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Dos emigrantes se ahogan en el río Bravo ante las cámaras de televisión

Juan Jesús Aznárez

Cientos de mexicanos emigrantes pierden la vida en solitario, abrasados o muertos de hambre, en los desiertos de Arizona y el sur de California, y otros ahogados en el río Bravo, a la vista de policías de Matamoros, México y de Brownsville, Tejas. Las cámaras de Televisa filmaron la agonía de dos de ellos en aguas del río fronterizo, sus desesperados manotazos, las burbujas despedidas por la nariz y la boca cuando quedaron exhaustos y se dejaron morir. "¡Me ahogo! ¡Me ahogo!", gritaba uno de los inmigrantes. Un total de 536 indocumentados han muerto en la frontera de California desde 1994.

La impericia de los policías que acudieron a las orillas, rayana en la desidia a juzgar por las imágenes, la incapacidad demostrada en la fallida operación de salvamento, indignó a quienes presenciaron los hechos in situ o los sufrieron angustiados a través de la televisión. "¿Pero es que ni siquieran saben nadar los agentes?", se preguntaba ayer el presentador de una cadena de televisión mexicana. Al parecer, no sabían. María de la Paz Reyes, coordinadora regional del Grupo Beta, el cuerpo al que pertenecen los policías mexicanos implicados, admitió que no saben nadar en corriente, y que por eso fracasó el auxilio a sus compatriotas. La patrulla estadounidense no ha hecho pública su versión.

Los cámaras de Televisa realizaban un reportaje sobre emigrantes indocumentados cuando coincidieron con el drama protagonizado, a las doce del mediodía, por tres jóvenes de entre 20 y 25 años en las inmediaciones del puente internacional Puerta México.

Los mexicanos habían vadeado el río por una zona poco profunda y llegaron a la ciudad de Brownsville, en Tejas, pero fueron sorprendidos por los policías fronterizos de Estados Unidos. Atemorizados, buscando a toda costa no ser detenidos, se lanzaron al agua para regresar a Matamoros. Nadaron hasta la mitad del cauce de río Bravo, pero poco a poco, casi sin fuerzas, porque la huida había sido a la carrera, pidieron auxilio. El tercer emigrante se perdió entre los matorrales del margen estadounidense del río.

Los dos fugitivos comenzaron a sumergirse el uno a corta distancia del otro, y las cámaras captaron el terror a perder la vida. Salían a la superficie, se limpiaban la cara con la mano, pedían la ayuda de los policías mexicanos y volvían a desaparecer en las aguas de un río que se ha tragado a 14 emigrantes en lo que va de año.

Desde el lado estadounidense, menos visibles por una maleza alta, alguien lanzó un salvavidas rojo atado a una cuerda. Demasiado lejos. Los policías mexicanos únicamente portaban cuerdas que no atinaban a lanzar.

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Nadie, ni en un lado ni en otro, decidió atarse una soga a la cintura, a un salvavidas, y nadar hacia los peones.

Finalmente, los dos mexicanos desaparecieron en las aguas agotados. Poco después sus cuerpos aparecían flotando boca abajo, visibles todavía las burbujas despedidas durante los últimos segundos de vida.

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