El año de la porta gayola
Vivimos el año de la porta gayola. El que no da la larga cambiada a porta gayola no sale en la foto. Queda institucionalizado el 2000 como el año jubilar de la porta gayola.Fiel a la norma, Miguel Rodríguez abrió la función con la larga cambiada a porta gayola, y Ángel Goméz Escorial, que venía a sustituir a El Califa, no se anduvo con chiquitas, subterfugios, ni miserias y dio seis.
Gómez Escorial, ansioso de triunfos, contratos y cortijos en Linares, tiró la casa por la ventana, que se suele decir. Y se llegó a Pamplona con unos bríos que hicieron estremecer los corazones, en el fondo, tiernos, de los mozos pamplonicas.
El toreo que llamamos bueno no le saldría pero el arrojado sí y todo su quehacer constituyó un incansable trajinar, un continuo sobresalto, el pundonor y la valentía de un torero que se emplea sin trampa ni cartón.
Martín / Rodríguez, Bejarano, Gómez
Cinco toros de Adolfo Martín (uno rechazado en el reconocimiento) muy desiguales de presencia y de cornamenta (desde el cornalón hasta el pobrísimo de cabeza), aunque con trapío; también desiguales de comportamiento, unos muy encastados, otros sin casta, mansos en general. 6º, de Manuel Ángel Millares, devuelto porque se rompió un cuerno, y sobrero del mismo hierro, con trapío, noble.Miguel Rodríguez: dos pinchazos, media, rueda de peones y nueve descabellos (bronca); pinchazo, estocada trasera, rueda de peones -aviso- y se echa el toro (silencio). Vicente Bejarano: dos pinchazos bajos, otro hondo tendido y tres descabellos (silencio); pinchazo a paso banderillas, pinchazo, media tendida trasera ladeada perdiendo la muleta -primer aviso-, estocada caída ladeada, rueda insistente de peones, tres descabellos -segundo aviso- y se echa el toro (pitos). Gómez Escorial: pinchazo muy bajo saliendo trompicado, estocada tendida trasera, rueda de peones -aviso- y dos descabellos (silencio); pinchazo, estocada saliendo aparatosamente volteado -aviso- y descabello (vuelta). Plaza de Pamplona, 8 de julio. 4ª corrida de feria. Lleno.
¡Torero, torero!, le llegaron a corear los mozos a Gómez Escorial. Y puede darse por cierto que le conmovió. Cuando a uno le corean "torero torero", sólo acierta a decir: "Calla corasón".
El tercer toro de Adolfo Martín, bravito y manejable, se le fue a Gómez Escorial sin torear, por mucho que lo recibiera con la larga cambiada a porta gayola y ensayara un profuso trastear, que en ningún momento poseyó sentido lidiador. El afán muleteril de Gómez Escorial a ese toro careció de construcción, de ajuste, de templanza, de armonía, de unidad, de fijeza, y por si fuera poco, de acierto con la espada también.
¿Se amilanó por eso Gómez Escorial? Gómez Escorial no se amilanó por eso ni por nada y al sexto toro, que pertenecía al hierro de Manuel Ángel Millares. lo recibió con otra larga cambiada a porta gayola. El toro se rompió un cuerno por la cepa al derrotar en tablas, lo perdió durante un puyazo salvaje que le propinaron en la querencia de chiqueros y fue devuelto al corral.
Una lluvia de almohadillas cayó al redondel con motivo de aquellos sórdidos sucesos y no las habían podido retirar cuando sonó el clarín para dar suelta al sobrero. Ángel Gómez Escorial acudió a recibirlo con la larga cambiada a porta gayola pero en esta ocasión se arrodilló sobre una de esas almohadillas (que no todo va a ser sufrir), y no sólo tiró la larga cambiada prevista sino cinco más sin solución de continuidad. Y ya se puede imaginar que la plaza, los sanfermines, Pamplona, fueron suyos.
Inició la faena de muleta en el platillo con dos cambios por la espalda, pegó un rodillazo, vació el pase de pecho, se echó la muleta a la izquierda y corrió la mano en dos tandas de naturales... "¡Torero, torero!" le coreaban los mozos después de suspender por unos instantes Paquito el Chocolatero, que constituye su canción emblemática para enaltecer el arte de Cúchares.
Siguió fragoso Ángel Gómez Escorial, ora de pie, ora de rodillas, desarmado o afarolado -según- y pudo obtener un triunfo de escándalo si no fuera porque pinchó. Entró de nuevo a matar y sufrió un volteretón impresionante. Tardó en descabellar, hubo un aviso... Y lo que pudo haber sido apoteósica puerta grande se quedó en amable vuelta al ruedo.
La verdad es que menos da una piedra. Y, sin ir más lejos, menos dieron sus compañeros de cartel, que salieron de Pamplona con las orejas gachas y un fracaso sin paliativos. Los toros de Adolfo Martín les vinieron grandes. Aunque más apropiado resultaría matizar que les vinieron grandes las embestidas. Vicente Bejarano tuvo un quinto toro sin codicia ni bravura, que se desentendía de la muleta, y no encontró recurso alguno para encelarlo. Pero peor cariz tuvo su trasteo al primero, que desarrolló casta y le estuvo desbordando en todas las tandas y todas las suertes.
Lo mismo le ocurrió a Miguel Rodríguez, incapaz de dominar o de aguantar las embestidas de sus encastados toros. El primero lo trajo por la calle de la amargura. A ese le dio la larga cambiada a porta gayola y ya no le pudo dar nada más, ni siquiera muerte digna, pues el toro no paraba de embestir enfurecido y parecía como si se lo quisiera comer con patatas. A lo mejor se estaba vengando del susto que le había dado a porta gayola.
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