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Do you speak French?

Andrés Ortega

La lengua, además de factor de comunicación, también es factor de poder. El francés, la lengua diplomática durante tiempo, había dominado la vida comunitaria desde el nacimiento de la CECA (Comunidad Económica del Carbón y del Acero). Ahora su uso está rápidamente desapareciendo de las instituciones de la Unión Europea no como lengua oficial, sino como lengua de trabajo. En las salas de reuniones, y en las de prensa de la Comisión o del Consejo de Ministros hoy se habla casi exclusivamente inglés. Son escasas las preguntas en francés, y más aún las respuestas.El predominio del inglés en la UE responde a un cambio súbito, producido en unos pocos años. Curiosamente esta victoria no ha llegado de la mano de una política deliberada de Londres en las instituciones comunitarias, sino de la última ampliación a Suecia, Finlandia y Austria, que se han traído el inglés debajo del brazo. Éstos son países en los que la población mejor conoce el inglés como lengua extranjera. El 100% de los alumnos de secundaria suecos y finlandeses y el 99% de los austriacos pueden expresarse en inglés. Con la próxima ampliación al Este, el dominio del inglés -¿o habría que decir, cada vez más, del americano, o de una lengua que hablan los extranjeros y que poco se parece a la de Shakespeare?- se va a acentuar, pues en esos países el ruso, el idioma de la reciente ocupación, se está olvidando deprisa y el alemán sigue, aunque bastante detrás.

En este contexto hay que explicarse la propuesta del presidente francés, Jacques Chirac, de hacer obligatoria la enseñanza de tres idiomas extranjeros en todas las escuelas primarias de los países de la UE. Es una forma de evitar que el alemán retroceda en Francia como lengua extranjera, pero también de que el francés siga perdiendo terreno en el conjunto de la Unión. A estos temores, y a la voluntad de afianzarse con el peso que le corresponde a Alemania en la UE, responden también los gestos, a veces bruscos, de los alemanes para imponer su lengua como una de las tres de trabajo, junto al inglés y el francés.

Ladeado queda el español, aunque su batalla ha de ser distinta, proyectada no como lingua franca, que es el inglés, pero sí como segunda lengua internacional, gracias a América Latina, aunque aún vaya muy retrasado en su penetración de Internet. Sin embargo, sería un error que España copiara a Francia en la UE en la defensa de su idioma. El francés languidece. El español no. Aunque algún problema tiene. Según una encuesta del último Eurobarómetro (publicada en abril pasado), el español (sólo el 16%) figura en cuarto lugar como lengua más útil de conocer (además de la materna), tras el inglés (70%), el francés (37%) y el alemán (23%).

En todo caso, las lenguas extranjeras tienden a enseñarse en Europa a una edad cada vez más precoz, en torno a los 10 años, pero crecientemente desde los seis o incluso los tres. Según un estudio publicado por Le Figaro, naturalmente el idioma que más se aprende es el inglés, de un modo general. Como segunda lengua extranjera en la educación secundaria francesa, el español (38%), casi sin esfuerzo, ha superado al alemán (28%), y de ahí las preocupaciones franco-alemanas.

De todas formas, los mandatarios que componen el Consejo Europeo siguen algo parcos en sus conocimientos de idiomas extranjeros, aunque han mejorado con respecto a la generación anterior. Blair habla francés; Chirac, inglés, y hay algo más de posibilidades de comunicación. Pero en esta Unión Europea de Quince hay 11 lenguas oficiales, además de unas cuantas más maternas. Si entran los 12 o, contando a Turquía, 13 Estados que están en la lista de candidatos, el número de lenguas oficiales de la UE se doblará. ¿Realmente se puede hacer federalismo, incluso una Unión más avanzada con 22 lenguas en las instituciones de la futura Unión? La democracia lo exigiría. La eficacia lo impide.

aortega@elpaís.es

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