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Bromas sin gracia.

El presidente norteamericano Bill Clinton ha querido comenzar su despedida de la prensa y del público en este tramo final de su segundo y último mandato con un vídeo en el que se ríe de sí mismo. Han colaborado en la producción su mujer Hillary, el vicepresidente Al Gore, el jefe del Estado Mayor del Ejército y otros muchos. Le agradecemos este gesto que demuestra buen humor, siempre prueba de buen carácter, y comprendemos que no haya optado por despedidas más solemnes. Suelen ser una lata y en su caso además habrían sido un tanto forzadas.Pero en este tramo final de la presidencia de Bill Clinton están sucediendo algunas cosas en Washington que no tienen ninguna gracia, especialmente para los europeos. El Senado norteamericano parece obcecado en demostrar que desprecia tanto a sus aliados europeos como al aún jefe de la Casa Blanca. Y de un tiempo a esta parte no pasan unas semanas sin que organicen alguna gracia para agriarnos el humor a los europeos y, lo que es más grave, para dinamitar la cohesión de la defensa occidental transatlántica. Sólo así se puede entender la propuesta recién presentada de imponer al Ejecutivo una retirada unilateral de las tropas norteamericanas de Kosovo para julio del año próximo.

Hace unos meses, el Senado rechazaba la ratificación del Tratado Start II en una medida que, aunque probablemente dirigida sobre todo a humillar a su odiado Clinton, era una bofetada también para los europeos. Después se han dedicado con un celo digno de mejor causa a proclamar la de repente tan imperiosa necesidad de revisar o liquidar el acuerdo sobre sistemas antimisiles (ADM). Cierto es que la proliferación nuclear va a llevar, antes o después y a todos aquellos que puedan permitírselo, a buscar sistemas capaces de interceptar misiles enemigos con cabezas nucleares, químicas o biológicas.

Pero una vez más, con su actitud, esos lobbistas introspectos o definitivamente autistas que forman la mayoría republicana en el Senado se revelan como auténticos saboteadores de la Alianza Atlántica, dan la iniciativa en el terreno del desarme a un Kremlin dirigido por un personaje tan poco recomendable como Vladímir Putin y permiten a éste presentarse como el defensor de los intereses de los europeos y especialmente de las potencias nucleares británica y francesa. Ya tenemos a Londres y a París por supuesto, pero también a Berlín y a Javier Solana clamando en contra de una medida a la larga inevitable, pero hoy una carga de profundidad en la solidaridad transatlántica, porque desvincula la defensa europea de la norteamericana.

Ahora, en un momento clave para emprender la normalización y estabilización general de los Balcanes, cuando el presidente Slobodan Milosevic vuelve a estar bajo seria presión de la oposición y su régimen político mafioso muestra signos claros de descomposición, anuncian la iniciativa de dejar solos a sus aliados en la ingente labor por mantener el orden y, que nadie lo olvide, evitar otra guerra en los Balcanes. Si se van los norteamericanos es muy probable que la huida hacia adelante, hacia el conflicto por parte del régimen herido de muerte de Belgrado se multipliquen. Y los países de la región que se arriesgaron y sufrieron durante la intervención se sentirán como los checoslovacos en 1938, abandonados ante Hitler, y los polacos en 1946, abandonados ante Stalin. Pese a todos sus éxitos, Clinton, lo intuye él, no pasará a la Historia como un presidente de carácter ni especialmente serio. Pero aparte de sus bromas en vídeo le queda aún algo muy serio por hacer. Es intentar por todos los medios el evitar las bromas de mal gusto de un Senado que pone en peligro el bien común internacional que es la cohesión transatlántica, garante de la seguridad y la paz de las democracias occidentales durante cuatro generaciones. Con veto o -no estaría mal- dándoles a entender que tampoco EEUU podrá contar nunca con una seguridad plena al margen del resto del mundo. Pero pensar que este Senado es capaz de entender este axioma del sentido común parece ser, por desgracia, otra mala broma.

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