Juan Pablo II califica la marcha del Orgullo Gay de "afrenta" al Jubileo
El Papa pide clemencia para los encarcelados
El papa Juan Pablo II críticó ayer con enorme dureza la marcha del Orgullo Gay celebrada en Roma el sábado. Refiriéndose, sin nombrarla expresamente, a la manifestación de decenas de miles de homosexuales que había recorrido la víspera las calles de la capital italiana, expresó su "disgusto" por lo que calificó de "ofensa" a una ciudad como Roma, "especialmente querida por los católicos", y de "afrenta" al Gran Jubileo del 2000.
El Papa volvió ayer a pedir clemencia para los presos del mundo entero, como lo hiciera ya el pasado 30 de junio, en la homilía pronunciada en la cárcel romana de Regina Coeli, donde ofició una misa especial con motivo del Jubileo de los encarcelados. Pero se mostró menos clemente y más condenatorio dos horas después, cuando, al dirigirse a los peregrinos que llenaban la Plaza de San Pedro del Vaticano para oír el Angelus, criticó con dureza la marcha del Orgullo Gay.Los que pensaban que la oposición del Vaticano a los festejos del Orgullo Gay procedía más de sectores retrógrados de la Curia romana que del Pontífice tuvieron ayer en las palabras del Papa confirmación de que para el propio Karol Wojtyla ha sido motivo "de amargura" la fiesta homosexual. "En nombre de la Iglesia Católica", dijo Juan Pablo II ante una multitud que le escuchaba devota bajo el sol del mediodía, "no puedo dejar de expresar mi disgusto por la afrenta contra el Gran Jubileo del 2000 y por la ofensa a los valores cristianos de una ciudad tan querida por los católicos de todo el mundo".
Wojtyla se refirió en plural a "las manifestaciones celebradas estos días en Roma", es decir, no sólo a la marcha que recorrió el sábado el centro de la ciudad, sino a la semana de fiestas y debates que han abordado un tema, el derecho de los homosexuales a vivir plenamente su condición, que la Iglesia considera inaceptable. De hecho, en Italia no han existido nunca leyes punitivas para los gay, ni siquiera en tiempos de Benito Mussolini, pero el Vaticano no ha modificado hasta ahora su enfoque de la homosexualidad, entendiéndola siempre como una desviación.
La Iglesia "no puede callar la verdad, porque faltaría a la fidelidad que debe a Dios", dijo el Papa, para citar después, en apoyo de su juicio severo, el catecismo católico que declara "los actos de homosexualidad contrarios a la ley natural", pese a reconocer que "un número no insignificante de hombres y mujeres presenta profundas tendencias homosexuales". A estos últimos, el catolicismo no ofrece otra salida que sobrellevar la propia "carga". "Esta inclinación", añadió Wojtyla, "objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una prueba. Por ello hay que escucharles con respeto, compasión, delicadeza. Y evitar cualquier injusta discriminación en relación a ellos". El Papa advirtió también, refiriéndose a los homosexuales cristianos que el sábado se sumaron a la concentración gay: "Si son cristianas, estas personas están llamadas a unir al sacrificio de la Cruz del Señor las dificultades que puedan encontrar como consecuencia de su condición".
Las palabras del Papa provocaron casi inmediatamente respuestas contundentes por parte de los homosexuales. Franco Grillini, presidente honorario del Arcigay, una de las organizaciones más combativas, se limitó a comentar: "El Papa se equivoca, lo único que es contranatura es la homofobia". Emma Battaglia, del Círculo Mario Mieli, organizador del World Pride, comentó indignada: "Es hora de que el Papa se calle y deje de ofendernos".
Numerosas fueron también las reacciones de los políticos. Para el Gobierno del centro-izquierda, cuya ala izquierdista acudió en pleno a la manifestación del sábado, las palabras del Pontífice constituyen una particular condena destinada a suscitar nuevas tensiones en la coalición. El primer ministro, Giuliano Amato, dejó claro hace más de un mes que la manifestación era, "desgraciadamente", inevitable en una democracia.
El Papa dedicó la mañana de ayer a los presos. A primera hora ofició una misa en la prisión romana de Regina Coeli, ante varias decenas de detenidos. El Papa les comunicó que la Iglesia ha pedido clemencia, en este Año del Jubileo, para todos aquellos privados de libertad. Aún así, el Papa recordó a los presos que la clemencia no basta para liberarse de la prisión.
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