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Tribuna:RAÍCES
Tribuna
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Hablemos del ceceo

MANUEL ALVARSe ha hecho mil veces una caracterización de las hablas andaluzas por su gracejo, por su donosura y su garbo. Cuestiones subjetivas que poco cuentan en una valoración científica. Las sentimos como broma o como desconsuelo: depende de la postura del hablante. Pienso en algo real y cierto: por eso daré nombres y apellidos. Circunstancias veraces también. Alfredo Floristán es un célebre geógrafo. Habíamos estudiado juntos en Zaragoza y recalado en Granada. Él estuvo unos pocos años; yo más de veinte.

Un día, en el remanso entre clase y clase me contó su desconsuelo: "Un alumno me ha preguntado algo y yo no le he entendido ni jota". "¡Pero, hombre!" "Sí, me ha dicho: 'Ceñó Frorihtá, y ci le ashusha el de zu vera, ¿qué paza?'. "Tú ¿qué les contabas?". "Les estaba hablando, en Geografía de 1º, de sinclinales y anticlinales, y mi susto aún sigue". "Es fácil: 'Y si le empuja el que está a su lado, ¿qué ocurre?". "¡Ah!", exclamó Floristán. En esa pregunta había una teoría lingüística que no acabaría pronto: ceceo, aspiración de la s, desoclusivisación de la ch, preferencias léxicas...

¿Qué se entiende por ceceo? En lo antiguo las cosas no estaban claras. Hoy sí: trueque de ese por zeta, pero sabiendo que ni la ese ni la zeta andaluzas son como las de Castilla. El caminar no ha sido fácil hasta descubrir nuestras certezas: en 1540, el historiador portugués Juan de Barros habló de "o cecear cigano de Sevilla". El texto ha hecho discutir a los mejores lingüistas y acaso debamos atenuar un tantico las afirmaciones: cierto es que Barros acaso no supiera bien lo que era ceceo. Además, los gitanos no eran sólo andaluces, pero conviene no olvidar otra cosa: en el Acto II del Arenal de Sevilla, Lope de Vega escribió: "La lengua de los gitanos / nunca la habrás menester / sino el modo de romper / las dicciones castellanas: / con eso y con que zecees, / a quien no te vio jamás / gitano parecerás".

Un aragonés, Baltasar Gracián, en El Criticón, apostillaría: "Ceceaba uno tanto que hacía rechinar los dientes y todos convinieron que era andaluz o gitano". No son raros los testimonios del jesuita aragonés con respecto al ceceo, pero resultan poco claros: identifica andaluz con gitano, lo que no es mucho decir, pero es que Gracián no veía con buenos ojos, ni oía con buenos oídos, a los andaluces. Como rechinar los dientes en el ceceo evoca la ce y no la ese, con lo que la pronunciación de los gitanos sería ceceante como ciertas hablas andaluzas, pero no la de Sevilla capital.

Habrá que pensar que, por los días de Gracián, el timbre ceceante de la ce se había estabilizado de forma definitiva y así habrá que interpretar los informes que pacientemente hemos ido recogiendo los lingüistas. Seguiremos otro día, pero hoy bastará -y es mucho- que el ceceo en el siglo XVI suscita no escasas cuestiones, que no toda Andalucía cecea, sino que buena parte sesea, y que, en el debatido problema del ceceo, se han mezclado los canarios, que jamás han ceceado ni cecean.

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