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Bush aplaza una ejecución por vez primera desde que es gobernador

Por primera vez en sus cinco años y medio como gobernador de Tejas, George Bush se disponía anoche a ordenar el aplazamiento de una ejecución. En vez de bajar el pulgar como en las 130 ocasiones anteriores, Bush anticipó que esta vez se inclinaba por ordenar que el verdugo de Tejas espere un mes más, hasta que se efectúen análisis de ADN que confirmen o desmientan que Ricky McGinn, de 43 años, fue el autor de la violación y muerte en 1993 de su hijastra Stephanie, que tenía 12 años. McGinn iba a ser ejecutado anoche por con una inyección letal.La decisión de Bush de retardar la ejecución y darle una oportunidad a los análisis de ADN, que iba a materializarse en el último minuto anterior al comienzo de la ejecución, tuvo un evidente sentido político: el de mostrar que no es el gobernador sin piedad que se desprende de su historial. Como candidato republicano a la presidencia, Bush intenta presentar una imagen moderada y centrista, que él resume con la fórmula "conservadurismo con compasión". Las encuestas le dan en estos momentos una corta ventaja, unos seis puntos, frente a Al Gore, vicepresidente y candidato demócrata.

Bush se declara convencido de que todos y cada uno de los 130 reclusos ejecutados durante su periodo como gobernador de Tejas eran culpables. Pero, como parte de su viaje político al centro, acepta el uso de las pruebas de ADN. "Si cabe la posibilidad de que demuestren de modo inequívoco la inocencia o culpabilidad de alguien, deben ser empleadas", dijo ayer.

Para reforzar esta idea, no sólo aplazó un mes la ejecución de McGinn, sino que puso en libertad a A. B. Butler, un hombre que pasó 17 años en una prisión de Tejas por una violación que, según unos recientes análisis de ADN, no cometió. En el caso de McGinn, las pruebas van a comparar el cabello y el semen encontrados en el cuerpo de la víctima con los suyos. El apoyo a las ejecuciones comienza a erosionarse levemente en EEUU. Según una encuesta de Gallup difundida ayer por CNN, el 66% de los norteamericanos son partidarios de la pena de muerte, y el 28%, contrarios. A mediados de los ochenta, esos porcentajes eran del 80% y el 16%.

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