta que más veces ha filmado en una brasserie, uno de esos bares-restaurantes llenos de espejos, de largos bancos apoyados en las paredes y que resumen el goût de vivre, un estilo de vida estrictamente francés, esa capacidad para admitir verdades dolorosas sin perder las formas.

Si algunos intérpretes se habían convertido en rostros habituales chez Sautet, el colaborador más asiduo del cineasta ha sido el director de fotografía Jean Boffety, un técnico capaz de ofrecerle a Sautet una imagen sin efectos, tan natural como su montaje o sus diálogos. También algunos guionistas -Jean-Loup Dabadie en una primera época, más sensible a los artificios del diálogo; Jacques Fieschi luego, cuando los problemas de estructura dominan- han desempeñado un papel importante en la obra de un director que, discretamente, sin necesidad de manifiestos, ha logrado reconciliar el cine francés con lo mejor de su tradición.

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