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Infraestructuras: centralismo o pluralidad CARME MIRALLES-GUASCH / MANEL NADAL FARRERAS

Las infraestructuras son una parte fundamental de la organización de un territorio, todo el mundo lo sabe. Por eso nos asusta la propuesta de nuevas infraestructuras que está explicitando el Partido Popular a través del Ministerio de Fomento. Lo que parecía sólo una frase sin importancia en el discurso de investidura del presidente Aznar -...en 10 años, situará a todas las capitales de provincia a menos de cuatro horas del centro de la península- esté siendo uno de los principales objetivos estratégicos del Gobierno popular: todos los caminos deben pasar por Madrid.La comparecencia del ministro Álvarez Cascos en la comisión de infraestructuras del Congreso de los Diputados el pasado día 15 de junio y sus posteriores declaraciones arrojaron muchas incógnitas sobre las actuaciones ministeriales en Cataluña, pero dejaron claro el concepto geoestratégico de la España del siglo XXI, que sigue basándose en los principios de radialidad y centralidad. Adjetivos que, tristemente, han acompañado a la historia de España desde el siglo XVIII, cuando Carlos III promulgó en 1761 el Real Decreto expedido para hacer caminos rectos y sólidos en España. Y un siglo más tarde, con la Ley de Bases de 1857 y la aprobación del Plan de Carreteras de 1860. "Se ha ido consolidando un trazado radial en permanente divorcio con las necesidades materiales del país al obedecer a imperativos administrativos estratégicos y políticos, más que a las exigencias económicas del territorio. Y al no converger ambos intereses, se han sacrificado los segundos a los primeros... Todo debe mirar hacia Madrid", explica Santos Madrazo. Éstos son los comentarios a la red de carreteras y ferrocarriles que se construyó en el siglo XIX; y que, con la política del Partido Popular, se podrán seguir aplicando a la España del siglo XXI.

La España futura, aquella que se diseña hoy con los planes de infraestructuras viarias y ferroviarias, y con las inversiones en puertos y aeropuertos, no sólo debe mirar hacia el centro, sino que debe permitir la comunicación entre puntos estratégicos sin necesidad de pasar por la capital y hacia Europa. Por eso en España debemos potenciar los ejes Norte-Sur y Este-Oeste, y así priorizar los ejes costeros: el Mediterráneo y el Cantábrico; la Ruta de la Plata, el Ebro; unir Salamanca con Valladolid o con León. En Europa son fundamentales los ejes del Atlántico y del Arco Mediterráneo.

La España plural, moderna y competitiva debe apostar, como mínimo, por dos grandes aeropuertos para vuelos transoceánicos y esto no se alcanza invirtiendo o derrochando 445.000 millones de pesetas para la ampliación del aeropuerto de Barajas que sólo va a tener 15 años más de vida, ya que se anuncia un nuevo aeropuerto de Madrid, mientras se regatean y aplazan las inversiones para el aeropuerto de El Prat-Barcelona. Tampoco se puede aceptar la práctica ausencia de autovías libres de peaje en Cataluña, en comparación con el resto de España; por eso debemos reclamar la construcción a cargo de los presupuestos estatales de unos 1.000 kilómetros de autovías, o una inversión equivalente de unos 500.000 millones en infraestructuras del transporte para que se produzca una equiparación con el resto de España. Un modelo de infraestructuras que responda a una España plural reclama un ministro más dialogante, democrático tal vez, y un Gobierno de la Generalitat que exija las inversiones que Cataluña necesita.

Muchas ciudades y pueblos de Cataluña están esperando, en un mar de dudas ministeriales, que se empiece el trazado de una de las mayores apuestas en infraestructuras ferroviarias de este siglo: el tren de alta velocidad. Y así vemos como en el Camp de Tarragona se preguntan por dónde se unirán las dos líneas de alta velocidad, o cómo en Barcelona piden aceleración y concreción de los plazos de llegada a la estación de La Sagrera; y también oímos la reivindicación de los sectores económicos catalanes y los ayuntamientos de Barcelona, Girona y Figueres reclamando la conexión ferroviaria de alta velocidad con Francia, para mercancías y pasajeros para antes de 2004.¿Cómo vamos a solucionar la saturación inadmisible de la línea de ferrocarril de la costa, desde Tarragona hasta Barcelona, donde en horas puntas se alcanza una demanda en un 30% superior a la oferta? ¿Para cuándo la mejora de la línea de Manresa y Lleida o las líneas de cercanías? ¿Qué temores u oscuros intereses económicos impiden la gestión empresarial de los aeropuertos de Reus, Girona y Barcelona? ¿Habrá voluntad política del Gobierno central para financiar el plan de infraestructuras del transporte metropolitano y así dar prioridad a la línea 9 de metro, que tiene que unir la ciudad con el aeropuerto, como ya se ha hecho en Madrid?

La ofensiva centralizadora, uniformista, del PP no sólo se exterioriza a través del decreto de Humanidades, sino que se materializa en una estrategia económica que debilita a Cataluña, uno de cuyos ejes es la paralización de las infraestructuras que nuestra economía exige. Es el momento de elaborar, juntas las fuerzas políticas y sociales y los sectores económicos, una propuesta catalana de infraestructuras, coherente con el modelo de una España plural. Esperar más tiempo puede significar la pérdida irremediable de oportunidades de apertura de nuevos mercados.

La frase repetida en una noche de euforia electoral, "la España plural", se va diluyendo hacia la España centrípeta. La pluralidad también son inversiones en infraestructuras; con ellas tenemos el derecho y la obligación de fomentar la pluralidad de la península y la incorporación a Europa. En este momento la geopolítica del Ministerio de Fomento apunta hacia otra dirección. Y además lo hace de forma silenciosa, aplazando o rehuyendo reuniones con ayuntamientos. Estamos construyendo la España del futuro con perspectivas trasnochadas. Y lo vamos a pagar muy caro.

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Carme Miralles-Guasch y Manel Nadal Farreras son diputados del PSC.

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