Evocación de la Alhambra
MANUEL ALVARNuestras miradas se deslumbran y no se cansan de contemplar el mundo que nos rodea. Sabemos de Granada. Sabemos de la Alhambra. Nos queda una increíble permanencia que don Juan Valera puso en versos españoles: "Entre las torres del mundo, / Granada no tiene igual; / ¿qué valen junto a Granada / Arabia, Siria e Irak?". El capítulo XVII y último de la obra de Schack (Poesía y arte de los árabes de España y Sicilia) está dedicado a Granada. Cualquier lector que lea esas páginas queda anonadado: tal es la exuberancia de sus palabras, la retórica de su estilo y los tópicos que se derraman por doquier.
Elijamos un botón de muestra: "Hay palabras cuyo sonido da alas a la fantasía. Tales son los nombres de Alhambra o Generalife, los cuales resuenan en el alma como un poderoso conjuro, y levantan y traen ante ella una turba de imágenes: esbeltos pilares, extendiéndose en alto como las líquidas columnas de los surtidores; fiestas y torneos bajo arcadas aéreas; paseos nocturnos entre cristalinos y sonoros arroyos, mientras que el aroma del mirto embalsama el ambiente, y suena en la espesura el blando adormecido eco de los romances".
Estas palabras nos ofrecen el sosiego que se ha querido encontrar en un hermoso paisaje y la emoción de sentir unas efímeras creaciones que hubieran servido como testimonio de la caducidad a la que llamamos vida. Este manojo de flores secas nos permite adentrarnos en un mundo en el que la arqueología se hace sentido actual, en el que el pasado nos incita a su conocimiento y en el que la poesía es un canto cuya emoción dura.
El investigador -que siente la belleza- tiene que adentrarse por esa fronda con que lo envuelven para ir sacando luz de tanto y tanto motivo que va convirtiéndose en palabras y más palabras. Todo lo que el sabio alemán nos contó es lo que vemos o sentimos, pero, acomodado en el seno de nuestra sensibilidad, lo guardamos recatadamente. Y al proyectar sobre todo ello la lámpara de lo que llamamos ciencia descubrimos el sentido a las criaturas que mantienen vivas sus emociones. Se dice Alhambra, o Generalife, o jardines del Partal. Pero todo está sustentado con unas manos mortales que les dieron alma. Todo cuanto se nos ha enumerado es así, pero en el fondo hay un espíritu que les dio una vida intensa y que ahora vamos a descubrir en el silencio recatado de los siglos.
Se nos habla del prodigio de la supervivencia del monumento y ya no nos extraña la milagrosa sorpresa de cuanto ha ido conservándose para encanto del visitante. Esto nos sirve para entender el monumento en su actualidad, pero cumplida esta previa y necesaria información tenemos que asentarnos en otros hechos: cómo se formó la Alhambra, no tanto para hacer arqueología, sino para adentrarnos en lo que se fue descubriendo para ilustrar unos pasos que nos llevan a ese hoy que sigue deslumbrando.
Por eso necesitamos un poco de historia previa, a la que pronto volveré.
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