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El asegurado que se pilló los dedos

El padre de un niño marroquí arrojó con disimulo dos veces a su hijo a las ruedas de un coche con matrícula española para que una aseguradora lo indemnizara como víctima de un fatal accidente. La primera vez, cerca de Marraquech, en una aldeucha que mira al desierto, el niño se partió una pierna. Poca cosa. El padre cobró lo suyo y su hijo se recuperó pronto. La segunda, en las inmediaciones del hotel La Mamounia, el más lujoso del reino alauita, un coche francés le destrozó el cráneo. El progenitor le empujó a destiempo, cuando el turista bretón pisó a fondo el aceledador para despistar a tres chavales que le perseguían en moto para ofrecerse de guías. El padre marroquí está ingresado en un penal inmundo. El niño ya es polvo del desierto. En España, un vecino de Alicante acaba perder el dedo pulgar para cobrar, presuntamente, 240 millones de pesetas de las seis compañías de seguros con las que había suscrito pólizas de vida y accidente. No ha sido, al parecer, la primera vez. En 1996, M. R. D., de 42 años, cobró indemnizaciones de varias aseguradoras. Entonces se amputó supuestamente dos dedos, y simuló que había sufrido un accidente, según la policía. Le debió merecer la pena, porque lo volvió a intentar.

En la segunda intentona, hace pocos días, se autoseccionó, presuntamente, el dedo pulgar de la mano derecha. Más ambicioso que en la primera ocasión, encareció el precio de sus apéndices: 240 millones que cobraría, según la policía, de seis aseguradoras.

Los investigadores de siniestros de las compañías no picaron esta vez. Tampoco la policía. Un hombre al que le faltan dos dedos que quiere cobrar el seguro porque ha perdido otro cuatro años después levanta las sospechas de cualquiera. "Los hay con mala suerte, pero no tanta", ironizó un investigador de una aseguradora.

Pero la justicia no entiende de buena o mala suerte. Hay que probar, y en este caso tan difícil lo tiene el hombre como las compañías. ¿Alguien ha visto cómo se cortaba los dedos? Las pruebas siempre son las que cuentan. Tan complicado es acreditar que ha sido un accidente como que se trata de una autolesión. Incluso "es más fácil" acreditar un accidente, sostiene el investigador de siniestros Diego Zapata. La carga de la prueba va corresponde al asegurado. "Es él quien lo tiene que probar", explica.

Las compañías supuestamente estafadas "lo van a tener difícil", pronostica Zapata, quien recuerda el caso de un empresario que presuntamente prendió fuego a su fábrica para cobrar el seguro. Llegó a ingresar en prisión, pero al poco tiempo quedó libre y cobró la indemnización.

¿Quién puede probar que M. R. R. no se cortó el pulgar con un cuchillo mientras preparaba la comida en la cocina de su casa? Ésa es su coartada, la versión que el detenido ha ofrecido a los agentes de la policía. ¿Cómo prueban las compañías que se autolesionó?

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El hombre al que ya le faltan tres dedos pasó por los calabozos de la policía, cerca de una mujer que simuló un robo para cobrar de su compañía. Ayer ya estaba en libertad.

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