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Tribuna
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Tiempo de certezas

Es tiempo de ordenar las ideas para aprovechar el tiempo muerto, para, como decía días atrás en este periódico Imanol Zubero, despegarnos del enfrentamiento y reafirmar algunas certezas que han pretendido ser destruidas por los asesinatos de ETA.ETA destruye la vida. Este es su principal crimen, su principal miseria . Además, sus acciones tienen consecuencias políticas. Algunas consecuencias, pero no todas las consecuencias; no todo queda contaminado por las acciones de ETA. Considerarlo así es darle un intolerable plus de protagonismo. Darle más influencia de la que real y desgraciadamente ya tiene. Aislar a ETA exige, entre otras cosas, un riguroso y equivalente trabajo de aislamiento intelectual, impedir que la conmoción que nos producen sus crímenes haga caer, o haga aparecer como ambiguas, un conjunto de hechos y creencias que no tienen porqué perder su vigencia.

El asesinato de ETA a la libertad de expresión no puede suponer que se excluya del juego democrático a la libertad de crítica o, mas precisamente, al uso de la libertad para hacer crítica política. Nos asiste el mismo derecho a no ser objetivos -a ser conscientemente subjetivos- para criticar a nuestros contrincantes políticos, que a denunciar, desde otra intocable subjetividad, esas críticas. Ambos son derechos democráticos. Y certezas democráticas.

Este es un territorio conquistado para la democracia y cercado por criterios democráticos. En él, por tanto, ETA no tiene cabida. Es un espacio físicamente estanco frente al espacio de ETA. Y si los mezclamos es, o bien porque creemos que ETA puede tener un papel democrático, lo cual es aberrante, o bien porque creemos que puede marcar unas reglas de juego en un juego en que no solo no está, sino en el que no puede estar, lo cual es igualmente absurdo.

Se nos dice que lo que pretende ETA es debilitar al nacionalismo democrático y conseguir que sea el nacionalismo radical el que le sustituya; que mientras tanto el desconcierto del Gobierno de Ibarretxe le llevará a convocar elecciones; que como en ese momento existirá mucha crispación, se producirá una polarización electoral entre EH y PP; que ganará el PP, pero que no importa (según parece, así piensan los de ETA), porque de esa manera las sociedad vasca enfurecida se levantará contra la opresión de Jaime Mayor Oreja (quien en este impresionante relato se supone será el futuro lehendakari).

Aquí la certeza que se cuestiona está en el campo del sentido común. Y no solo porque esta supuesta planificación de ETA es un puro delirio; ni van acabar con el PNV, ni el PP va a ganar la elecciones, ni en este país ya nadie se levanta contra nadie. Sino porque otorgarles esta -aunque sea delirante- previsión estratégica es concederles algo inexistente. Supone darles nuevamente un protagonismo que mina nuestras certezas.

La certeza -en este caso nuestra ya antigua certeza- consiste en que ETA mata para eliminar a su enemigo, y especialmente para amedrentar a su enemigo y así doblegarle. Eso es lo que saben hacer. Eso es, estrictamente, lo que saben pensar. Y si alguna vez se salen del guión y tratan de hacer alguna habilidad estratégica, se estrellan.

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Como la reciente de tratar de liar al PNV. El ultimo comunicado de ETA destila tanto un lamento por comprobar sus limitaciones, su incapacidad de comprender el mundo exterior, como la tranquilidad de poder volver a su territorio. A su simple y terrible territorio. Pero firme (para ellos ).

Por eso, usar esas supuestas astucias estratégicas de ETA para conformar estrategias propias es algo peor que una trapacería política. Es un muy peligroso error, en cuanto que concede protagonismo político a ETA; un protagonisno que nuestras evidencias históricas niegan.

Hay dos certezas que no deben ser destruidas. La ilimitada y democrática crítica, y la muy limitada capacidad político-estratégica de ETA. Hay más certezas Pero tampoco muchas más. Por eso no hay que despreciar ninguna.

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