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Crítica:GREC 2000TEATRO - 'LA DAMA DUENDE'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Otro clásico sin personalidad

La Compañía Nacional de Teatro Clásico no acaba de atinar en el intento de dar profundidad a unos clásicos del Siglo de Oro que la mayoría de las veces no pasan, cuando son comedias, de ser puros juguetes escénicos, como es el caso de La dama duende de Calderón de la Barca. Lo que falla no es la delgadez de las obras, enredos donde lo que importa es cómo se articula la trama, el ritmo, el trazo de las intrigas y, sobre todo, los versos, esas declaraciones de amor tan adornadas, tan bien dichas, esos duelos verbales que son como una esgrima floreada. Lo que falla es la aproximación al texto, una lectura más atenta a darle gusto al público actual que a darle densidad de ideas. El resultado son montajes juguetones, decorativos, pero irrelevantes. Y, sobre todo, sin personalidad.José Luis Alonso de Santos se suma a esta forma de entender los clásicos que la Compañía Nacional de Teatro Clásico ha instaurado desde su fundación. No es que sea un mal montaje. Pasa ligero como un trago de agua, pero ahí queda todo. El director no aporta una mirada original, ni crea belleza escénica, ni construye personajes sólidos, ni nos desvela el trasfondo de la La dama duende.

La dama duende

De Calderón de la Barca. Versión y dirección: José Luis Alonso de Santos. Intérpretes: Enrique Simón, Alfonso Lara, Lola Baldrich, Cecilia Solaguren, Antonio Castro, Pablo Rivero, Laura Domínguez, Gonzalo Gonzalo, Sonia Sánchez, Lola Acosta, Cristina Morella, Carmen María Tejedera. Teatro Principal. Barcelona, 7 de julio.

Narra la obra una historia de amores. Una mujer celosamente guardada por sus hermanos halla la manera de penetrar, a través de un paso oculto tras de una alacena, en la estancia de un huésped de la casa, joven apuesto al que sólo ha visto brevemente en la calle. Con la ayuda de la criada, trama diabluras que el huésped y su criado acaban tomando por cosas de duendes. El enredo acaba como ha de acabar, en bodas. Lo interesante es cómo Calderón teje y desteje esos amores principales, y otros secundarios, con mano maestra.

Los actores están bien. Lola Baldrich, la dama duende; Enrique Simón, el joven; Alfonso Lara, el criado, se llevan la función. Pero es seguro que esos mismos actores, con una propuesta más elaborada hubiesen podido dar mucho más de sí. Lo dicho, pasa bien, pero uno se olvida de ellos y de la obra en el momento mismo de salir a la calle. Y así no hay manera de crear poso, que ésa es la función de los clásicos.

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