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La falta de incentivos y de profesores relega el estudio de lenguas extranjeras en el Reino Unido Un informe califica de "monolingües y arrogantes" a los británicos por no aprender idiomas

Isabel Ferrer

"Los escolares incapaces de leer, escribir, hablar o entender siquiera otra lengua deberían tener vetado el acceso a la universidad". Extraída del Informe Nuffield, animado por el Gobierno para averiguar el estado de la enseñanza de idiomas en el Reino Unido, tan dura recomendación trata en realidad de advertir a las autoridades académicas británicas de que el actual monolingüismo de la población estudiantil puede convertirse en un problema laboral y económico en menos de una década. La primera en contestar ha sido la Sociedad para la Filosofía de la Educación, que considera un gasto inútil imponer una materia beneficiosa para una minoría.

Dirigido por John Boyd, lingüista de la Universidad de Cambridge, el Informe Nuffield pide un cambio radical de actitud en los actuales métodos de enseñanza de idiomas. Sin temor a las críticas, califica de "crónica y desastrosa" la falta de estos profesores en la escuela primaria. En la secundaria, el estudio se queja del abismo existente entre lo aprendido al final de los estudios obligatorios a los 16 años "y el grado de dificultad observado en los cursos necesarios para acceder a la universidad". Un desfase que suele desanimar a la mayoría de los estudiantes, que abandonan los idiomas por otras materias, incluso teniendo aptitudes y buenas notas.Según el equipo de Boyd, del que también formaba parte Trevor McDonald, famoso presentador televisivo de la cadena comercial ITV, la total dependencia del inglés como arma comunicativa mostrada por los británicos les ha llevado a apoyarse en la buena disposición del resto del mundo para aprenderlo. "El inglés se ha convertido en la lengua de la ciencia y la tecnología; de la aviación y la medicina, es cierto. Pero en un entorno plurilingüe donde muchos hablan, por lo menos, otro idioma, el británico capaz de expresarse sólo en el suyo propio corre el peligro de mostrarse inflexible, insensible y arrogante", dice el estudio.

Un pasatiempo

Una cuarta parte de las escuelas estatales de primaria cuenta con algún profesor extranjero que acude una o dos veces por semana fuera del horario lectivo. Sus clases son optativas para el alumnado hasta los 11 años, que recibe sobre todo nociones elementales de francés, español, alemán o italiano. Presentada como una actividad extraescolar, la lección se convierte en un pasatiempo donde se canta o aprenden rimas en un idioma aislado del contexto cultural y social del país originario.

En la secundaria es obligatorio aprender, por lo menos, otra lengua hasta los 16 años. Los dos cursos posteriores, preparatorios para el acceso a la universidad, son los mejor dotados en este terreno, con una buena oferta de profesores y materiales. Ello supone un cambio tan brusco para unos estudiantes acostumbrados a darle poca importancia a los idiomas, que muchos los dejan en favor de otras materias cuando ven lo difícil que les resulta aprobar.

Los exámenes que cierran la secundaria dan por terminada también la enseñanza de lenguas para el 90% de los estudiantes británicos. Con 16 años cumplidos, "sus conocimientos gramaticales no les servirían para solicitar un empleo o pasar siquiera unas vacaciones en otro país. Como nadie les explica que hablar otro idioma es una buena baza laboral y les ayudará a ganar más dinero, los alumnos tienden a considerar dicha materia una maría más", señala el informe. Sus autores lamentan, asimismo, que la industria turística británica sólo sea capaz de recibir a los viajeros en inglés.

"Dos tercios de los 25 millones de visitantes llegados todos los años al Reino Unido proceden de países donde el inglés no es la lengua oficial. Sin embargo, dependemos de que ellos, nuestros clientes, se tomen la molestia de aprenderlo". Para erradicar lo que califica de actitud insular del británico medio, el trabajo propone que el estudio obligatorio de otras lenguas comience hacia los 7 años en todas las escuelas de primaria. También pide que un centenar de centros de primaria sean convertidos, durante la próxima década, en escuelas internacionales donde los niños acaben siendo bilingües -español, francés y alemán son los idiomas propuestos- a los 11 años.

Para el Gobierno británico, esta última opción sería la más adecuada. El Ministerio de Educación ha mostrado ya su admiración por los 86 colegios de secundaria especializados en la enseñanza de idiomas, principales proveedores de estudiantes de Filología a escala universitaria. Uno de ellos, el Convento de Jesús y María de Londres, ofrece nueve idiomas internacionales además de cursos para adultos y clases adicionales en las escuelas de primaria cercanas.

Además de recibir una subvención oficial, estos centros pueden recabar la ayuda de patrocinadores comerciales para seguir manteniendo el buen nivel de enseñanza. Educación, que no piensa forzar de momento las clases obligatorias de idiomas en la primaria, espera poder atraer a más profesores ofreciendo 5.000 libras en efectivo (1.350.000 pesetas) a los que quieran especializarse en una rama que sea ahora poco atractiva para la mayoría de los futuros maestros.

La Sociedad para la Filosofía de la Educación sostiene, por el contrario, que dicho esfuerzo resultará inútil para el alumno, además de muy caro. En un contrainforme, dicho organismo mantiene que las industrias británicas no tienen en mayor estima a los empleados políglotas. El experto es llamado cuando se le necesita. No vale la pena, por tanto, exigir "a todos los escolares" algo que sólo beneficiará a unos pocos.

Las lenguas de los lores

El informe Nuffield ha seguido la senda marcada por el Comité para la Comunidad Europea de la Cámara de los Lores, que en 1998 pidió al Gobierno

británico la mejora urgente de la enseñanza de idiomas

en el país.

Convencidos de que su aprendizaje constituye una buena inversión, sus señorías solicitaron el aumento de docentes tanto en la enseñanza obligatoria como en la universitaria. "También hemos notado que los estudiantes británicos viajan poco a otros países en programas de intercambio como los denominados Sócrates y Erasmus", añadieron los lores.

La situación de desventaja que ello suponía para unos jóvenes que "vivirán en un entorno plural y en constante movimiento" les llevó a aconsejar al Ministerio de Educación que convirtiera en una de sus prioridades el envío de alumnos nacionales al extranjero para abrirles el horizonte. Una opinión compartida dos años después por el equipo del lingüista de Cambridge John Boyd.

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