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Zebda y Alí Farka Toure seducen a 3.000 asistentes en Lanuza

Llegó de Mali en silencio, sin aspavientos. Subió al escenario de Lanuza con túnica y turbante. Trajo música candorosa a Pirineos Sur, habló de lugares en los que hace calor y el sol llega a la tierra sin montañas que se interpongan. La noche se calentó después con unos chavales cuyos padres también crecieron bajo el sol. Ellos crecieron en Toulouse, en la Europa civilizada que apenas tiene sol para esos que como Zebda no pueden vivir sin él. No en vano sus padres son argelinos. Entre Zebda y Alí Farka Touré escribieron el guión de la noche en Pirineos Sur, un festival al que la climatología acompañó resaltando toda la belleza del lugar.Mientras Touré tejía un ritmo pausado de África musulmana y negra, la luna se mostraba nítida y luminosa en un rincón del cielo ajeno a las nubes. Una peña imponente recordaba a la derecha que estábamos en pleno Pirineo. En el centro estaba el escenario, y en el centro del escenario Alí Farka Touré, probablemente aterido, rasgaba una guitarra con la facilidad con la que un granjero dispensa pienso a sus aves. Era una imagen estremecedora de puro bella. Parecía no ser realidad.

Pero 3.000 personas pudieron atestiguar que lo era. Casi llenaron la ladera. Alí Farka Touré hacía una suerte de blues al que él no llama así. Lo llama simplemente tradición. Esa tradición, explicada con tres percusionistas, un bajista y dos coristas, fue la que Touré dejó en su presencia pirenaica. Era una música suave, una espiral dulce de ritmo sobre la que la guitarra del africano pellizcaba acordes chispeantes. Era un bálsamo cálido que a veces ayudaba a bailar.

Fueron Zebda los encargados de cerrar la noche con un concierto vitalista que satisfizo a la gran cantidad de franceses presentes. Musicalmente se explicaron en pop, definición que se ajusta mejor que el término mestizo al septeto franco-argelino. Zebda hacen pop, un pop aromatizado con arreglos magrebíes y también tropicales, negroamericanos y jamaicanos, pero pop al fin y al cabo. Y lo hacen estupendamente, con una explosividad que puso a bailar a la ladera entera. Zebda fueron el ejemplo en un festival étnico que ya acepta el pop con acento.

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