_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Puente nuevo, puente viejo

JULIO SEOANE

Durante todos los días de esta semana, los informativos de las televisiones, junto con los otros medios de comunicación, nos han puesto delante la foto y los comentarios de los puentes de Cataluña. Las inundaciones han derribado el nuevo, menos de diez años, mientras que el viejo de hace cien años se ha mantenido firme y seguro. Los dos puentes estaban juntos, codo con codo, forzados a un destino común que se negaron a compartir. Hay algo hipnótico en la foto y no es la tragedia, es que despierta asociaciones y simbolismos demasiado fáciles, pero que nadie se atreve a mencionar en voz alta.

¡A quién se le ocurre semejante barbaridad! Un puente viejo y un puente nuevo fundidos, apoyados, el uno con aspecto fiero, oscurecido por el tiempo, y el otro con el alma blanca, roto y espantosamente inocente. Luego pasa lo que pasa y comienzan las metáforas con malas intenciones. Todo tiempo pasado fue mejor, lo de ahora no vale nada, cada día somos peores... En definitiva, la foto se presta a interpretaciones sesgadamente conservadoras y mucho más en los tiempos que corren.

En ningún caso podría haber salido bien ese engendro de ingeniería genética, que no hay otra forma de calificarlo. Si llega a caer el viejo y se mantiene orgullosamente el nuevo, escucharíamos la milonga del progreso y del desarrollo. Que si lo viejo está pasado, que si no sabían hacer las cosas, no hay nada como las nuevas tecnologías... Se veía venir, nada bueno podía salir de esa asociación.

Si llegan a estar separados, a unos kilómetros de distancia, no hubiera pasado nada, al margen de lo que hubiera ocurrido. Que se derrumba el viejo, normal, llevaba mucho tiempo, no se puede luchar contra los elementos, demasiada agua. Que aguanta el chaparrón, pues no hay noticia y nadie se acuerda del viejo puente, ni para darle una medalla ni tan siquiera para añadirle un trienio, que de eso sabemos mucho los funcionarios. Sobre el nuevo ni un comentario, porque si se mantiene todo el mundo cruza los dedos mirando para otra parte, y cuando afloja se habla de desperfectos y se añade una contrata.

Y encima tenía que ocurrir en Cataluña, con un gobierno moderado y de talante conservador. En Andalucía, por ejemplo, se habría derrumbado el viejo, ¡hasta ahí podíamos llegar! Es más, me parece recordar que en tiempos de la Expo se construyó en Sevilla un puente por donde circulaban sus habitantes pero sin que hubiera todavía un río, que se inauguró más adelante. Eso es progreso.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

En resumen, resulta peligroso unificar lo nuevo con lo viejo porque se presta a comparaciones y ya se sabe que las comparaciones son odiosas. No debemos reírnos de aquel que decía que las ciudades hay que construirlas en el campo, porque ahora se levantan dentro de las viejas ciudades, como ocurre en Valencia con la ciudad de las ciencias, de la luz, de la justicia y otras mu-chas. Y así, dentro de veinte años, alguien hará comentarios sobre el resultado de unas y de otras, recordando aquel presidente de finales de milenio que se llamaba Zaplana. Y otra vez las fotos y las comparaciones y las metáforas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_