Dos miradas críticas sobre la ciudad
JOSÉ LUIS MERINO
Coincidiendo con el 700º aniversario de la fundación de Bilbao, dos artistas de aquí, Juan Carlos Eguillor y J.R. Morquillas, ofrecen sus visiones personales en la propia ciudad y en torno a ella. Eguillor lo hace en la Biblioteca Municipal y Morquillas, en la galería Vanguardia.
En la muestra de Eguillor se palpa el recorrido inequívoco de lo que Bilbao ha supuesto para él a lo largo de los años. Bilbao como obsesión, ciudad a la que ama y odia al mismo tiempo. Para Eguillor, Bilbao es una mezcla de Londres y Barakaldo. En otros momentos, alude a Bilbao como la ciudad que se parecía a Kafka. Con el paso del tiempo, las creaciones de Eguillor se han enriquecido por la profusión de los collages. Ha llegado a realizar esplendentes piezas dentro de esa especialidad. En cuanto al talento irónico y humorístico, eso lo tiene acreditado desde que se inició en el mundo de las viñetas. Ha sido su fuerte. Nunca ha cejado. Sigue vivo en él. Baste una opinión sobre Bilbao que me confidenció recientemente: "Las ciudades acaban siempre convirtiéndose en decorados de sí mismas y ésta es una ciudad decorada. Yo estoy convencido que habría que hablar de Bilbao antes y después de la construcción del Guggenheim. Bilbao es la ciudad de Europa que más tiendonas tiene por habitante. Bilbao ha entrado en ese efecto de ciudad light, que va perdiendo identidad, se va aligerando demasiado. Digo que el efecto está convirtiendo a Bilbao en una ciudad light. Se empiezan a atisbar detalles de horterada funcional en el plano urbanístico. Bilbao está pasando de ser la ciudad de hierro a ser la ciudad light. Y el Guggenheim es el eje. Ha sentido un absoluto desprecio por la Margen Izquierda, lo mismo a nivel social como estético, como en lo que atañe a la memoria misma".
Por su parte, en el texto de presentación, Morquillas señala punzante y socarrón en una hoja volandera de su muestra: "Bilbao Style es una exposición que pretende contribuir a los magníficos, interesantes y abundantes fastos programados con ocasión del centenario 7. A fin de cuentas, el arte sólo sirve para eso: ornar eventos, como podría señalar cualquier miembro de nuestras corporaciones, desde los guardianes de la tradición a las hipotéticas izquierdas". En cuadros realizados a base de múltiples collages -en uno de ellos ha utilizado alrededor de 2.000 piezas-, Morquillas ironiza, fustiga, se muestra radical contra las ideologías de cualquier signo y se mofa irreverentemente de todos y de todo. También el Guggenheim le sirve como elemento crítico base de algunos de los collages. Debemos inferir que la envoltura es tan impecable, como demoledor es el mensaje.
Por encima de lo que ocasionalmente muestran los dos artistas en el ahora mismo, es necesario recordar las actitudes críticas mantenidas por ellos a través de sus carreras respectivas. En tanto Eguillor se ha movido dentro del mundo de las viñetas, nimbadas siempre por una permanente ironía lúcida, Morquillas, mediante acrecidos postulados estéticos, ha dotado a sus trabajos de suficientes dosis de beligerancia, en especial en aquellas propuestas de corte conceptual.
Desde las instituciones se les ha marginado todo lo que se ha podido y más. En su lugar, se ha dado y se sigue dando cancha a artistas con muchos menos merecimientos. Al parecer, el poder necesita artistas sumisos, poco conflictivos, estatuas de sal que no digan esta boca es mía. Eguillor y Morquillas representan todo lo contrario. Sus trabajos consisten en poner al descubierto la excoriación de una sociedad pagada de sí misma. Detrás de los collages de estos creadores pervive un pensamiento lúcido y crítico. Nada más lejos del pensamiento débil que corroe a no pocos de los artistas vascos.
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