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Entrevista:

FERNANDO REIMERS Experto en equidad educativa de la Universidad de Harvard "El Estado no tiene ni idea de cómo hacer las cosas en Latinoamérica"

La equidad educativa es una constante en el discurso del venezolano Fernando Reimers, profesor de la Escuela de Educación de la Universidad de Harvard, de 41 años. Y desgrana, uno a uno, los elementos que pueden permitir llegar a ella, ilustrándolos con ejemplos de Latinoamérica, donde asegura se viven las desigualdades mayores del mundo. Reimers es uno de los grandes expertos en equidad educativa en América Latina. Reimers dirige un programa de posgrado en políticas educativas (http:// gseweb.harvard.edu/apsp/ iep.html) cuyo objetivo es la justicia social. Se dedica a formar a futuros administradores de la educación de los Gobiernos, responsables de fundaciones o profesores universitarios. Acaba de participar en un seminario de periodistas educativos programado por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y el Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación (IIPE) en Madrid. Su análisis de la educación en América Latina deja ver una situación de desigualdad, injusticia y prejuicios sociales.

Pregunta. Una buena parte de los ciudadanos europeos tiene la impresión de que Latinoamérica se parece a Europa. Pocos piensan que no tiene nada que ver. Usted dibuja una realidad mucho más cruda de la que, en general, se conoce en Europa de esos países.

Respuesta. Lo primero que hay que decir es que hay una gran diversidad entre países y en el propio país. En materia educativa, la región ha hecho un enorme progreso en los últimos 50 años, y en concreto, Chile y Argentina, en los últimos 100 años. Esto es por hablar en positivo, pero también hay graves problemas. En México, por ejemplo, el 40% de los escolares actuales que llegan a sexto de primaria ya ha excedido la escolaridad de sus padres.

P. ¿Cuál es el mayor problema?

R. La desigualdad. Lo más importante para América Latina en materia educativa es lograr justicia social, y no sólo en materia educativa, también en el plano político y económico. A menos que haya en América políticas que tomen la justicia social como objetivo, la inercia va a ser aumentar la desigualdad. América Latina es la región con mayor desigualdad de ingresos en el mundo. Uno de cada dos niños no acaba la escuela primaria, la desigualdad de ingresos aumenta y las tasas de desocupación no cambian, porque hay un montón de gente que está excluida de la oportunidad de ser educado.

P. ¿Cómo se lucha contra esa desigualdad?

R. Las estrategias son conocidas: acción afirmativa y discriminación positiva.

P. ¿Cómo definiría el concepto de acción afirmativa?

R. El dar más a los que tienen menos. Ver cuáles son los grupos más vulnerables y convertirlos en prioritarios y darles más recursos. ¿Qué significan más recursos? En una sociedad tan tremendamente injusta, clasista y racista en muchos sentidos, no es suficiente enseñar a la gente a leer y escribir, hay que enseñarles cómo organizarse para cambiar esa sociedad.

P. ¿Cuáles son esas personas a las que hay que dirigir la acción afirmativa en educación?

R. Son los hijos del 30% más pobre de la población, que vive con menos del equivalente a dos dólares al día ; ni siquiera es suficiente para comer ni para desplazarse al lugar de trabajo. El primer nivel de igualdad es el gasto educativo por niño, que es el que se administra a través del Estado, y el gasto particular, el privado. Si tomas un niño, hijo de ese 30% más pobre, y miras cuánto gasta su familia en su educación y cuánto se gasta el Estado ves que la familia se gasta unos 100 dólares al año , por ejemplo, y el Estado, más o menos unos 300 . ¿Y qué pasa con los hijos del 5% que tiene más ingresos? El Estado gasta en él menos, pero su familia paga unos 5.000 dólares al año . Este niño va a asistir a la escuela unos 16 o 18 años y el otro niño va a asistir cuatro o seis años a la escuela. El primer paso, desde el punto de vista del Estado, es trabajar con lo que él administra. El segundo paso, interesarse en el proceso educativo.

P. Aparte del gasto por alumno, ¿cuáles son los otros indicadores para lograr la igualdad?

R. El segundo nivel de igualdad son los procesos, y el tercero, la igualdad de resultados. Lo ideal sería que los chicos aprendiesen más o menos lo mismo, independientemente de si van a una escuela urbana o rural o indígena. Y el cuarto nivel es el que más me interesa: que las oportunidades en la vida sean las mismas como resultado del sistema educativo.

P. Habla de diferencias entre países. ¿Cuáles son los más igualitarios?

R. Cuba es enormemente igualitaria, aunque también hay segregación. Venezuela y Costa Rica son bastante igualitarias, y en algunos aspectos lo es Perú, excepto respecto a los indígenas. Brasil es el menos igualitario. Los menos igualitarios son los sistemas más consolidados; paradójicamente, los más viejos.

P. ¿Y a qué se debe?

R. Lo que sabemos es que mientras más consolidado es el sistema, más segregado se hace. Va agrupando a los niños y les va dando una educación muy diferente y de muy diversa calidad.

P. ¿Puede poner un ejemplo que ilustre la segregación de los niños por razones sociales?

R. Es un tema importantísimo. Le pongo un ejemplo de México. Allí hay una tremenda cantidad de niños que tienen acceso a la educación secundaria; son tantos que el Estado está un poco preocupado de cuáles son los mecanismos para señalar quiénes van al turno de mañana o al de tarde. Para ser justos hay que hacer una prueba de rendimiento y el que tenga las más altas puntuaciones escoge. Pero lo que se ha hecho han sido pruebas de rendimiento socioeconómico: a qué escuela se ha asistido. En la práctica, esto significa que los niños más ricos van a la mañana, y los más pobres, a la tarde.

P. ¿Es más importante reducir la diferencia que aumentar el presupuesto?

R. Exactamente. Es más importante reducir la diferencia. Si no se hace, algunos van a estar aún peor de lo que estaban.

P. ¿En qué se traduce la baja financiación?

R. En lo primero en que se traduce es en lo que gana un maestro en América Latina. No tienen lo suficiente para mantenerse, son pobres, ganan unos dos dólares al día , unos 60 al mes ). Hay pocos maestros que hayan elegido esta carrera en primera opción.

P. Muchos políticos están diciendo que la solución no es sólo cuestión de financiación, sino de cómo se invierte ese dinero.

R. Estoy de acuerdo, pero hay que ponerlo en el contexto. El problema de la educación no se resuelve sólo dando dinero, sino sabiendo cómo utilizarlo. Si se reparte entre todos los alumnos, a lo mejor no se consigue mucho, pero si se reparte entre los más pobres supone un aumento mayor para esos niños.

P. ¿Pueden los latinoamericanos solucionar sus problemas sin ayuda del primer mundo?

R. Depende de los países. En Bolivia o Ecuador es muy difícil, no tienen otra salida. Hace falta una discusión de este tema en términos globales. Sería muy interesante ver cómo se utilizan los recursos; ahí es donde tiene sentido la solidaridad internacional.

P. ¿Cree que los poderosos están dispuestos a entender que se juegan el futuro de su país si no pagan impuestos para que las desigualdades sean menores, que se puede venir abajo un país por no pagar hoy impuestos?

R. No puedo generalizar, pero en muchos casos va a ser posible. Hay una mayoría intelectual y económica que tiene esa visión.

P. ¿Es operante en América Latina la mentalidad tan europea de la cooperación?

R. Sí. En El Salvador, por ejemplo, están tratando de hacer que la sociedad sea más justa, que haya más participación real y efectiva de los grupos, de las ONG. Eso no tiene que ver directamente con la educación y el sistema escolar, pero es muy importante que la gente tome conciencia de sus derechos humanos y que tenga capacidad de organizar alianzas con organismos internacionales.

P. ¿Cree que los Gobiernos son conscientes de la necesidad de cambiar esto o no? Se considera además de mal gusto no hacerlo.

R. Sí. La prioridad de los Gobiernos está en la situación económica. Es importante que se siga el proceso que empezó en los años ochenta. Hay que hacer un llamado muy serio a la reflexión y al consenso de Washington: tiene que haber claridad sobre objetivos sociales, sobre programas y estrategias para el desarrollo social.

P. ¿Y hay consenso en los respectivos países latinoamericanos?

R. En algunos sitios más que en otros. Países como Chile han demostrado una madurez política para alcanzar un consenso nacional en educación, aunque todavía no han hecho suficiente; hay personal bueno en el sector educativo y hay recursos.

P. Sobre la confrontación entre el sistema público o el privado, ¿hasta qué punto la aportación privada puede suponer un revulsivo?

R. El progreso de la región es que se ha logrado que todos los niños entren en la primaria, y esto significa que se tienen las bases del sistema educativo y además público. Es muy importante decir esto, porque hay teorías que dicen que a lo mejor el problema es que el sistema es público y que si fuese privado sería mejor. A lo mejor, eso tenía sentido hace 60 años, cuando no existían dos sistemas, pero echar a la basura un sistema que ha costado siglos levantar es un error estratégico. Hay que mejo-rarlo.

Además, no tenemos evidencia basada en la investigación de que, cuando se trabaja con niños, el sector público sea superior al privado. Y no hay que engañarse: el Estado no tiene ni idea de cómo hacer las cosas en Latinoamérica y el sector privado está subdesarrollado en muchos sentidos.

P. ¿Qué importancia pueden tener en este contexto de educación las nuevas tecnologías?

R. Una de las formas de exclusión es el no tener acceso a las nuevas tecnologías: no a tener un teclado y un monitor, sino a conocer la cultura de Internet, porque buena parte de la economía del futuro, quizá de la política, va a circular por Internet.

P. ¿El sistema que propone de invertir más en los que menos tienen se podría exportar a una sociedad como la española en casos de marginación o emigración?

R. Tiene que haber igualdad de oportunidades, aunque no la haya de resultados. Yo creo que en ese caso lo mejor es una política de discriminación positiva, una política afirmativa: somos un país de emigrantes y lo que queremos es que esos niños lleguen tan lejos como su capacidad les permita.

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