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¿Bellas o malas artes?

JAVIER MINAEstamos a viajes. Llegan las vacaciones y nos acomete una furia viajera que nos lleva incluso al disparate. No está lejos el día en que los amantes del riesgo puedan embarcarse para una travesía del Estrecho en auténtica patera confiscada realizando emocionantes escalas en la costa marroquí, porque el morbo consistirá en ir hacia allá para convivir con auténticos sin papeles subsaharianos y desesperados de mucho color. Hasta ese fausto día habrá que conformarse con adrenalinas más de andar por casa. Así, el sindicato LAB propone un paquete que comprende la ida a Quebec y el regreso por Irlanda para traer una Euskalerria nueva en la maleta. PNV y EA, en cambio, no consiguen arrancar de Estella, aunque para creer que viajan la llamen también Lizarra, con lo que supondrían estar al mismo tiempo en dos ciudades. El PSOE, más modesto, sólo viajará con los suyos al nombre de la rosa pero no para encontrarse con Umberto Eco sino con algo tan exótico como un candidato.

En cuanto al PP lo suyo sí que tiene atractivo porque, cansados de viajar al centro, han emprendido un viaje hacia Viriato. Y ése es rumbo de mucho fuste ya que significa viajar en el tiempo aunque sea hacia el pasado. Conque siguiéndoles la estela un servidor ha decidido también desempolvar la máquina del tiempo a fin de pegarse un garbeo estival, sólo que no la enfocará hacia esa Edad de Piedra que tanto nos nutre a los vascos sino hacia el futuro, más concretamente al momento en que el Consistorio encabezado por Odón II o por Odón.com, que entonces tendremos alcaldes virtuales, adopte la ventajosa decisión de descatalogar los cubos de Moneo para demolerlos y edificar en su lugar un hotel de más estrellas que el firmamento. La ciudadanía, como siempre en estos casos, desconocerá el alcance de semejante acto y le parecerá que no es muy grave, porque patrimonio siempre hay mucho, por ejemplo, los patos de la Plaza de Guipúzcoa, pero, ¿cómo se va a proteger el patrimonio común -es decir de todos los ciudadanos- cuando quienes están encargados de velar por su protección -es decir, aquellos que la ciudadanía ha designado para hacerlo- pueden andar catalogándolo y descatalogándolo al albur especulativo de tal consistorio o cual grupo de presión?

Barrunto que lejos de viajar hacia el futuro me he pegado un morrón con el presente, aunque no sé si es por un fallo de la máquina o porque lo que podría ocurrir con los Cubos está ocurriendo con el Bellas Artes, ese edificio construido por Cortázar a principios de siglo que marcaba el límite del ensanche, por lo que quienes accedían a Donosti siguiendo el Urumea se encontraban de primeras con un edificio singular anunciador de la mucha y bella arquitectura que le aguardaba. Hoy lo quieren derribar para construir un hotel, pero antes había que descatalogarlo pese a estar catalogado en la categoría de máxima protección. Lo bueno es que la brutalidad no acaba ahí, porque se trata encima del único edificio casi intacto en un área que se supone de mucha protección pero que está carcomida por horrendos levantes, cúpulas de plástico a lo Disneylandia y algún que otro remake repulsivo.

Dicen las malas lenguas que los propietarios del Bellas Artes, la SADE -que no tenía nada que ver al menos hasta ahora con el divino marqués-, estuvo dejándolo degradarse para ver si una vez declarado en ruinas podía meter más impunemente la piqueta. Las peores insinuarían que la súbita furia descatalogadora del Ayuntamiento obedecería a que la SADE, a cambio, no seguiría adelante con la querella que le intentó por haber cerrado los ojos ante las muchas irregularidades cometidas en otro caserón singular, la famosa Bretxa. Quienes tenemos una lengua normalita sólo decimos que se está cometiendo un atropello, uno más, pero que ya nos consolaremos cuando en lugar del Bellas Artes se levante un horror en ese pretendido estilo romántico al que tan afectos son nuestros ediles y cierto constructor local apodado el Francés, a quien podrían encargarle la obra, ya que pese a cometer irregularidades -el propio consistorio le amenaza los últimos pastelones- tiene el mismo buen gusto que Odón y compañía.

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