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El monopolio sobre el 80% de la cría de cerdos impide el control de purines

Los ganaderos porcinos de Cataluña han perdido el control de sus explotaciones. Entre el 80% y el 90% de la producción está en manos de grandes grupos empresariales que, mediante el sistema de integración, han convertido a los ganaderos en seudoasalariados. El monopolio del sector por un reducido grupo formado por fabricantes de piensos, desligados del equilibrio medio ambiental del mundo rural, impide el control de los purines.

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Estas empresas suministran los lechones, el pienso compuesto, la asistencia veterinaria y aseguran un precio fijo para cada animal, descargando así sobre el ganadero los costos medioambientales inherentes a la producción intensiva de porcino. Algunos productores gestionan sus desechos con racionalidad, pero otros acaban contaminando el medio."El payés ha abdicado de su autonomía y ha caído en manos de los grandes grupos", asegura un profesional del sector que critica la postura acomodaticia de algunos de estos ganaderos: "Evitan cualquier riesgo y se aseguran un jornal. La producción de cerdos ha escapado del mundo agrario y se ha convertido en un fenómeno industrial a gran escala".

Los contratos de las empresas integradoras y las facilidades para el mantenimiento de las granjas han generado la aparición de nuevas explotaciones, muchas de ellas en manos de promotores sin anteriores intereses agropecuarios. Normalmente son estas granjas, sin ligazón con la explotación de la tierra, las que gestionan peor sus purines (excrementos de cerdo). Las granjas porcinas también se han convertido en un sobresueldo para sectores agrarios en dificultades.

El sistema de integración de cerdos tiene una implantación desigual en Cataluña. Mientras que en Osona los pequeños y medianos ganaderos independientes siguen teniendo una fuerte implantación en el mercado, en zonas como el Pla de Lleida los integradores han absorbido la mayor parte de antiguas granjas familiares y han convertido a los ganaderos en simples empleados con una comisión por cada cerdo engordado. Actualmente, los integradores pagan 1.500 pesetas al ganadero por cada cerdo.

Fracaso del modelo

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Unió de Pagesos (UP) desconfía del sistema de integración, puesto que representa poner en unas pocas manos el negocio del cerdo, que representa el 36% de la renta agraria catalana. El responsable del sector porcino de UP, Josep Puigpelat, admite pragmáticamente que "el sector ganadero no puede quedarse con los payeses de la barretina, pero tiene que continuar vinculado al territorio".

Uno de los directivos de la empresa integradora Baucells, una de las mayores de Cataluña, admitió hace unos meses en una ponencia que la gran cuota de mercado que han conseguido las grandes compañías "demuestra el fracaso del modelo cooperativo catalán".

Entre las grandes empresas integradoras destaca el grupo ganadero leridano Vall Companys, el primer productor de cerdos de Europa, que el año pasado produjo 2,59 millones de cerdos y 1,1 millones de toneladas de pienso. Entre las sociedades que forman el grupo, además de las dedicadas a la integración ganadera, se encuentran empresas de especialidades veterinarias, producción de piensos, matadero de aves y producción de pollitos. La compañía alcanzó en 1999, una vez superada la crisis del porcino que le hizo perder el 19% de negocio el año anterior, unas ventas superiores a 45.000 millones de pesetas. Vall Companys promueve actualmente la instalación en Aragón del mayor matadero porcino de Europa, que tendrá capacidad para sacrificar cuatro millones de cerdos al año y que requerirá una inversión superior a 18.000 millones de pesetas.

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Los seis millones de cerdos censados en Cataluña representan una cuarta parte de la cabaña española

VIENE DE LA PÁGINA 1 En Cataluña se ha superado este año la cifra de seis millones de cerdos censados, lo que representa el 25% del total de la cabaña porcina española. La mayor parte de estos cerdos se concentra en dos zonas enmarcadas entre las comarcas de Osona y Bages y en el Segrià y Pla d'Urgell. Estas cuatro comarcas soportan la presión ambiental de cerca de 2,5 millones de cerdos.

"La profunda evolución del sector le ha dotado de un enorme dinamismo que ha dejado estrecho y obsoleto el marco legislativo". Después de este eufemístico reconocimiento del desbarajuste del porcino, el reciente Real Decreto de 3 de marzo de 2000 intenta poner nuevo orden en el sector. Destaca del mismo que la capacidad de las explotaciones no podrá exceder de 864 animales y obliga a las granjas que utilicen los purines como abono a disponer de balsas de estiércol cercadas e impermeabilizadas para evitar la contaminación de las aguas subterráneas.

El decreto también impone distancias mínimas -desde los 500 metros hasta los 2 kilómetros- entre granjas y entre éstas y las vías públicas. Sus reglamentaciones más estrictas, nacidas del temor a la expansión de una peste porcina, obligan a las granjas a disponer de un vado sanitario en sus accesos para desinfectar las ruedas de los vehículos e incluso a tener un libro en el que anotar las visitas, incluido el número de matrícula de los vehículos que hayan circulado por la finca.

Tantas precauciones no son gratuitas. En el sector porcino, ganaderos, veterinarios e industriales viven permanentemente atemorizados por una posible propagación de nuevas enfermedades, lo cual cerraría otra vez las fronteras europeas al cerdo criado en España. El temor procede del hecho de que la actual concentración de granjas, sobre todo en Osona, hace muy difícil el saneamiento y facilita enormemente los contagios entre explotaciones. Una de las enfermedades que actualmente mantienen en vilo al sector es el Aujesky que, a pesar de no tener ningún tipo de incidencia sobre la calidad final de la carne, podría llevar la ruina al sector si los países libres de esta enfermedad consiguen cerrar sus fronteras a la carne procedente de zonas que, como Cataluña, no han conseguido erradicarla. Francia ya intentó el bloqueo, aunque sin éxito.

Además de la complicada situación sanitaria, el sector tiene que enfrentarse al pujante movimiento social contrario a que el crecimiento del sector porcino acabe repercutiendo irremediablemente sobre el medio ambiente. La contaminación de las aguas subterráneas por el exceso de purines vertidos en los campos ha obligado a tomar medidas drásticas como la construcción de plantas de tratamiento de purines, que desecan los residuos.

Estas plantas, que queman gas natural y se aprovechan para producir energía eléctrica por cogeneración, han levantado la ira de los ecologistas, quienes consideran que la gran cantidad de gas y agua utilizados para tratar los purines desacredita la función de mitigar el impacto ambiental de estas instalaciones de tratamiento. Las plantas construidas en Alcarràs (Segrià) y Les Masies de Voltregà (Osona) consumen 90 litros de agua por cada metro cúbico de purín tratado -cada cerdo produce cerca de medio metro cúbico de residuos en toda su vida-. Además, estas dos plantas consumen cada año la misma cantidad de gas natural que 91.000 personas.

Un animal hucha

Las huchas tienen mucho que ver con los cerdos, de ahí que acabaran tomando su imagen. En las comunidades rurales, el cerdo era conocido como el animal hucha. Engordándolo con las sobras diarias, era suficiente con abrir su panza para disfrutar todo el año de un sinfín de riquezas gastronómicas. En cada masía catalana se criaban unos cuantos cerdos, precursores de la supuestamente moderna recogida selectiva de residuos orgánicos.Artur Soldevila, veterinario y ex delegado provincial del Ministerio de Agricultura en Girona, recuerda que la producción industrial intensiva aparece en la década de los sesenta, junto con los avances de la genética, la alimentación y la profilaxis. La extraordinaria dinámica biológica del cerdo, con hembras capaces de parir entre 16 y 18 lechones al año, y su rápido crecimiento, lo hace particularmente apto para la producción masiva. Los beneficios son también importantes y a muy corto plazo, lo que origina un paulatino trasvase al porcino desde sectores más castigados por el mercado y con menos margen de beneficio.

"Las especies de ciclo corto permiten regular la producción en función del mercado y en muy poco tiempo producir, por ejemplo, un millón más o un millón menos de cerdos", explica Soldevila. De ahí la dificultad de controlar el censo porcino. Los 6.347.455 cerdos que la Generalitat contabilizó el pasado mes de diciembre no dejan de ser una "instantánea censal", sometida a datos erróneos o a un rápido desfase. Entidades ecologistas manejan datos oficiosos que elevan la cifra hasta los 10 millones.

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