Etapas llanas: las apariencias engañan
Como viene siendo tradicional, las primeras etapas del Tour son largas (alrededor de 200 kilómetros cada una) y con un perfil más bien plano. Y, como siempre, y a pesar de las inevitables escapadas, los ciclistas suelen recorrer estas etapas dentro de un amplio pelotón que muchas veces ocupa todo el ancho de la carretera. Así, se alcanzan medias de velocidad muy altas, siempre por encima de los 40 kilómetros por hora. A primera vista, estas etapas no son muy exigentes. La duración del ejercicio es larga, sí (4-5 horas por etapa), pero a cambio la intensidad media del esfuerzo realizado es más bien baja. O al menos así lo dicen los estudios publicados al respecto: el corazón late una media de unas 120-130 veces por minuto (pocos latidos en comparación con las contrarreloj o las etapas de alta montaña) y los ciclistas pedalean a una intensidad asequible, pues hasta un 85% del tiempo total de la etapa lo pasan en la fase 1.
En efecto, la intensidad de un ejercicio se puede dividir en tres fases. En la llamada fase 1 (por debajo del umbral aeróbico o por debajo del 65-70% de la capacidad máxima de esfuerzo de un individuo), el cuerpo tolera bien el esfuerzo: se queman sobre todo grasas y se utilizan las llamadas fibras musculares lentas, las cuales, si están bien entrenadas, pueden contraerse durante mucho tiempo antes de fatigarse. "Va en butaca", dicen algunos directores cuando saben que su ciclista rueda cómodo y rodeado de compañeros dentro de un amplio paquete, completamente resguardado del aire. En la fase 2 (por encima del umbral aeróbico pero por debajo del segundo umbral, el anaeróbico), las cosas se complican algo. Quizás no es suficiente con las fibras lentas y hay que recurrir (al menos en parte), a las rápidas. Estas tienen más fuerza pero se cansan antes y producen lactato. Ya se oyen las respiraciones dentro del pelotón, y las piernas empiezan a notar el desarrollo, sobre todo en el llano. En la fase 3 (por encima del umbral anaeróbico o por encima del 85-90% de la capacidad máxima), no hay más remedio que tirar de fibras rápidas para que los músculos se contraigan rápido y con fuerza. El lactato se acumula rápidamente en la sangre y la respiración se vuelve jadeante y entrecortada para eliminar todo el dióxido de carbono que sobra en el cuerpo.
Con los datos fríos, por tanto, los ciclistas no sufren mucho en las etapas llanas, dado que la mayor parte del tiempo lo pasan en la fase 1 y sólo realizan algunas incursiones en la temida fase 3. De hecho, muchos piensan que los ciclistas ruedan muy cómodos dentro del pelotón. Pero las apariencias engañan. Al menos en parte. En efecto, los músculos de los ciclistas empiezan a acumular fatiga y destrucción tisular. Por mucho que sus corazones latan despacio. Bien que el grado de destrucción muscular no sea tan alto como el que sufren los fondistas y maratonianos (en ciclismo no hay contracciones excéntricas como las que realiza por ejemplo el músculo cuádriceps cuando el pie choca contra el suelo), pero no dejan de ser muchas horas moviendo alegremente (y sin aparente fatiga) desarrollos cada vez más exigentes (53 x 11-12). Y eso se irá notando a lo largo de los días. Sobre todo cuando llegue la alta montaña. Además, cada ciclista debe estar constantemente alerta ante posibles cambios de ritmo, que le hagan pasar sin previo aviso (¡qué deporte tan aleatorio es a veces el ciclismo!) de la fase 1 a la fase 3. Esto ocurre en los temidos abanicos, o cuando el pelotón se enfila de repente en una larga hilera a uno de los lados de la carretera, rodando a más de 60 kilómetros por hora. Entonces más vale aguantar el tipo tanto tiempo como sea necesario (pero, en todo caso, indeterminado) con el corazón latiendo a su máxima capacidad y con las piernas agarrotadas por la acidosis.
Todo esto por no hablar de la tensión que se vive dentro del pelotón. Caídas y más caídas. Hay que estar muy atento y ganarse el hueco en la parte delantera de un denso pelotón, donde todos los ciclistas están todavía muy frescos. Tan frescos como sus sistemas hormonales encargados de secretar hormonas activadoras como la adrenalina o el cortisol, o una hormona necesaria para mantener la agresividad, la testosterona. Según van pasando los días y las semanas, las etapas llanas se convierten en una tortura para algunos ciclistas, sobre todo para los menos preparados o para los escaladores más livianos, a los que les cuesta mover esos desarrollos tan duros durante tanto tiempo, o moverse con habilidad entre tanta bicicleta. Van quedando relegados a las partes traseras del pelotón, donde ya no están tan resguardados del aire. Por ello, cuando el pelotón acelera su marcha y se enfila, sufren aún más el llamado efecto latigazo. Seguro que alguno deseará entonces que lleguen las etapas de montaña.
Alejandro Lucía es fisiólogo.
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