Kim Dae-jung evitó hablar en Pyongyang de la amenaza nuclear
El reagrupamiento de las familias coreanas separadas por la contienda civil (1950-53) apenas preocupa a los aliados de Corea del Sur. A EEUU y a Japón les inquietan más bien los programas nucleares de Corea del Norte y el desarrollo de sus misiles balísticos, pero ninguno de ellos fue evocado por el presidente Kim Dae-jung durante sus tres días de estancia en Pyongyang. Sus anfitriones hubiesen rechazado sus comentarios porque son temas, según ellos, a tratar con Washington.Para intentar parar la deriva peligrosa del régimen comunista, Washington alcanzó un acuerdo con Pyongyang en 1994 en el que se comprometía a construir dos reactores, cofinanciados por Seúl y Tokio a cambio de que detuviese su programa nuclear con posibles implicaciones militares. Hasta que estén en funcionamiento los reactores, le suministra cada año 500.000 toneladas de petróleo para aliviar su déficit energético. También le proporciona grandes cantidades de ayuda alimentaria.
Siempre ha habido dudas sobre el cumplimiento por Kim Jong-il de este compromiso. El Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz señaló ayer que Corea del Norte sigue intentando fabricar armas nucleares y recordó que no autoriza las inspecciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica.
Hubo que esperar cuatro años, hasta 1994, para que el querido líder del Norte diese otro susto a la comunidad internacional. A finales de agosto lanzó un misil de alcance medio, el TaepodongII, por encima de Japón y desde entonces intenta poner a punto un cohete intercontinental con el que supuestamente podría golpear EEUU.
Para Corea del Norte, cuya balanza comercial es cada año más deficitaria, la exportación de misiles se ha convertido en una de sus pocas fuentes de obtención de divisas. Según el diario israelí Haaretz, Siria y Libia habrían sido sus últimos clientes.
La Casa Blanca se esfuerza ahora por obligar a Corea del Norte a interrumpir su producción de misiles. El presidente Bill Clinton ha pedido que la próxima cumbre de los líderes de los siete países más industrializados (G-7), que se celebrará en Okinawa (Japón) el mes próximo, formule un llamamiento a Kim Jong-il para que suspenda su programa balístico. Sus seis socios del G-7 se han mostrado dispuestos a secundarle.
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