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Martín Antequera: "Tenía que demostrar que, además de tener valor, sé torear"

"Confirmado, el próximo San Isidro, sólo novilladas". El mismo aficionado que la semana anterior reclamaba la prohibición de las corridas de toros a favor de las novilladas continuaba ayer en campaña. "¡Qué barbaridad! Igual que los toros de ayer", insistía con rechifla consentida y celebrada. Salía el cuarto de la tarde y un herido Martín Antequera, con siete puntos en el mentón, se aprestaba a arrancarle, antes que cortarle, las orejas. El novillero veía cómo la pelea del martes 16 de mayo, en la que él solo, por cogidas sus compañeros, tuvo que matar los seis novillos de la tarde, vivía un punto y seguido. "Con el primer novillo había intentado dejar claro que, además de tener valor, sé torear. Si no llego a fallar con la espada, estoy seguro de que corto una oreja", dice de carrerilla. Se dio la circunstancia de que falló. Conclusión: más valor derrochado. "Eso, ganas y arrojo, nunca faltan", añade orgulloso para en seguida volver a su argumento de fuerza: "Temía que la gente se quedara, como habían dicho los medios, con que lo mío era sólo asunto de entrega y... no. También sé poner la mano baja y llevar al toro despacito".

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Un torrente de casta brava

Herida abierta

En las gradas, pocos repararon en tanta sutileza. "Una película de terror", se comentaba desde le tendido bajo del 2. Con el esparadrapo desprendido y la herida abierta (provocada al entrar a matar a su primer enemigo), el de Antequera no cejaba: "Era un toro complicadísimo. Al principio, por la lámina, parecía bueno, pero no. Pegaba unos derrotes por el pitón izquierdo bien difíciles de gobernar".

Alberto Álvarez, el otro que se llevó una oreja en la tarde, tampoco duda en exponer raudo su expendiente con todos sus méritos en perfecto estado de revista: "La novillada en general ha sido muy complicada. Pero está claro que a Madrid y en San Isidro sólo se puede venir con una corrida así. De lo contrario, la gente ni lo valora ni lo aprecia ni se da por aludida".

Acto seguido, el de Ejea de los Caballero (Zaragoza) pasa a analizar su trabajo: "El primer toro no dejaba hacer nada. Arreaba unos tornillazos que deslucían todo lo que intentaras hacer. La muleta salía enganchada constantemente". En lo que se refiere a su segundo, del que recibió el triunfo y un golpe de importancia al entrar a matar, satisfacción sosegada. "Le he podido dar alguna tanda a gusto. No ha sido un triunfo pleno, pero...", dice y en los puntos suspensivos deja el sabor de lo que estuvo a punto de ser. Alvárez debutó con caballos el año pasado y con la de ayer sumaba tres presencias en Las Ventas. "Tres y mi primera oreja", concluye.

Mientras, en los tendidos quedaba el sabor fresco y tenso de una tarde con novillos, novilleros y emoción. "Los ecologistas van a tener razón. Nada de toros, sólo novilladas", insistía, ya algo pesado, el aficionado de antes.

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