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Algunas notas sobre la educación

Aclarado el panorama político tras las últimas elecciones generales al haber cosechado el partido en el poder una mayoría más que suficiente, parece oportuno recordar a quienes nos van a gobernar durante los próximos cuatro años la situación en que se encuentra uno de los servicios públicos más necesarios del país, el de la educación, y cuáles habrían de ser, desde nuestro punto de vista, las medidas más urgentes a tomar.Lo primero que se requiere es esfuerzo presupuestario por parte del Gobierno central y de las administraciones autonómicas que haga posible el cumplimiento de la LOGSE en lo que se refiere a la adecuación de espacios en los centros de secundaria (eliminación de barracones, dobles turnos) y la construcción de nuevos centros, tal como se preveía en los mapas escolares de los últimos gobiernos socialistas. Se trataría igualmente de dotar a los centros de los instrumentos materiales necesarios para el desarrollo razonable de las adaptaciones curriculares y de los grupos de diversificación. Un país que no ha satisfecho todavía esas demandas básicas de la enseñanza pública sólo puede considerar como un lujo innecesario la política de conciertos que se están aplicando desde las distintas administraciones. Si no parecería razonable, subvencionar la cirugía estética (por poner un ejemplo) en clínicas privadas, cuando hay graves problemas de atención en la sanidad pública (que continúa considerando un lujo del tratamiento de los problemas bucodentales, por poner otro ejemplo), menos lo es todavía que cuando no está cubierta la demanda social en la educación pública, se deriven partidas del presupuesto a financiar empresas privadas que tienen poco de ONL (organizaciones no lucrativas). Es evidente que con su dinero cada cuál podrá hacer lo que le parezca mejor, lo que ya no está tan claro es que el Estado pueda hacer lo que quiera con el dinero de todos y de todas. Parece de justicia atender primero las necesidades básicas y sólo después las que derivan de una posición social determinada o de una opción ideológica particular.

En esa línea y siendo coherente con su carácter aconfesional, el Estado debería garantizar y proteger el pluralismo ideológico que la Constitución Española consagra y huir, por tanto, de la tentación de primar aún más una determinada opción religiosa. Eso es lo que se hace, y no otra cosa, cuando se obliga a la parte del alumnado que no ha optado voluntariamente -en uso de su derecho constitucional- por realizar estudios de religión católica, a perder el tiempo (y conviene subrayarlo) en una asignatura la denominada por alusiones "Alternativa a la Religión" que por ser, ni siquiera es virtual.

Y precisamente, a propósito del mundo virtual, de las nuevas tecnologías y de su incidencia en la educación, no estaría de más recordar desde la perspectiva de los y de las docentes que las innovaciones tecnológicas siempre serán bien recibidas en tanto que instrumentos que pueden ayudar en las tareas propias de la educación. Eso es lo que en su momento ocurrió con la irrupción de la letra impresa (la famosa galaxia Gutemberg), o con la incorporación a las aulas de los sistemas de transmisión y reproducción de la voz (ya sea en forma de radio, de magnetófonos o similares), de la imagen (en forma de cine, vídeo o televisión) o con cualquiera de los descubrimientos técnicos susceptibles de ser utilizados para mostrar o enseñar alguna cosa. Cometerían un grave error nuestros políticos educativos si en algún momento pensasen que las nuevas tecnologías son la panacea que la sociedad necesita para educar a sus jóvenes, hasta el extremo de poder prescindir de los educadores, es decir, de quienes han de encargarse de formar a los niños y adolescentes. Además de caer en un papanatismo que ya ni siquiera es esnob supondría la ignorancia más absoluta de una de las distinciones más elementales en el mundo de la pedagogía; la que hay entre instruir y educar. Parece que ya va siendo hora de dejar las cosas en su sitio y situar las apelaciones a la virtualidad educativa de la Red (Internet, of course) en lo que son cantinelas para crédulos e ignorantes.

Hay, por el contrario, cambios menos virtuales que sí que convendría hacer: nos referimos a cambios imprescindibles en la legislación educativa (particularmente en la LOGSE y algunos de los decretos que la desarrollan) si se quiere devolver a la educación un cierto sentido común. Obviamente la educación ha de ir más allá del sentido común, lo contrario sería limitarnos a reproducir la evidencia, lo que ya no está tan claro es que el mundo educativo ignore lo que le dicta el sentido común, o pretenda reducir a éste a una posición pedagógicamente conservadora. Lo que Copérnico y Galileo cuestionaban no era el sentido común: era el geocentrismo aristotélico impuesto por la Iglesia como sentido común. Fue precisamente su sentido común, el que les dictaba que había que ir más lejos de lo que mostraban las evidencias, el que les permitió revolucionar la ciencia de la época. La racionalidad propia de la educación ni está reñida con la emotividad, ni tiene que ser enemiga del sentido común; otra cosa es que se nos quiera presentar así por parte de quienes se aferran a una legalidad educativa, a un modelo pedagógico que en la práctica nos aproxima más a la desinformación, a la desestructuralización y a la falta de referentes culturales y morales.

Y con ello llegamos a la última, que no menos importante, de nuestras notas. La reforma de la LOGSE. Responsables ministeriales del anterior Gobierno han habladocon mayor o menor claridad de introducir ciertos cambios en la enseñanza de las Humanidades o en la Formación Profesional. El propio programa electoral del PP apuntaba hacia esas reformas e, incluso, sugería algunos cambios concretos. Ni es creíble la voluntad política del PP si previamente no pone todo lo que está de su parte (que es, obviamente todo, es decir presupuestos) por defender la enseñanza pública, ni tiene sentido despotricar desde la oposición de lo mal que lo hace o lo hará el gobierno si no se está dispuesto a analizar lo que está fallando de la propia ley, no sólo de su aplicación. Se habla de pacto estos días, se habla de buscar consensos, se insinúan temas de Estado sobre los que hay que buscar acuerdos por encima de matices ideológicos. No queremos creer que cuando todo eso se dice se piensa únicamente en el problema del terrorismo, de la financiación autonómica, de la reforma del Senado, o de los trazados del AVE. Políticos y gobernantes, inclúyannos en sus agendas consensuales. La enseñanza pública también está necesitada, muy necesitada.

Elisa Renau Piqueras y 42 firmas más de miembros de la Associació per la Defensa de l'Ensenyament Públic i la Reforma de la LOGSE.

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