El sadomasoquista asesino de Internet
Una destartalada colonia de remolques en el Misuri rural, en el corazón de Estados Unidos, se ha convertido en el centro de una investigación sobre siniestros asesinatos en serie en la que está implicado un hombre de 56 años que, al parecer, usaba las páginas de un chat [conversación] de Internet para atraer a sus víctimas a sesiones de sexo sadomasoquista en moteles de carretera.Los fiscales del Estado declararon el pasado martes que estaban preparándose para presentar cargos de asesinato múltiple contra John Edward Robinson; éste fue detenido el sábado pasado acusado de agresión sexual, pero poco después la policía encontró los cuerpos en descomposición de al menos nueve mujeres en terrenos pertenecientes a Robinson. Todos los cadáveres estaban metidos en barriles. El bebé de una de las víctimas se encuentra desparecido.
Si le declaran culpable en el juicio, Robinson podría ser uno de los peores asesinos en serie de la historia de Estados Unidos y uno de los primeros que ha utilizado el ciberespacio para tender la trampa a sus presas. Se sabe que, cuando buscaba a mujeres interesadas por las relaciones sexuales sadomasoquistas en la red, Robinson empleaba el nombre de "negrero".
La detención de Robinson se produjo como consecuencia de las denuncias presentadas por dos mujeres de que las había tratado brutalmente después de que aceptaran jugar a ser sus esclavas sexuales en habitaciones de motel. Al parecer, las había obligado a ir más allá de lo que pensaban y había insistido, contra su voluntad, en fotografiarlas. Una de las dos mujeres, una psicóloga de Tejas, dijo también a la policía que Robinson, un hombre calvo y con gafas cuya esposa es la encargada de la colonia de remolques, le había robado objetos por valor de 700 dólares (unas 130.000 pesetas): látigos, bates de madera, fustas y otros instrumentos propios del sadomasoquismo.
La policía hizo el primero de sus macabros descubrimientos, el pasado sábado por la noche, en un terreno propiedad de Robinson en La Cygne, Misuri, próximo a la frontera con Kansas. Los agentes vieron dos barriles ocultos en el límite del terreno y descubrieron que cada uno contenía el cuerpo de una mujer. Los primeros exámenes indicaban que su fallecimiento se debió a golpes en la cabeza.
El lunes, los investigadores localizaron otros tres barriles de acero de 200 litros de capacidad en una nave de almacenaje alquilada por Robinson en unas instalaciones llamadas Stor-Mor For Less (guarde más por menos) en Raymore, Misuri, a 45 kilómetros de distancia. Cada uno de ellos contenía también restos femeninos. La policía señaló que habían muerto mucho antes y que tal vez llevaban años descomponiéndose en los barriles.
Una de las dos primeras mujeres halladas fue identificada el martes por la noche como Suzette Trouten, de 28 años, procedente de Detroit, Michigan. Suzette Trouten había abandonado el área de Detroit a principios de marzo. "Dijo que se iba a hacer una entrevista de trabajo", declaró a los periodistas una prima suya, Lee Shukait. "Se registró en un motel y desapareció".
Las autoridades creen que respondió a una invitación para reunirse con Robinson, que, en persona, utilizaba también el nombre de James Turner. Cuando la policía detuvo a Robinson el sábado pasado, por la denuncia de agresión sexual, llevaba ya tres meses investigando el caso de Trouten. Dentro de sus indagaciones, los agentes han intentado reunir una lista de todas las mujeres con las que Robinson entabló contacto a través de páginas de Internet relacionadas con el sexo.
Si se demuestra que Robinson mató a las nueve mujeres, es prácticamente seguro que la acusación pedirá para él la pena de muerte. "Esta investigación empezó siendo un caso de persona desaparecida. Pero ahora ha adquirido vida propia", comentó el fiscal del distrito, Paul Morrison.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.