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NUEVA EJECUCIÓN EN ESTADOS UNIDOS

El nuevo debate sobre la pena de muerte en EEUU altera la campaña electoral de Bush

"Apoyo la pena de muerte, siempre la he apoyado", reiteró ayer Al Gore. Sabiendo que la acusación de debilidad frente al crimen es uno de los talones de Aquiles de su partido, el vicepresidente y candidato demócrata a la Casa Blanca rehusó zaherir a su rival republicano George Bush, puesto en cuestión por la controvertida ejecución de Gary Graham. Con 135 ejecuciones en Tejas desde que él es gobernador, Bush no necesitó hacer ninguna declaración que reafirmara que es partidario de la pena capital. Pero sí insistió: "Estoy convencido de que todos los ejecutados en Tejas eran culpables que tuvieron un juicio justo".

Bush, que a menos de cinco meses de las presidenciales le saca a Gore ocho puntos, según el último sondeo de The Wall Street Journal, está viendo ensombrecida su campaña por su historial en relación con la pena de muerte, algo que no imaginaba hace apenas un año, cuando se lanzó a la pista que conduce a la Casa Blanca. Y es que el clima está cambiando en EEUU. Dos hechos recientes han reactivado el debate sobre la justicia, moralidad y utilidad de este castigo: la moratoria en las ejecuciones dictada por el gobernador republicano de Illinois después de que pruebas de ADN y de otro tipo demostraran la inocencia de 13 condenados a muerte en ese Estado y el informe de la Universidad de Columbia confirmando que dos de cada tres condenas a muerte en primera instancia son anuladas luego por tribunales superiores, dados sus tremendos fallos.Las últimas palabras de Graham antes de ser ejecutado acentuaron la discriminación en materia de aplicación de la pena de muerte de la que son víctimas las minorías afroamericana e hispana. Graham habló de "genocidio" y "holocausto". El reverendo Jesse Jackson no fue tan lejos, pero, sin entrar a juzgar la inocencia o culpabilidad de Graham, tildó de "asesinato de Estado" la ejecución de la que acababa de ser testigo directo y dejó en el aire unas palabras que inquietan a muchos de sus compatriotas: "Hay algo injusto y corrupto en este sistema".

Lejos quedan aquellos tiempos de Ronald Reagan en que el 80% de los norteamericanos apoyaba sin problemas la pena capital, un castigo que pone a su país en evidencia en el marco de las naciones democráticas. Ahora, ese porcentaje se ha reducido al 66, según la última encuesta de Gallup-CNN, o al 63, según la de ABC News. Y semanarios como Newsweek hacen algo impensable hace apenas unos años y dedican su portada al tema 'Volver a pensar la pena de muerte'.

Bush, que sólo ha aplazado, el mes pasado, una ejecución, se niega a seguir el ejemplo de su colega republicano de Illinois y decretar una moratoria. "Voy a seguir aplicando las leyes de Tejas, porque creo que el sistema es justo y limpio", dijo ayer. El día anterior, al negarse a detener la comparecencia de Graham ante el verdugo, había dicho: "Si tengo que pagar un precio político por mi actitud, lo pagaré". El primero de esos precios políticos es el empañamiento de esa imagen de "conservador con compasión" con la que espera conquistar en noviembre la Casa Blanca.

Gore está siendo muy cauteloso ante los problemas que la pena de muerte le está planteando a su rival. El vicepresidente apoyó la moratoria decidida por George Ryan, el gobernador republicano de Illinois. "Cualquier Estado que tenga un historial tan horrible debería aplicar una moratoria", dijo. Preguntado de inmediato sobre si pensaba que Tejas estaba en ese caso, Gore respondió: "No tengo un conocimiento detallado del historial de Tejas". Esta actitud diplomática contrasta con las críticas que Gore hace a Bush por otros aspectos de su gobierno en Tejas, como el estado de la sanidad infantil.

Y es que Gore nunca ha tenido que enfrentarse al problema práctico de la aplicación de la pena capital, porque nunca ha sido gobernador de un Estado. Pero la apoya sin tapujos, como su jefe y correligionario Bill Clinton, que sí la aplicó cuando gobernaba Arkansas. En enero de 1992, Clinton interrumpió su campaña presidencial para regresar a Little Rock y dar luz verde a la ejecución de un retrasado mental que había matado a un policía. Probó así que no era un demócrata "blando" como Michael Dukakis, que perdió las presidenciales de 1988 frente a George Bush, padre, entre otras cosas, por su imagen de tolerancia con la delincuencia.

En su afán de probar su dureza en el frente de la pena capital, Gore ha cometido un error que ayer le criticó duramente The New York Times en un editorial. Hace unos días, el vicepresidente declaró: "Si eres honesto en este debate tienes que reconocer que siempre habrá un pequeño número de errores".

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