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Aparejadores monegascos

Juan José Millás

Hace poco, la sección El Contestador Automático de El País Madrid publicó el siguiente mensaje de una mujer angustiada: "Soy una persona que cree tener una obra de arte, pero por carecer de recursos no me puedo permitir el lujo de hacer un peritaje y, de conseguir ese dinero, no tendría garantías de que el cuadro me sea devuelto y no sé bien qué hacer. No sé a quién acudir para que me explique los pasos a dar".En efecto, hay en la vida situaciones sin salida. Haga lo que haga, esta mujer está condenada a equivocarse. Y lo sabe. Pide ayuda de un modo retórico, puesto que no podemos hacer nada por ella. Pocas cosas hay tan dramáticas como no saber si un cuadro es cuadro. El problema de las obras de arte es que veces no son obras de arte. Nadie llamaría diciendo que cree tener un gato, aunque carece de recursos para que se lo periten. Un gato es un gato como una rosa es una rosa. Pero una obra de arte no es una obra de arte hasta que lo dice el perito.

Mi padre, por cierto, era perito industrial. A mí la palabra "perito" siempre me pareció humillante. Suena a diminutivo despectivo, como "señorito". Y no debía ser yo el único en pensarlo, porque los peritos lograron ser llamados más tarde "ingenieros industriales". No es lo mismo que dé el visto bueno a una instalación eléctrica un ingeniero industrial que un perito. Yo, que soy hijo de perito, lo sé. El problema es que cuando a mi padre lo hicieron ingeniero industrial se me había pasado la edad de admirarle. Un compañero de colegio cuyo padre era aparejador, tuvo el mismo problema. "Aparejador" suena fatal, igual que "monegasco". No logro entender cómo se habla de la "familia real monegasca" sin que sus miembros protesten. A los aparejadores los hicieron también "técnicos" o algo semejante, pero la familia real de Mónaco continua siendo, incomprensiblemente, monegasca. Se ve que no tienen medios para presionar. O que no tienen gusto.

Mi padre, en fin, supervisaba instalaciones eléctricas, pero le costaba mucho encontrar trabajo. Durante un momento, me ha dado por imaginar que alguien llamara al contestador automático de El País Madrid y dejara el siguiente mensaje: "Soy una persona que cree tener una instalación eléctrica, pero por carecer de recursos no me puedo permitir el lujo de hacer un peritaje y, de conseguir ese dinero, no tendría garantías de que la instalación eléctrica me sea devuelta y no sé bien qué hacer. No sé a quién acudir para que me señale los pasos a dar".

Se trata de un sueño imposible desde luego. Una persona que tiene una instalación eléctrica sabe perfectamente que una instalación eléctrica es una instalción eléctrica como un gato es un gato o una rosa es una rosa. Además, ¿por qué no iban a devolverle la instalación eléctrica después de peritarla? ¿Para qué quiere uno tener la casa llena de instalaciones eléctricas?

Aunque el miedo es, desde luego, irracional. Mi madre marcaba secretamente los abrigos antes de llevarlos al tinte por miedo a que le devolvieran el de otra. Y eso que en el tinte se limitaban a limpiarlos. No quiere uno ni pensar qué medidas habría tomado sin en el tinte, en lugar de limpiarlos, los peritaran. Una vez me mandó llevar unos zapatos al zapatero, para que le pusieran unos "philips" (así llamaba incompresiblemente a las suelas, no me pregunten por qué), y cuando fui a recogerlos se empeñó en que le habían dado los de otra mujer.

-Yo no meto los pies es unos zapatos que no sean míos, qué asco.

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Mi padre los peritó, aunque lo suyo no eran los zapatos, sino las instalaciones, y les dio el visto bueno, pero mi madre siempre tuvo la duda de que pertenecieran a otra. Le cambió el carácter por culpa de los zapatos.

Yo recomendaría a esa señora que cree tener una obra de arte que se olvide completamente del asunto. Su vida puede convertirse en una pesadilla. Cabe además la posibilidad de que aunque consiga un perito como Dios manda, éste le descubra que lo que tiene no es una obra de arte. Y si no es una obra de arte, ¿qué otra cosa podría ser? Viene a ser lo mismo que si a alguien que lleva años conviviendo con un gato le dijeran de súbito que no es un gato. Lo normal es que le cogiera miedo. Si eso que usted tiene en casa ha logrado disfrazarse de cuadro tratándose de otra cosa, es que es algo diabólico. Mejor que no lo desenmascare, por si se enfadara. Además los peritos se equivocan mucho, aunque se llamen ingenieros. Lo sé por experiencia.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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