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Madrid, ordeno y mando

Quien regente la plaza de Las Ventas domina el toreo. No sólo eso, ejerce una dictadura feroz. Los toreros figuras, los segundones y los terceros, no hablemos de los otros, saben que dependen mucho de él. Aquéllos, porque el triunfo gato les garantiza el cheque. Éstos aseguran pastita y corridas. Los otros, la supervivencia...Madrid, su público y su coso obsesionan a la clase torera. Y aunque, en algunas ocasiones, grandes espadas quedaron fuera de su feria por enfrentamientos con los regentes, no les quedó más remedio que volver al redil... ¡Es mucha plaza! Joselito y José Tomás retornarán. Posiblemente antes de lo que piensan. ¿En otoño? Probablemente. Depende del resultado de la temporada...

Antes, cuando los toreros influían un poco más, los contratantes tenían en cuenta sus peticiones. A veces, exigencias contadas. Sabían que para atraer al público era necesario ofrecerle carteles redondos o al menos compensados. Debían alternar una figura, un buen segunda fila y un matador novel con proyección.

Se cuidaban las ganaderías para que el resultado de la fiesta fuera óptimo. No había tantos abonados como ahora. Era preciso animar al personal para que acudiera al día siguiente. Por ello, toros y toreros eran de lo mejorcito. Los diestros de primera fila actuaban tres tardes y, al ser los más seguros, garantizaban la repetición del simple espectador. El aficionado era y es seguro...

El privilegio de intervenir en tres festejos reportaba superior beneficio por actuación. Significaba mejorar las ganaderías a lidiar y un honor. Incluía al torero en los carteles en que las entradas eran más caras. Las corridas en las que tomaban parte diestros menos famosos, los precios eran más accesibles. Y viceversa. Ahora, todas, buenas, regulares y malas, cuestan igual. Muy caras, por cierto...

En la actualidad es distinto. Las figuras no se prodigan. No existen carteles redondos -¡ni uno en San Isidro 2000!-. Bastantes de las ganaderías anunciadas, al contrario que antaño, no militan en los primeros puestos. Demasiados hierros mediocres, de más baja cotización. Sin méritos para la categoría del ciclo.

Se aprecia el afán mercantilista de los organizadores, aceptado por los responsables de la plaza de Las Ventas: el Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid. Bien que traten de ganar dinero, pero ¡no tanto! Al ser el ágora propiedad del pueblo, de la afición, habría que esmerarse más en la confección de los carteles...

Desgraciadamente, nunca fue así. Al principio, y durante más de cuarenta años, la empresa constructora se encargó de la organización de las corridas y, de paso, en erigirse en la dictadora del toreo. Luego, en pleno proceso de transición, se relevaron los gerentes. Varios hasta ahora. Todos ejercieron de todopoderosos de la fiesta. Las Ventas, además de un jugoso cheque al portador, es una omnipotente arma de dominio.

¿Por qué, si no, pujan por ella, buscan apoyos políticos y se pelean la mayoría de los empresarios españoles y algún extranjero?

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